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Actualizada: 10 de Agosto de 2.009.  

 
 
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 Documentos para la memoria histórica.


En la Batalla de Teruel el mando ejecuta a 46 soldados de la 84ª Brigada Mixta.

 Por Eduardo Palomar Baró. 




El ABC correspondiente al domingo 28 de junio de 2009, publicaba con grandes caracteres, que “El Gobierno subvenciona por primera vez la búsqueda de fusilados por la República”, artículo firmado por Cruz Morcillo.

El encabezamiento decía: “El Ejército Popular ejecutó a 46 de sus soldados por negarse a volver al frente de Teruel, que acababan de rendir”.

Tres sargentos, doce cabos, treinta soldados y un tambor de la 84ª Brigada Mixta del Ejército de la República fueron ejecutados en la madrugada del 20 de enero de 1938, en el pinar de Piedras Gordas, en la localidad turolense de Rubielos de Mora, doce días después de que su unidad hubiera rendido Teruel, la única capital de provincia conquistada por su bando en la Guerra Civil.

Lucharon como héroes en el invierno más aterrador que se recuerda, pero no les sirvió de nada: una ráfaga de ametralladoras acabó con ellos y sepultó sus vidas y su memoria.

El Ministerio de la Presidencia ha aprobado una subvención de 20.000 €, aún provisional, a la asociación creada por los familiares de dos de esos soldados para que se busque la fosa. Es la primera ayuda que se concede a víctimas de la propia República.

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La 84ª Brigada Mixta del Ejército Popular era una unidad formada por 2.000 combatientes al mando de Benjamín Juan Iseli, hombre culto, apasionado por la literatura, poeta y amigo de Gabriel Miró. La 84ª Brigada, compuesta por combatientes que se habían alistado en las milicias nada más estallar la guerra civil. Era una unidad de aluvión, formada por milicianos de muy distinto origen: socialistas, ugetistas, y anarquistas.

En diciembre de 1937, estaba integrada en la 40ª División, bajo las órdenes del teniente coronel de Carabineros Andrés Nieto Carmona, nacido en Villanueva de la Serena (Badajoz) en el año 1901, un antiguo factor ferroviario extremeño, y alcalde socialista de Mérida durante la II República desde el 19 de octubre de 1933 hasta el 14 de junio de 1934, y desde el 20 de febrero de 1936 hasta el 11 de agosto de 1936, día que tomaron Mérida las fuerzas de Franco.

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Después de un detenido estudio realizado en el otoño de 1937, el general republicano Vicente Rojo Lluch, fijó como objetivo Teruel, la ciudad semicercada y débilmente guarnecida, que se ofrecía como fácil presa, aunque los repetidos fracasos anteriores hicieran que las fuerzas del sector la tuvieran como inexpugnable, lo que aumentaba su valor moral.

Entretanto las fuerzas nacionales iniciaban su despliegue ofensivo con vistas a batir al ejército del general José Miaja Menant en tierras alcarreñas.

La ofensiva que preparaba Rojo era de objetivo limitado y por tanto carecía de toda idea de explotación del éxito, pues no buscaba otro que el inmediato, pero para asegurarlo se acumularon frente a Teruel medios y efectivos cuantiosos.

El plan de ataque a Teruel fue aprobado por el Consejo Superior de Guerra el 8 de diciembre de 1937. Participarían un total de 40.000 hombres que procedían del Ejército de Maniobra y del Ejército de Levante.

El día 14 de diciembre de 1937, el ministro de Defensa Indalecio Prieto dirigía a sus tropas una vibrante orden general que decía:

«Mañana va a atacar nuestro ejército las comunicaciones del frente de Teruel. La caída de la plaza está asegurada si el ataque se desarrolla con todo rigor y las líneas que se establezcan al norte se defienden con la idea de no ceder un solo palmo del terreno que se haya conquistado.

»Las tropas enemigas que defienden el frente atacado son deficientes y pocas, sus mandos débiles, su organización defectuosa y entre los combatientes enemigos existen muchos hijos del pueblo que ansían verse libres del terror y la tiranía fascista.

»Es preciso que por un esfuerzo violento, ardiente y rápido se ocupen las primeras posiciones enemigas, se complete el cerco de la plaza y se provoque la desmoralización y rendición irrumpiendo en ella sin tregua en el ataque antes de que puedan acudir las reservas enemigas.

»Mañana debe ser un día de gloria para nuestro Ejército, reconquistando para la causa la primera capital de provincia y haciendo abortar la ofensiva que prepara en otros frentes. De la conducta de las tropas y mandos que actúen queda pendiente una nueva victoria que como las de Madrid, Jarama, Pozoblanco, Guadalajara, Brunete y Belchite acredite ante el mundo nuestra potencialidad como ejército y nuestro deseo indomable de defender las libertades populares.

»El mando está persuadido de que los jefes del Ejército Popular no necesitan exhortaciones para el cumplimiento del deber. El deber de mañana es triunfar, cueste lo que cueste. El mando está seguro de que todos sabrán cumplirlo con entusiasmo y con fe ciega en el triunfo».

 

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Al anochecer del día 14, “se había logrado terminar con extraordinarias dificultades la concentración de los medios con que se iban a realizar las operaciones”.  La 48ª División, que procedía de Daimiel, tuvo complicaciones en Valencia con el Comité de Ferrocarriles y llegó 48 horas tarde. Este tipo de detalles exasperaban al general Rojo. Eran retrasos que podían entorpecer los planes cuando, como era el caso, había que actuar rápidamente. Se tenían informaciones de que los nacionales habían planeado desencadenar su ofensiva contra Madrid entre los días 15 y 18, el reto era ganarles la iniciativa y desbaratar sus planes.

A las cuatro y media de la mañana del 15 de diciembre de 1937, bajo un frío siberiano, las tropas del Frente Popular empezaron a mover sus efectivos. Según Rojo “todas las resistencias fueron arrolladas, haciéndose en la primera jornada más de 500 prisioneros y capturándose varias piezas de artillería”.

Se logró romper el frente en tres direcciones. El día 16 se consolidaron las posiciones conquistadas y el día 17 se estrangulaba el saliente de Villastar, acercándose el ataque a la plaza por el Oeste. El 18 se ocupa la Muela de Teruel y el 19 cae el saliente de Puerto Escandón. El 20 se ataca el arrabal de Teruel y el 21 se anulan las últimas resistencias exteriores, entrándose el 22 en la plaza, donde, para debelar los focos activos, proseguirá tenazmente la lucha hasta el 8 de enero de 1938.

Así pues, el ejército rojo había cumplido su objetivo principal: el enemigo suspendió su ataque a Madrid, y movilizó sus reservas hacia Teruel.

Para proteger la ciudad estaba la IV Brigada, con 3.000 hombres a cargo del coronel Domingo Rey d’Harcourt, el cual conociendo su debilidad defensiva, había reclamado refuerzos a Franco. Hasta que llegara el auxilio, el coronel Barba y sus fuerzas se encerraron en el Seminario y el convento de Santa Clara, y Rey d’Harcourt lo hizo con las suyas en la sede del Gobierno Militar, el Hospital de la Asunción y otros edificios próximos.

El éxito inicial del Frente Popular en Teruel hizo concebir grandes esperanzas, pero Franco, después de renunciar a su ataque a Madrid, firmó el 22 de diciembre de 1937, el documento conocido como Directiva sobre operaciones para liberar Teruel. Dicho documento, decía:

«Estimo de la máxima urgencia atacar a fondo, y poniendo en ello el máximo esfuerzo, para llegar a Teruel, considerando que es precisamente por el sur del Turia por donde puede llevarse la acción más eficazmente, y por lo tanto, es el sur del indicado río por donde debe ir el eje principal del ataque.

Debiera V.E. organizar, con las fuerzas que operan ya en la zona de Teruel y con las que están llegando, dos cuerpos de ejército al mando de los generales Aranda y Varela. El primero de estos cuerpos de ejército quedará formado con las fuerzas que primeramente se concentraron en el flanco norte y 84 y 62 Divisiones, además de los medios de artillería de que más adelante se habla.

El segundo de estos cuerpos de ejército quedará formado por las 81 (actualmente en línea), 82, 61 y 54 Divisiones, además de los medios de artillería que más adelante se habla.

El Cuerpo de Ejército del Sur del Turia necesitará, para poder atender a sus servicios y despliegue de la artillería, de una zona que comprende la carretera que de Gea de Albarracín va hasta el km. 172 de la carretera de Zaragoza a Teruel, pero dejando el cruce para el Cuerpo de Ejército del Norte y estrechando después la zona en la forma que más convenga hasta tomar como límite el río Turia al oeste de San Blas.

Este cuerpo de ejército atacará decididamente en dirección Morrones-Muela de Teruel, con la misión de liberar lo antes posible la plaza de Teruel, tomando posiciones que garanticen su defensa exterior.

El Cuerpo de Ejército del Norte del Turia tendrá como zona de acción limitada al sur por el norte del cuerpo de ejército del general Varela y al norte-noroeste la limitada por Cerro Gordo y estribaciones SO del Muletón, atacará en dirección general Concud-Santa Bárbara, y posteriormente, cuando la situación de Teruel quede restablecida, alcanzará la línea Muletón-Alto de Celadas.

Pondrá V.E. la artillería no endivisionada a las órdenes de los cuerpos de ejército en relación con las misiones señaladas, dedicando, por lo tanto, el máximun de elementos a apoyar el ataque que realice el Cuerpo de Ejército del Sur del Turia, debiendo por lo tanto el Cuerpo de Ejército del Norte del Turia (general Aranda) supeditar sus apoyos a los que se den al general Varela. A este respecto, el Cuerpo de Ejército del Norte del Turia deberá prestar al Sur del Turia la cooperación máxima y ayudarle con los fuegos y con la metralla.

La agrupación de carros deberá V.E. afectarla a las fuerzas que desarrollan la acción en terreno más favorable a su empleo, recuperándola una vez que hayan dejado ya aquéllos, para poder emplearla en otros nuevos. Medinaceli, 22 de diciembre de 1937 (II Año Triunfal)».

ARRIBA     



La radio fue uno de los protagonistas más destacados en la guerra civil. Los sitiados de Teruel tuvieron la posibilidad de comunicarse con el resto de la zona y con el Alto Mando a través de una pequeña emisora, situada en los edificios del Banco de España. Fue de un efecto deprimente el que ésta desapareciese destruida entre los escombros, cuando se produjo, el día 30 de diciembre, la explosión del Banco de España. De esa manera se les negaba a los cercados el único y último enlace que tenían con el mundo exterior.

El Caudillo acababa de tomar la grave decisión de abandonar el proyecto Madrid y de enviar fuerzas sustanciales para aplastar definitivamente al enemigo en Teruel.

Con fecha 23 de diciembre de 1937 dirige, a través de la radio, el siguiente mensaje:

«Al Gobernador Militar de Teruel. El Generalísimo saluda a los defensores de Teruel. Nuestro Ejército prepara sus fuerzas para el inmediato aplastamiento de los asaltantes. El enemigo está muy castigado. Teruel será rápidamente liberado. Las fuerzas de esa guarnición se bastan ampliamente para prolongar la defensa sin peligro para la plaza.

»Deben defenderse a toda costa las posiciones, economizando municiones y víveres. La niebla, la nieve y el hielo son elementos importantes. Hay en la plaza antiguos pozos, resto de canalizaciones, vino y otros artículos que deben ser cuidadosamente racionados. La guerra de calles es favorable a la defensa. Los tanques enemigos son impotentes dentro de la ciudad, porque no pueden disparar hacia arriba. Se les puede destruir por medio de gasolina y de granadas de mano. La guarnición debe defenderse en conjunto y en cada uno de los sectores.

»La caída de un centro de resistencia no debe desalentar a los demás, ni justifica su desfallecimiento. Si algún mando desmayara debe de ser sustituido inmediatamente por el más capaz de sus inferiores inmediatos, o por cualquier de ellos en el caso de que esto fuera necesario para prolongar la defensa.

»Desde ahora queda usted nombrado comandante de la plaza con plena autoridad. La conducta heroica de Villarreal, Oviedo, Belchite, servirá de ejemplo para esa gloriosa guarnición. Tened confianza en España como España confía en vosotros.

¡Arriba España! ¡Viva España!»

Este mensaje del Generalísimo a los defensores, con sus palabras precisas, sus consejos oportunos, es como una lección a distancia sobre el modo y los medios a emplear en la defensa, un pequeño tratado de táctica.

 

ARRIBA     



Detenido el contraataque nacional, el Ministro de Defensa Indalecio Prieto, consideró que la presencia de Vicente Rojo en el frente ya no era necesaria. El 25 de diciembre regresó a Barcelona, tras haber dejado las maniobras a las órdenes de Juan Hernández Saravia, recién ascendido a general. Se había dado por hecho que la batalla prácticamente había terminado, cuando en realidad no había hecho más que comenzar. Rojo visitó Madrid para poner a punto el proyecto del Plan P.

[N. del A.] Plan P. Este trabajo estudiaba los planes del Ejército Popular para desarrollar una acción ofensiva de altos vuelos en Extremadura que dieran como resultado la división de la zona enemiga en dos partes incomunicadas.

El general Rojo regresó a Teruel el día 30 de diciembre,  constatando alarmado que la situación era deprimente: «La moral estaba caída; una parte de nuestro frente fue deshecha en la Muela de Teruel, que había sido recuperada por el enemigo y se había transformado en una polvareda de unidades. Los hombres se retiraban en desorden; volvíamos a padecer los días aciagos de las retiradas sin control; todo estaba amenazado de derrumbarse»

Por la tarde del 31 de diciembre de 1937, el general Rojo comunica por teletipo a Prieto que el enemigo empezaba a atacar Los Morrones y La Muela. «Nuestra tropa resistió muy mal dispersándose algunas unidades». Las tropas franquistas avanzaban ya hacia la plaza. El ministro de Defensa le pide que «le transmita la verdad desnuda». No había pasado una hora, cuando pidió nuevas noticias. Rojo le contestó: «Se han enviado jefes enérgicos en las direcciones peligrosas por si fuera necesario contener a la gente». A las once y media de la noche, sin embargo, le explicaba que la situación era muy confusa, que reinaba el desorden en la ciudad y que parecía que el jefe había ordenado la retirada.

ARRIBA     



No hubo nadie en Teruel durante la tarde del día 31, salvo los que resistían en unos cuantos edificios, y que no se habían enterado de que las fuerzas sitiadoras habían salido por pies. Tras darse cuenta Rojo del abandono de Teruel, desplazó a la ciudad al jefe del Estado Mayor «con órdenes severísimas para volver a entrar en la plaza, pues el enemigo no la había ocupado». A finales del día, se sucedieron los combates y las fuerzas del Frente Popular recuperaron la ciudad. El general Rojo se vio obligado a tomar drásticas medidas: «He ordenado que actúe el tribunal de justicia en juicio sumarísimo contra el jefe de la 40ª División para que justifique su proceder o se le sancione con el máximo rigor»

El 1 de enero de 1938, el general Rojo desplazó a la zona al V Cuerpo del Ejército, que mandaba Juan Modesto Guilloto, con lo que se empleaba en la batalla ya casi todos los efectivos del Ejército de Maniobra. El plan P quedó postergado por la propia urgencia de los acontecimientos.

El coronel nacional Rey d’Harcourt en la Comandancia Militar y el teniente coronel Barba en el Seminario mantenían una tenaz resistencia, sin apenas esperanzas, que se prolongó hasta el día 8 de enero de 1938. A las 18:00 horas del 7 de enero el coronel Rey decide rendirse, y al día siguiente se inicia la misma gestión en el Seminario donde Barba se mantenía recalcitrante y se había negado insistentemente a entrar en tratos con sus sitiadores. La rendición total se produjo a las 13:30 horas del día 8 de enero. De esa forma terminaba la segunda fase de la batalla de Teruel, que se saldaba con un importante triunfo del Frente Popular. Por primera vez en la guerra sus tropas ocupaban una capital de provincia y la retenían en su poder.

Manuel Azaña cursó un telegrama de felicitación a las tropas, que transmitió Indalecio Prieto y que decía:

«Al producirse la ocupación total de la plaza de Teruel por el Ejército de la República acepte V.E. y sírvase transmitir a las fuerzas dependientes de su autoridad que toman parte en aquellas operaciones, mi felicitación cordialísima y los sentimientos de admiración y gratitud que todos los españoles defensores de la independencia y libertad de nuestra patria les debemos, por los resultados ya obtenidos en los cuales empieza a hallar merecida recompensa el valor de las tropas, la capacidad de los mandos y los desvelos de V.E. al frente de su departamento. Salúdole afectuosamente. Manuel Azaña».

Al caer definitivamente la ciudad, Vicente Rojo fue recompensado con la máxima condecoración militar gubernamental: la Placa Laureada de Madrid.

La caída de Teruel produjo un paréntesis en la batalla. Ambos contendientes acusaban su desgaste y se imponía una tregua, y que los rojos hubieran deseado definitivamente, pero Franco no había cesado en su propósito y no parecía dispuesto a permitir que sus oponentes consolidaran su triunfo y ganaran así prestigio en el interior y en el exterior.

 

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El 14 de enero de 1938 el ejército de Dávila impartió sus órdenes a Aranda y Varela. Se trataba de envolver Teruel por el norte, por lo que Aranda tenía que atravesar el Alfambra. Varela tenía que fijar las fuerzas enemigas en el sur y SO.

La operación se inició el 17 de enero de 1938, atacando los altos de Celadas, con un gran despliegue de aviación.

El día 18 de enero, la 35ª División pierde el Muletón en el que se lucha encarnizadamente y ante la gravedad de la situación creada se ordena que la 84ª Brigada Mixta, al mando de Benjamín Juan Iseli, pase a depender del V Cuerpo de Ejército y ocupe posiciones en el sector del cementerio viejo de Teruel.

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El teniente coronel Nieto Carmona, estaba al mando de la 40ª División, que en el último día del año 1937 guarnecía el frente interior de Teruel, y que sorpresivamente abandonó sus posiciones, creando un vacío durante más de seis horas, en que el frente quedó desguarnecido. El día 1 de enero de 1938 tuvo que ocupar de nuevo sus abandonadas posiciones a costa de algunas bajas.

La 84ª Brigada Mixta, durante trece días puso asedio al principal reducto nacional en la ciudad, donde se defendía Rey D’Harcourt, que en la noche del 7 de enero de 1938 salió de su puesto de mando para ofrecer su rendición al jefe de la 84ª Brigada Mixta, el mayor de milicias Benjamín Juan Iseli.         

Tres días después, la 84ª Brigada Mixta fue enviada a la Muela de Teruel, la posición clave de la batalla en aquella primera fase, donde logró arrebatar varias posiciones al enemigo.

 

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La 84ª Brigada Mixta del Ejército Popular llevaba ya un mes combatiendo, en ocasiones bajo temperaturas de 20 grados bajo cero, en un escenario tan despiadado como es la lucha casa a casa. El 15 de enero de 1938 fue retirada del frente, en cumplimiento de una promesa del mando, como recompensa a su valiosa actuación, a descansar a retaguardia en el acuartelamiento del convento de la población turolense de Rubielos de la Mora, situada al pie de la sierra de Gúdar, en el Sistema Ibérico, junto al río Mora en la cuenca del Mijares y a unos 55 km. de Teruel.

Habían sufrido considerables bajas, más de una cuarta parte de sus efectivos, que al comienzo de la batalla eran unos 2.000 hombres.

Apenas cumplidos tres días de aquel permiso tan esperado, el 19 de enero de 1938, se les da la orden de volver al frente como consecuencia del ataque de los nacionales, y los soldados de la 40ª División correspondientes a los batallones primero y segundo de la brigada “Largo Caballero” y “Azaña”, respectivamente, se negaron.

Los soldados del tercero y cuarto acudieron renegando al cementerio viejo, donde el cuarto ocupó la primera línea y el tercero la segunda; los soldados del cuarto se resistieron a cumplir la orden y el tercer batallón hubo de pasar a primera línea pero haciendo la salvedad su comandante, de que cumplía la orden pero que en caso de ataque enemigo el rendimiento de sus fatigadas tropas sería muy bajo.

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El teniente coronel de Carabineros, Andrés Nieto Carmona, al mando de la 40ª División no quiso ponerse en la piel de sus hombres. Podía haber revocado la orden y pedir el envío de otra unidad menos extenuada, pero se decidió a acabar a cualquier precio, ejecutando en la madrugada del 20 de enero de 1938, en el pinar de Piedras Gordas, cercano a Rubielos, a 46 de sus soldados.

Si no les dio la recompensa que les había prometido por tomar Teruel, por lo menos podría haberles compensado con un juicio legal por su insubordinación. Sus cadáveres acabaron en una fosa excavada la misma noche de la ejecución.

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El 20 de enero de 1938 el jefe de la 40ª división, teniente coronel de Carabineros procedente de milicias, Andrés Nieto Carmona, cursaba el siguiente parte al general jefe del Ejército de Levante:

«Al cumplimentar su orden de trasladar la 84ª Brigada Mixta a ocupar posiciones a las órdenes del jefe del V Cuerpo de Ejército en Teruel, los batallones primero y segundo de la referida Brigada se negaron a cumplir mi orden declarándose en plena insubordinación según me comunicó el jefe de la referida Brigada a las 18 horas del mismo día.

»Me trasladé seguidamente al cuartel donde se encontraban los batallones y pude confirmar la situación de rebeldía que consideré gravísima por las circunstancias que concurrían en todas las fuerzas del frente también agotadas y que su contagio podría traer serias consecuencias.

»Previos los informes de los comisarios, oficiales y jefes de batallones, aprecié la presencia de elementos provocadores y hasta del comité de enlace y propaganda de rebelión y en tales circunstancias procedía al desarme general y a ordenar el fusilamiento en el acto de los elementos agitadores cuya relación acompaño.

»Seguidamente se abrió información para depurar responsabilidades resultando presuntos inculpados los comprendidos en otra relación que también acompaño y a los cuales por mi orden el jurídico de la Brigada instruye diligencias pre-judiciales que servirán de la incoación del sumario.

»El resto de las fuerzas, en número de 497, quedan a disposición de V.E. para que puedan ser destinada si lo cree oportuno a cubrir bajas de otras unidades, donde separados no puedan crear problemas análogos. Además de considerarles tal traslado como sanción a su conducta.

»Además de lo expuesto, me permito proponer a V.E. la suspensión de los delegados y comisarios del batallón y la degradación al empleo inmediato inferior de los oficiales y jefes de los dos batallones, ya que aun apreciando atenuantes por sus trabajos al lado de esta jefatura no excluye su responsabilidad de falta de carácter y dotes de mando que son los que han permitido llegar a esta situación de nulidad de su autoridad.

»Asimismo he de participar a V.E. que además de las causas de falta de autoridad en los mandos y mala preparación política de los comisarios ha motivado tal estado de insubordinación una oferta que el mayor Marquina obligó a hacer al jefe de la brigada de manera oficial de que terminados los focos facciosos de la ciudad, tenían concedidos tres meses de permiso, 1.000 pesetas en metálico y ascenso general, cosa tan imposible y absurda que ya entonces se le advirtió sus posibles consecuencias que desgraciadamente han tenido confirmación». Rubielos de Mora, 20 de enero de 1938, el jefe de la división, Andrés Nieto, firmado y rubricado. Hay un sello que dice “Ejército de Levante. 40ª División Jefatura».

En la primera relación que se adjunta al parte, figuran los ejecutados el mismo día 20, “por rebeldía al Gobierno”; son 46, de ellos tres sargentos, 12 cabos, 30 soldados y un tambor.

 

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Sargentos

José Ferrer Morell; Daniel Penella Palacios y Matías de los Santos Vendrell.

Cabos

Salvador Martínez Tarazona; Antonio Selva Pons; Rafael Pérez Pardo; Salvador Martínez Guerrero; Bautista Figueras Granell; Antonio Cea Barrachica; Alejandro Martínez López; Antonio Julve Zahera; Amador Lacueva Polo; Gregorio Lozano Lozano; José Esteve Galera y Joaquín Pérez Pérez.

Soldados

Juan Gandía Carbonell; Antonio Sánchez Ruescas; Miguel Gea Andrés; Antonio Marzo López; Francisco Martínez Ramírez; Vicente López Pedrosa; José Catalá Mora; Narciso Díaz Martínez; Juan M. Romero Navarrete; Pascual Pla Valdó; Julián Ortiz; Bautista Martí; Isidro Romero; Antonio Sanz; Felipe Moral; Pedro Giménez; José López; Ulpiano Zaragoza; Laureano Blasco; Gorgonio Vicente; Francisco Hernández; Horacio Robles González; Emilio Garzón Merced; Miguel Moreno Cruz; Ramón Ramiro Cavero; Victoriano Alegre Navarro; Francisco Castillo García; José Pérez Castellanos; Vicente Vendré y Sandalio Vallegil.

Tambor

Anacleto Esteban Mora.

La segunda relación es la de procesados “por haberse significado en desobediencia manifiesta al mando”; son 80, de ellos dos sargentos, 16 cabos, un corneta, un tambor y 60 soldados.

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Unos días después de las ejecuciones, un centenar de reclutas de la quinta del 39, que acababa de llegar a Rubielos desde Barcelona para cubrir de la 84ª Brigada, supieron que la unidad a la que estaban destinados había sido disuelta, por lo que fueron incorporados finalmente a la 82ª Brigada.

Uno de aquellos reclutas era Miguel Siguan, que llegaría a ser uno de los más reconocidos lingüistas españoles. En sus conmovedoras memorias del conflicto “La guerra a los veinte años”, relata que a través de una ventana del convento de Rubielos comenzó a oír una canción entonada por unos hombres. Al cabo de un año supo que aquellos hombres pertenecían a los restos de los dos batallones insubordinados de la 84ª Brigada Mixta, apresados en el convento a la espera de ser repartidos entre otras unidades.

Las voces de aquellos veteranos, cantaban el aciago destino de su unidad utilizando el motivo de una célebre canción de la guerra:

Si me quieres escribir

ya sabes mi paradero

después de tomar Teruel

en la cárcel de Rubielos…

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El 17 de febrero de 1938 comienza la ofensiva final de los nacionales. Tras una fuerte preparación artillera, el Cuerpo de Galicia, al mando de Dávila, cruza el Alfambra por su parte inferior y se encaraman a las crestas de alturas inmediatas, no sin encontrar gran resistencia. Se ocupan varias e importantes cotas. Al día siguiente los nacionales cortan la carretera de Corbalán, conquistando todo el macizo de Sierra Gorda.

El día 19 cae la línea de alturas que defiende Teruel por el norte, ocupándose Valdecebro, El Mansueto y Santa Bárbara. El casco urbano está a la vista de los asaltantes. Se puso en marcha el Cuerpo de Castilla, lanzándose por el norte, ocupando la plaza de toros y las casas del Ensanche.

El general Rojo llegó en avión a Barracas, para tomar personalmente las riendas de la batalla. Poco después situó su puesto de mando en Cerro Gordo, comprobando como los nacionales se adueñaban de dos puntos vitales para la defensa de Teruel: los vértices del Mansueto y de Santa Bárbara. Ante esta situación, ordenó un contraataque hacia los altos de la Torana, que fue un fracaso. Los bombardeos llegaron a ser de tal magnitud que alguno de los batallones inició la desbandada, negándose algunos de sus elementos a volver al frente. El Ejército del Frente Popular estaba con la moral por los suelos.

El 21 de febrero el ejército nacional, envuelve a Teruel por el sur llegando hasta el río Turia. Prácticamente se venía a repetir el mismo movimiento envolvente que los rojos habían puesto en práctica el mes de diciembre de 1937, tratando de rodear por el norte, centro y sur la ciudad.     

Ese mismo día, por la noche, y ante la posibilidad de verse copado, Vicente González “El Campesino” abandona la ciudad en desbandada, junto con otros jefes de la 46 División del Frente Popular, perdiendo buena parte de sus fuerzas.

Los nacionales entran en la ciudad al filo de la medianoche y fuerzas de la primera división de Navarra ocupan el Seminario llegando a la plaza del Torico

En la mañana del día 22 el general Aranda entraba triunfalmente en la ciudad entre las aclamaciones de sus soldados, asistiendo a un Tedéum en la catedral turolense. Encontraron un Teruel desierto, en ruinas, y que exhibía trágicamente cientos de cadáveres por las calles y entre los escombros.

En los días siguientes las tropas de Aranda y las de Varela ocupaban el valle del Turia y en él los pueblos de Villastar, Castralvo, Galiana y El Castellar, y con esa rectificación del frente a vanguardia, Franco da por terminada la Batalla de Teruel.

Había finalizado tras sesenta y seis días, dejando unos treinta mil muertos: diez mil del lado de los nacionales, veinte mil del lado de los republicanos. Y veintiocho mil prisioneros entre los unos y los otros. Una ciudad, una pequeña, pacífica y vieja ciudad, se había convertido en un montón de escombros calcinados, de piedras rotas y de hierros retorcidos. En las afueras, los ríos Turia y Alfambra se atascaban con la carne putrefacta de los muertos…

 

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