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Actualizada: 17 de Febrero 2.010.  

 
 
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 8 de noviembre de 1933


Discurso de Largo Caballero en Don Benito, instando a la Guerra Civil

 Por Eduardo Palomar Baró.




Conocido como “El Lenin Español”, su apodo ya da una idea de su crueldad y carácter sanguinario, comparable para sus contemporáneos con el impulso de la dictadura comunista de la Unión Soviética.

Participó de manera activa y en calidad de líder –fue miembro del comité organizador– en la fallida huelga revolucionaria de 1917, lo que le valió una condena de 30 años de prisión por parte de los tribunales de justicia. No los cumplió, ya que a los nueve meses de ingresar en la cárcel, fue amnistiado y elegido diputado por Barcelona. Esta de 1917 no sería la única ocasión en que los socialistas se volverían contra el orden legalmente constituido.

En 1921 los contrarios a la Internacional Comunista habían ganado por poca diferencia en el seno del PSOE. Largo Caballero se declaraba entonces “reformista”. Un partidario de la III Internacional y del acercamiento que ella suponía a los dictados de Moscú, describía así a Largo Caballero: “Cuando habla, insulta; cuando calla, envenena el ambiente con su silencio; cuando mira, pronostica denuestos. Acusa con reticencias y silencios de refinada hipocresía y maldad. Jamás es sincero. Siempre en guardia, almacena cifras y datos de personas para su día. No combate con ideas, sino con anécdotas. Utilitario y egoísta, cree que le ha llegado la hora de cosechar”.

En las elecciones municipales de abril de 1931, los monárquicos obtuvieron una clarísima victoria en el conjunto de España. Los candidatos republicanos sólo consiguieron mejores resultados en algunas capitales de provincia, lo que les valió para no reconocer su derrota y salir a la calle reclamando el poder y la instauración de la República. El Rey, Alfonso XIII, cedió ante la presión, y así fue como se instauró la República.

Al igual que el resto del PSOE, Largo Caballero colaboró en la Dictadura de Miguel Primo de Rivera hasta el final, llegando a ser incluso Consejero de Estado, lo que le valió para fortalecer a la UGT –el sindicato nacido a partir del PSOE– y perseguir a la CNT. Haciendo gala de un oportunismo sin igual, al caer la Dictadura de Primo de Rivera, se unió al comité revolucionario que preparaba la República. Con la llegada de ésta fue nombrado Ministro de Trabajo con el gobierno provisional de Niceto Alcalá Zamora, volviendo a serlo con Manuel Azaña Díaz del 14 de octubre  de 1931 al 12 de septiembre de 1933.

Las elecciones fueron ganadas por las derechas el 19 de noviembre de 1933. Ese mismo día Largo Caballero instaba a la Directiva del Partido a concretar “un movimiento revolucionario a fin de impedir un régimen fascista”. No fue, por lo tanto, el alzamiento de 1934 una consecuencia del abuso de la derecha en el Gobierno durante su mandato, ya que éste aún no había tomado posesión y el golpe ya se preparaba.

En 1933, la CEDA gana las elecciones, siendo el Partido Radical la segunda fuerza más votada. Todas las izquierdas obtuvieron poquísimo respaldo del pueblo. Largo Caballero, en una comida con asistencia de diputados, miembros de la UGT y del PSOE, dijo: “El proletariado no tiene otra salida más que la violencia”. La coalición parlamentaria (que no gubernamental) radical-cedista no llevaba ni un mes con mayoría en el Parlamento y no habían derogado ninguna de las “magníficas” leyes de Largo Caballero, pero éste ya encontraba motivos suficientes para recurrir a la violencia como prueba de su gran talante democrático.

En 1934, tras largos y concienzudos preparativos, Largo Caballero lideró en la sombra el golpe de Estado del PSOE contra la legalidad de la República. De hecho, presidía el Comité Nacional Revolucionario –nacido el 3 de febrero de 1934– junto a otros conocidos asesinos socialistas, como Santiago Carrillo, Juan Simón Vidarte, o De Francisco, entre otros. El balance del golpe de Estado socialista fue de casi 1.400 muertos en 26 provincias. La insurrección no triunfó finalmente, y el líder socialista, que fue encarcelado, pretendió eludir toda responsabilidad en los terribles hechos. La Historia demostraría años después su implicación total en el fallido golpe de Estado.

Tras las elecciones de febrero de 1936, el PSOE se encontró ásperamente dividido entre el sector de Indalecio Prieto Tuero y el de Francisco Largo Caballero, quedando totalmente marginado, una vez más, el moderado y democrático Julián Besteiro. El de Largo Caballero inició, en competencia con los anarquistas y los comunistas, una campaña de violencias, de organización y armamento de milicias, de imposición de la ley desde la calle, que prácticamente anularon la muy relativamente democrática Constitución republicana. Las relaciones entre los dos sectores socialistas se tornaron violentas, hasta el grado de que Prieto estuvo cerca de ser linchado por socialistas de Largo Caballero en el famoso mitin de Écija. En esta localidad astigitana, el 1 de junio de 1936, los partidarios del líder socialista, abortaron con las armas el discurso de Indalecio Prieto en la plaza de toros, de donde logró escapar en medio de disparos y protegido por algunos miembros de su famosa escolta personal “La Motorizada”, entre cuyos miembros figuraba Luis Cuenca Estevas alias “El Pistolero”, que asesinó a José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936.

Francisco Largo Caballero durante su etapa al frente del Gobierno del Frente Popular, convirtió a España en un protectorado de la Unión Soviética, con absoluta libertad para los sicarios del GRU y la NKVD (luego KGB) tanto en lo militar como en lo policial. Después de haber autorizado formalmente el envío del oro del Banco de España a Moscú, un día se cansó de las continuas interferencias de los soviéticos en su tarea y echó de su despacho, prácticamente a patadas, al embajador Marcel Rosenberg. Firma así su sentencia de muerte política, que le será ratificada cuando se niega a la ilegalización –y persecución implacable– del POUM, tras los sucesos de mayo de 1937. Desde ese momento, quedará políticamente vetado en su propio bando.

En el otoño del 37, Largo Caballero es expulsado de la UGT con la disculpa que no había pagado sus cuotas, tal y como indica él mismo en sus “Memorias”. Es detenido por los guardias de Asalto. La correspondencia y fondos bancarios de la UGT fueron secuestrados. Dice con amargura: “En la historia del proletariado español no se ha conocido atropello semejante. Ni los enemigos naturales de la UGT se habían atrevido a realizarlo”.

Con Largo Caballero como Presidente (5 de septiembre de 1936), las checas del PSOE, creadas a imitación de las soviéticas, asesinan, violan y roban, desatando el terror en muchos lugares de España, especialmente en Madrid, Barcelona y Valencia. Ser sospechoso de reaccionario, haber acudido a misa con regularidad, o leer el “ABC” eran motivos suficientes para sufrir toda suerte de torturas por parte de los socialistas. Entre septiembre y diciembre de 1936, no menos de 12.000 personas fueron asesinadas en Madrid. Religiosos, gentes de derechas, burgueses, intelectuales, desafectos al régimen frentepopulista o simplemente victimas de ajustes de cuentas personales, sufrieron torturas y perdieron la vida.

Las temibles checas socialistas también se usaron para eliminar a gente apolítica o incluso de izquierda. Así, misteriosamente desaparecieron algunos enemigos políticos del propio Largo Caballero como Marcelino Valentín Gamazo, fiscal general de la República, que le había acusado por los sucesos de octubre de 1934, en estricto cumplimiento de sus deberes dentro de la legalidad republicana. El 5 de agosto de 1936, un grupo de milicianos llegó a la casa de campo de Rubielos Altos donde residía Gamazo con su familia y, tras realizar un registro y proceder a destrozar los objetos religiosos, comenzaron a golpearle delante de sus hijos pequeños a pesar de sus súplicas para que ahorraran a los niños aquel espectáculo. A las doce y media de la noche, en el paraje conocido como Cerrajón, del término de Tevar (Cuenca), Marcelino Valentín Gamazo y sus hijos José Antonio, Javier y Luis de 21, 20 y 17 años respectivamente fueron fusilados.

Ángel Aldecoa Jiménez, magistrado de 58 años, que fue detenido porque había juzgado un atentado relacionado con Largo Caballero, al parecer no de la manera que hubiera complacido al dirigente socialista, pagó su independencia judicial frente al PSOE con el fusilamiento.

El capitán Gumersindo Gándara Marvella, de impoluta lealtad republicana, fue asesinado en la checa de Fomento.

El 13 de septiembre de 1936, mediante decreto reservado refrendado por el Presidente de la República Manuel Azaña, el gobierno presidido por Largo Caballero autorizaba al ministro de Hacienda, el también socialista Juan Negrín López, a trasladar las reservas de oro, plata y papel moneda del Banco de España “al lugar que estime de más seguridad”. El lugar elegido por este triunvirato fue la Unión Soviética. Tan seguro era que del tesoro nunca más se supo, ante el beneplácito y alegría de Stalin.

Sobre el valor de lo transportado basta decir que las reservas del Banco de España ocupaban el cuarto lugar en la clasificación mundial después de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Entre 8.000 y 10.000 cajas fueron trasladadas al puerto de Cartagena y allí embarcadas en cuatro buques a Odessa. Uno de los miembros del Comisariado del Pueblo para las Finanzas de la Unión Soviética que colaboró en el desembarco, escribió que “si todas las cajas de oro que apilamos en los muelles de Odessa se colocaran aquí una al lado de la otra, cubrirían completamente la Plaza Roja”. (695 m. de longitud por 130 m. de ancho)

Se completaba así el mayor robo de las arcas estatales que jamás haya sufrido España. Los responsables, cómo no, los socialistas liderados entonces por Largo Caballero. Esta decisión de trasladar el oro fue tomada de la forma más oscura por tres ministros socialistas (Largo Caballero, Prieto y, sobre todo, el propio Negrín, entonces ministro de Hacienda), contraviniendo diversas leyes y al margen del resto del Gobierno y del mismísimo presidente de la República, Manuel Azaña.

En diciembre de 1936, Stalin envía una carta a Largo Caballero aconsejándole que abra un Parlamento aparentemente libre como estratagema para así ganarse la ayuda de las democracias liberales, y no sus lógicas sospechas. Largo Caballero le contestó que en la zona frentepopulista, en la que él presidía el Gobierno, nadie sentía la menor inclinación hacia las formas parlamentarias. En su carta del día 6 de enero de 1937, le  contesta a Stalin: “Cualquiera que sea la suerte que el porvenir preserva a la institución parlamentaria, ésta no goza entre nosotros, ni aun entre los republicanos, de defensores entusiastas”.

Su falta de convicción democrática quedó reflejada en otro gesto más: la colocación de la efigie del sanguinario dictador comunista Josef Stalin en la madrileña Puerta de Alcalá, rodeado de los líderes soviéticos Litvinov y Voroshilov en los tres arcos de media punta de la citada Puerta de Alcalá, y el escudo de la Unión Soviética por encima de la inscripción Real de Carlos III y ocultando la misma, y un letrero con la leyenda “Viva la URSS”.

Tanto Largo Caballero como Indalecio Prieto vetaban la inclusión de homosexuales en las listas electorales del PSOE porque consideraban que alguien “indigno” (textual) no podía figurar en ellas.

Aunque a lo largo de toda su madurez no gustase hablar de ello, aprendió las primeras letras en escuelas religiosas, concretamente en los Escolapios primero y en la escuela de San Antón de Granada después.

Pese a que en sus mítines era recurrente referirse al peligro de que en España se instaurase el fascismo, Largo Caballero sabía bien que eso era poco menos que imposible. Así lo reconoció el mismo, ante representantes hispanoamericanos en la Organización Internacional del Trabajo, donde en junio de 1933 dijo que “en España, afortunadamente, no hay peligro de que se produzca ese nacionalismo exasperado (...) No hay un ejército desmovilizado (...) No hay millones de parados que oscilen entre la revolución socialista y el ultra nacionalismo (...) No hay nacionalismo expansivo ni militarismo (...) No hay líderes”. Quedaba claro, por lo tanto, que a su apelación al peligro fascista no era más que una estrategia para asustar a las masas y atraerlas engañadas hacia la revolución socialista.

Apresado en Francia por la Gestapo, fue encarcelado en el campo de concentración nazi de Sachsenhausen ubicado en la población alemana de Oranienburg. Aquella experiencia le hace apreciar, quizá por primera vez y como nunca, el sentido de la libertad. Y en sus “Memorias”, redactadas por Enrique de Francisco, escribe: “Hace años, en un mitin celebrado en el cine Pardiñas, en el que hablamos Saborit, Besteiro y yo, decía yo que si me preguntasen qué quería, mi respuesta sería ésta: “¡República! ¡República! ¡República! Si hoy me hicieran la misma pregunta contestaría: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”. Curiosa frase de uno de los mayores anti-liberales que ha dado la historia reciente de España.

Salvador de Madariaga escribió de él: “Te humillaron no los burgueses, sino los socialistas amigos de los comunistas y de Moscú a quien no quisiste obedecer”.

 

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A la ciudad extremeña de Don Benito, perteneciente a la provincia de Badajoz, a orillas del río Guadiana, acudió el 8 de noviembre de 1933 el presidente del Partido Socialista Francisco Largo Caballero, para celebrar un mitin durante la campaña electoral, pronunciando un discurso en el que instaba a la guerra civil.

Es de gran interés recordarlo para dejar claro que ya en el año 1933, el fervoroso defensor del marxismo y la dictadura del proletariado, juntamente con el PSOE ya apremiaban y amenazaban con la guerra civil.

Don Benito, 9 de noviembre de 1933 (0,30 m.) (Por conferencia telefónica.)

Esta noche se celebró en Don Benito el anunciado mitin de propaganda socialista. Acudieron al acto más de diez mil trabajadores, que escucharon en pie los discursos. En la Casa del Pueblo y en establecimientos contiguos se habían establecido altavoces, oyendo a los oradores una inmensa muchedumbre.

Presidió el acto José Andújar. Intervino en primer lugar Juan Casado, quien expuso la situación de la minoría municipal socialista.

Habló después el candidato Juan Simeón Vidarte, que explicó la labor del Partido Socialista y terminó diciendo que si se intentan burlar las esperanzas revolucionarias del pueblo, el pueblo se lanzará a la calle.

Al levantarse a hablar Largo Caballero, la muchedumbre le acoge con una imponente ovación. El presidente del Partido comienza así su discurso:

Compañeras y compañeros:

No vengo a tratar de cuestiones de carácter provincial. Voy a hablar en términos generales de los problemas del país, considerando que en momentos difíciles como los actuales todos los elementos tienen sobre sí la responsabilidad de lo que ocurra. Ya sé que mis palabras van a causar asombro y que quizá parezcan indiscretas a los acostumbrados a hablar con eufemismos. Pero ha llegado el momento de hablar con toda claridad.

Tenemos que hacer constar que se nos llamó por los republicanos para derrocar la Monarquía porque ellos se consideraban débiles para realizar esta obra. Nuestro deber de partido revolucionario, al vislumbrar la posibilidad de acabar con el régimen absolutista, era no negarnos a colaborar y con todo entusiasmo fuimos al movimiento.

La Monarquía cayó. Cayó por el empuje de unas elecciones municipales. Mucha gente, y sobre todo en el extranjero, elogió aquel sentir típico de España, que el 12 de abril se desembarazaba de los obstáculos tradicionales pacíficamente. Pues yo os digo que este movimiento pacífico que entonces nos pareció digno de alabanza, fue el primer error de la revolución española. Y ahora nos encontramos con que el enemigo retoña y hoy vuelve a poner en peligro la vida de la República.

Tenemos ya una experiencia. El pueblo español ha visto que en vez de agradecerle su gesto pacífico quiere volver a sojuzgarle de nuevo. No les extrañe que si la historia se repite y es preciso volver de nuevo a un movimiento revolucionario, éste no sea pacífico. Y la culpa será de ellos.

Nosotros hemos cumplido nuestros compromisos

El Partido Socialista fue al Gobierno provisional en minoría con unos compromisos a cumplir. Nosotros los hemos cumplido todos. Es más. Hemos consentido que algunos de los aliados no los cumplieran. Y todo porque la segunda República no cayese como cayó la primera. Pensamos entonces ser la más fuerte base de la República y creímos que nuestro deber era consolidarla. Y por eso aceptamos desde el Gobierno provisional que se convocaran unas Cortes inmediatamente. Ese fue el segundo error de la República española.

Fuimos a unas Cortes, prematuramente, antes de hacer la revolución, para que luego la hubiera sancionado el parlamento. (Ovación.) Que no extrañe a nadie que si otra vez nos vemos en parecidas circunstancias, el pueblo se acuerde que fue un error ir tan precipitadamente a la convocatoria de un Parlamento.

Los políticos republicanos no representan a nadie

Sólo se han levantado las protestas contra nosotros cuando han comenzado a aplicarse las leyes sociales. Pero, ¿se creían que nosotros íbamos al Gobierno a defender simplemente los intereses partidistas? ¿No era nuestro deber triunfar en favor de la clase obrera? Eso fue lo que hicimos. Pero la legislación no se cumplía, y, sin embargo, lo toleramos. Y toleramos después una obstrucción parlamentaria sin precedente. Lo toleramos en aras de la convicción de que la República era necesaria para que la clase trabajadora pudiera prepararse para ir más allá. Y entonces comenzó la campaña de descrédito y de injurias. Esos que han hecho tal campaña son los que, no tardando mucho, vendrán a pedir ayuda para defender la República. (Aplausos.) Pero yo les preguntaría: ¿Para qué nos batís si dentro de poco habéis de venir a pedirnos ayuda? Pensadlo bien. ¿No comprendéis que en España no representáis nada? (Ovación.) Y no representáis nada porque no tenéis detrás a la masa obrera consciente. Pensadlo, porque os hago constar que la República no se puede sostener sin los socialistas; que no podréis gobernar sin los socialistas. Os habéis precipitado a hacer unas elecciones porque creíais que los votos que nosotros habíamos obtenido eran de los republicanos. Pero en cuanto se ha disuelto el Parlamento habéis podido ver que eso era falso. Que la masa obrera está hoy más que nunca con los socialistas. (Voces del público: ¡Sí! ¡Sí!) Y si pudierais no celebraríais las elecciones, porque sabéis que los socialistas vamos a aumentar nuestra representación parlamentaria. (Ovación.)

La lucha política no está desligada de la lucha económica

Los políticos superficiales no se dan cuenta de una cosa que ocurre ahora y que no ocurría en la primera República. Y no es otra sino que entre el proletariado y la burguesía, la lucha económica y la lucha política van unidas. Los obreros luchan diariamente contra sus patronos para mejorar su situación económica. ¿Cómo pensaba nadie que pudieran dar el voto a sus explotadores? (Aplausos.) ¡Ah!, eso no lo habían tenido en cuenta. Ahí el error de los republicanos. Creen que la lucha política está desligada de la lucha económica y que el obrero puede llegar a colaborar con su patrono en la actividad política. Ahora, en estas elecciones, van a salir de un error, que, por otra parte, les va a costar muy caro.

Los radicales están facilitando la vuelta de la Monarquía

La candidatura que forma el frente antimarxista está compuesta por fascistas, monárquicos y los republicanos conservadores y radicales. ¿Qué diferencia hay –pregunto– entre los unos y los otros? Ninguna. En cierto modo, los últimos son peores, porque los radicales son los que están facilitando la vuelta de la Monarquía. No hay más que ver quién ha defendido a March en las Cortes. No hay más que ver quién es el ministro radical que ha dicho que no se podía pedir la extradición de un hombre que ha cometido un delito común. Además, los radicales han estado en colaboración con los promotores de los sucesos del 10 de agosto. Hay declaraciones, de las cuales me ocuparé extensamente en momento oportuno, en las que se denuncia que Lerroux y Sanjurjo mantenían relaciones. (Ovación.) Y el primero de esos dos hombres es el que dice que los socialistas tienen todos antecedentes penales. Puede que sí. Pocos socialistas significados dejamos de tenerlos. Pero él debía tenerlos por otras causas distintas a nosotros. (Ovación.) Una candidatura como la que presentan esos elementos no puede votarla la clase obrera.

La política que tienen que hacer el Partido Socialista y la UGT

Es preciso que desde este momento la clase obrera organizada en el Partido Socialista y en la Unión General de Trabajadores, hagan una política suya, propia, exclusivamente socialista. Ya sé yo que por esta actitud van a surgir dificultades en el movimiento político del país. Ellos son los responsables. Cuando vayamos el Parlamento no puede esperar de nosotros más que una política netamente socialista; una actitud de no votar nada, absolutamente nada que pueda perjudicar a los trabajadores. (Ovación.) Absolutamente nada. Ya verán lo que significa esa posición socialista. Y ya verán cómo la minoría socialista llevará al Parlamento el programa nuestro y defenderá las mejoras que los trabajadores pidan.

En ese instante todos se unirán contra nosotros. Pero les diremos: Si no consentís que por medio del Parlamento obtengan los trabajadores sus reivindicaciones, nos echáis fuera de la legalidad y demostráis que el Parlamento no es el mejor sistema para llegar a los fines que nos proponemos. (Ovación.) Porque la clase obrera no se va a contentar de aquí en adelante con simples leyes. Tiene el propósito de luchar por la conquista del Poder político, y no vale que esta manifestación mía la tergiverse los enemigos. Lo decimos nosotros francamente. Vamos por todo el Poder político. (Ovación.)

Hay que crear unos instrumentos de gobierno eminentemente socialistas

Al hacer estas manifestaciones no nos conformamos con pensar que va a haber en el banco azul dos ministros socialistas. No basta con eso para gobernar. Os lo dice un hombre que ha estado sentado en el banco azul dos años y medio. Sólo por estar en el banco azul no se gobierna. Hacen falta otros elementos. Hay que tener todos los gobernadores socialistas. Hay que tener el Poder judicial, que hoy está en manos de la burguesía. Y todos los medios coercitivos del Estado. Pero no los resortes de Gobierno creados por la Monarquía, sino los que instaure el propio Poder socialista. Es preciso, para que haya un Poder socialista, tener en la mano todas las palancas del Gobierno. Se dirá: «¡Ah, ésa es la dictadura del proletariado!» Pero, ¿es que vivimos en alguna democracia? Pues ¿qué hay hoy más que una dictadura burguesa? ¿De quién es hoy el ejército, la fuerza pública y el resto de las instituciones del Estado, sino de la clase burguesa? Y hay más. Esa clase burguesa dispone de las máquinas, de las tierras, de los medios de producción. Y cuando ve que la clase trabajadora se revela contra esa situación, dispone de resortes para condenarla al hambre.

Todo el poder político para la clase obrera

Por eso declaramos que no estamos dispuestos a seguir en esta situación. Queremos tener todo el Poder político, como lo ha tenido hasta aquí la burguesía. Y no se nos diga que la clase trabajadora no sabe gobernar. Aquí, en este Municipio, tenéis un ejemplo en pequeño. Y, excluyéndome a mí, ¿no ha habido en el Gobierno ministros socialistas? ¿Lo puede hacer ningún otro mejor que lo han hecho ellos? Es preciso vencer esa superstición, por la cual, incluso algunos de nuestros compañeros, se consideran inferiores a los hombres de la burguesía. Ocurre como cuando va un fanático a la iglesia: el lujo y las joyas le deslumbran y cree que está ante algo sobrenatural. Pero si hay un audaz, un decidido que aparta telas y joyas, se ve que tras del oropel no hay más que madera. Pues algo así ocurre con muchos hombres de la clase burguesa.

Queremos la igualdad económica para que pueda haber una clase trabajadora culta

Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. No ocultamos nuestro pensamiento. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. Se nos ataca diciendo que somos enemigos de la familia y a esto contestamos: enemigos de la familia son ellos, que deshacen las familias obreras, obligando a los niños y mujeres a trabajar intensamente, explotando a los hombres, y condenando así al hambre a la mayoría de los ciudadanos. Queremos los socialistas una familia como nosotros la concebimos: libre de trabas económicas. Queremos también mantener el orden. Son ellos, nuestros detractores, los que provocan el desorden cuando lanzan sobre los trabajadores que reclaman sus derechos el peso de la fuerza pública. No somos tampoco antipatriotas. No les es fácil ser antipatriotas a quienes dejan el sudor de su frente en la tierra, minas y fábricas, mientras los explotadores se llevan el producto de su trabajo al extranjero. (Ovación.) Nosotros queremos la igualdad económica. Que haya, una sola clase de trabajadores; que produzcan todos y todos disfruten por igual. Y queremos una clase trabajadora culta. Pero esto no se logra con muchas escuelas, sino poniendo a los individuos en condiciones económicas para poder mandar a ellas a sus hijos.

El paro obrero es la gangrena del capitalismo. Vamos hacia la revolución social

Nosotros creemos que el paro obrero es una consecuencia del régimen capitalista, y que no se puede resolver más que con el socialismo. El paro obrero es la gangrena que derribará al capitalismo. Por consiguiente, la aspiración del Partido Socialista no es la de ganar las elecciones para tener el gusto de arrebatar, nada más que porque sí, el triunfo a las derechas, sino para inaugurar una nueva etapa revolucionaria.

Es preciso que la República llegue a todos los ciudadanos, y para ello tiene que ser una República social y no burguesa. Tardaremos más o menos, pero no ocultamos que vamos hacia la revolución social. ¿Cómo? (Una voz del público: Como en Rusia.) No nos asusta eso. Vamos, repito, hacia la revolución social. Y yo digo que la burguesía no aceptará una expropiación legal. Habrá que expropiarla por la violencia. (Ovaciones)

¿Cómo vamos a esperar de una clase burguesa que se opone a unas simples leyes sociales que vaya a consentir que se la expropie? Mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas, habrá que obtenerlo por la violencia.

Estamos, de hecho, en plena guerra civil

Ya han iniciado los enemigos la guerra, y dicen por boca de Gil Robles que si el Parlamento no les sirve irán contra él. Pues bien. Nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la evolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente. (Gran ovación.) Esto, dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil. Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil. ¿Qué es si no la lucha que se desarrolla todos los días entre patronos y obreros? Estamos en plena guerra civil. No nos ceguemos, camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. El día 19 vamos a las urnas. Pero es fácil. Basta con tener voluntad. Más no olvidéis que los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas.

Combatiremos a la reacción en las urnas primero; después, en la calle

Sabemos los pasos que dan los elementos contrarrevolucionarios. Estamos al tanto de sus movimientos. Todavía no tienen fuerza suficiente para dar el golpe. Pero si lo intentan, el solo intento es suficiente para que la clase obrera se decida a dar el paso decisivo, cueste lo que cueste. Digo esto a los hombres y a las mujeres: si viene el fascismo, vuestras vidas serán más trágicas que en la actualidad. Y yo os advierto: mujeres, estáis en la obligación de impulsar a vuestros hombres a que cumplan sus deberes. Figuraos lo que sería, compañeros, si triunfara la reacción. Eso hay que evitarlo. Primero, en las urnas. Luego, en la calle. (Ovación.)

¿Excitación al motín? No. No es eso. Simplemente decirle a la clase obrera que debe prepararse bien para todos los acontecimientos que ocurran, y el día que nos decidamos a la acción, que sea para algo definitivo que nos garantice el triunfo sobre la burguesía.

Si se atreven contra nosotros, estamos decididos a todo lo que sea

Si sacamos de las urnas lo que yo espero, es seguro que las derechas intentarán actos, al paso de los cuales tendremos que salir. Y en ese momento, mujeres, no detengáis a vuestros maridos. Dadles ánimo. Sólo con eso no se atreverán nuestros enemigos a atentar contra la libertad de la clase trabajadora. Y si se atrevieran, estamos decididos a todo lo que sea. (Ovación prolongada.)

Insisto en esto en cuantos actos de propaganda celebro, porque, por desgracia o fortuna, me he equivocado pocas veces cuando he presentido ciertos acontecimientos. Y si en España no somos decididos y audaces, va a venir una situación trágica para la clase trabajadora. Dirán que todo esto es producto de la indignación. Pero yo afirmo que lo es del convencimiento. Por eso hago, en todos estos actos, cuanto es posible para tonificar el espíritu de los trabajadores; para levantarle, con objeto de que nos encontremos dispuestos a todo.

La República está en manos de gentes que, llegado el caso, no la defenderían

¿No habéis leído la evasión de March? ¿No sospecháis que puedan evadirse otros? ¿No habéis leído que acaso están a punto de volver a España varios generales? ¿No sabéis que la República está en menos de gentes que, llegado el caso, no la defenderían? Si por cobardía hay quien entrega el Poder al enemigo, como en el año 1923 lo entregó García Prieto, a Primo de Rivera, la clase obrera lo impedirá. ¿Cómo? Como ya dije en Zafra. Por los medios que sean. No titubeéis. En cuanto veáis que alguien intenta un golpe de Estado, salid inmediatamente a la calle. Todos disciplinados, sí. Pero que esa disciplina no nos acarree una derrota por cobardía o por negligencia. Si alguien intenta, repito, un golpe de Estado salid a la calle inmediatamente. Y ése será el principio de la República social, en la que se realice la igualdad económica. Tenemos que luchar como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee, no una bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución socialista.

Al terminar su discurso el camarada Largo Caballero, estalla una imponente ovación. Los trabajadores dan vivas al líder de la Revolución proletaria, y cantan, en medio del mayor entusiasmo, «La Internacional».

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Como recuerdo y homenaje a tan insigne personaje socialista, no es de extrañar que le erigiesen los sociatas y demás tropas izquierdistas, un monumento en los Nuevos Ministerios de la capital de España. Y como tal sigue en pie, gracias a la falacia de la Memoria Histórica (Histérica), que actúa en plan talibán, única y exclusivamente contra toda simbología ‘fascista’, dejando incólume a la de los amantes de la ‘democracia y de la libertad’, como es el caso de ese promotor de la guerra civil y demás secuaces…

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