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Actualizada: 14 de Febrero de 2.007.  

 
 
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 Memoria Histórica.


Cartagena: Fusilados y arrojados al mar por los rojos.

Por Eduardo Palomar Baró.
Introducción.
Un capítulo alucinante del martirio de Cartagena.
A los tres años del criminal asesinato de Cartagena.


La Vanguardia Española correspondiente al domingo 6 de agosto de 1939 publicaba un artículo como Homenaje a los marineros asesinados cobardemente por las hordas marxistas, bajo el título “Un capítulo alucinante del martirio de Cartagena”.

Por su gran interés procedemos a su trascripción como testimonio para la tan cacareada ‘Memoria histórica’ removida actualmente por el nieto de Juan Rodríguez Lozano -más conocido como capitán Lozano-, el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, autodenominado “rojo”, y demás tropa izquierdista-revanchista.

 

 

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“Cartagena roja se hacía cruel pesadilla en el pensamiento de los españoles cada vez que la recordaban. La fastuosa y exuberante ciudad, llena de tradición marinera, trataba en la historia de la revolución bolchevique española capítulos alucinantes de terror, y se nos aparecía a todos, desde los otros lugares de la zona roja o desde la zona nacional, como una gran mancha de sangre. Apenas si se conocían los hechos. Pero se intuían. Sabíamos que a partir de la orden terrible de Giral, que disculpaba los asesinatos de los jefes y oficiales de la Armada, y era a modo de una excitación velada para que continuasen. Cartagena se había convertido en una inmensa “cheka” donde caían a diario centenares de víctimas y los ejecutores se contaban por miles.  

La proyección histórica nos ofrece ahora, con todos sus detalles, una realidad que no se aparta ni un ápice de lo que todos adivinábamos.

El día 21 de julio de 1936 fueron detenidos en la base aeronaval de San Javier los jefes y oficiales de los barcos y dependencias de la misma por una muchedumbre miliciana embriagada por su triunfo de Cartagena. Conducidos a esa ciudad, se les dio como cárcel la bodega del barco “España nº. 3 (*) surto en la bahía. Con los marinos entraron en prisión algunos jefes y oficiales del Ejército que se hallaban en los castillos y que la horda consideraba peligrosos.

Sometidos a un régimen brutal, aquellos hombres dejan pasar la lenta procesión de los días, sin que ninguno de éstos les trajera una esperanza por remota que fuese.

El día 14 de agosto entró en el puerto el acorazado “Jaime I”. Llevaba en los mástiles las rojas banderas soviéticas, y en las bordas se apiñaba la marinería vociferante, con los puños en alto. El trágico buque, baldón de España, llegaba escorado, con graves averías, con muertos y heridos a bordo. La aviación nacional lo había buscado en su refugio de Málaga, castigándolo implacablemente.

Aquella misma noche los del “Jaime I” se presentaron en la Escuela de Armas Submarinas y pidieron que los detenidos del “España nº. 3” fueran ejecutados sin juicio y en pleno mar, como ellos habían matado a sus oficiales. Una patrulla de milicianos acompañaba a la abyecta comisión del “Jaime I”.

  

El jefe de la base dictó entonces dos órdenes que equivalían al asesinato de los detenidos: que el “España nº. 3” se diese a la mar inmediatamente y que el barco quedase a las órdenes del jefe de la guardia del “Jaime I”, Javier García Rey, tercer maquinista. A las dos y media de la madrugada el “España nº. 3” zarpaba con su carga lúgubre, ya de agonizantes, y se ponía a media marcha a unas cinco millas del puerto.

Entonces se formaron dos piquetes, uno a proa y otro a popa, y fueron sacados de la bodega a diez de los detenidos, y amarrados a la banda de estribor dispararon sobre ellos, matándolos, y arrojaron los cadáveres al agua, de dos en dos, con una parrilla en los pies. Como el número de presos era de ciento cincuenta y dos, y los verdugos se dieron cuenta de las dificultades que la matanza había de ofrecerles, dudaron si poner pie a tierra para que las ejecuciones se realizasen en el mismo arsenal. Discutieron largo tiempo, y al fin prevaleció la opinión de que los asesinatos continuasen fuera de la bahía.

Todos de acuerdo ya, se colocaron en la parte de proa de la bodega un maquinista y dos marineros, armados de pistolas-ametralladoras, y otro maquinista y otros dos marineros en la parte de popa, con armas idénticas. Un grumete fue entregando a todos los detenidos papel para que pudiesen escribir a sus familias despidiéndose de ellas, y una vez que lo hicieron se les obligó a subir a cubierta por parejas.  Allí los hermanos Rego les mataban a tiros de pistola y arrastraban los cadáveres para dejar paso a las siguientes parejas. De dos en dos, los cuerpos fueron arrojados al mar, lo mismo que los anteriores, con pesos en los pies.

Terminada la matanza, el barco enfiló a la bahía y entró en el arsenal con la tripulación en cubierta a los gritos de “¡Viva la República!” y “¡Mueran los traidores!”

Lo que verdaderamente estremece, es la comunicación que el comandante del barco “España nº. 3” envió al jefe del arsenal, relatándole lo acontecido:

«Tengo el honor de poner en su conocimiento que a las dos horas treinta minutos de hoy salió este buque a la mar para dar cumplimiento a la orden muy urgente de usted, que así lo dispuso. Hallándose este buque fondeado en la bahía, como en días anteriores, pude notar en la dotación cierto nerviosismo, del que en distintas ocasiones he tenido que dar cuenta a usted por parecerme en algún momento peligroso para la seguridad de los detenidos. En el día de ayer, con motivo de la llegada a este puerto del “Jaime I”, averiado y con muertos y heridos por bombardeo aéreo, se observó una mayor indignación en las personas que presenciaban cuantas operaciones se hacían en el citado acorazado y que pedían noticias de lo sucedido. Una vez en el mar, la indignación subió de punto, pidiendo que se hiciera justicia más rápida con los detenidos, porque según ellos lo que se pretendía era substraer a los presos de un castigo ejemplar, ya que no se había tomado una resolución acerca del juicio sumarísimo. Tuve que intervenir, recomendándoles calma y diciéndoles que ya estaban actuando los jueces, pero esto, lejos de calmarles, los excitó más, hasta el punto de que perdí el control sobre ellos. Armados como estaban y con una superioridad numérica manifiesta, me era imposible hacer nada que pudiera evitar sus propósitos. Cuando llevábamos navegando unas cinco millas hacia el Sur con cien grados al Este, fuimos obligados a poner el barco a media marcha. En estos momentos procedieron a llamar a cubierta a las personas detenidas, y colocándolas a la banda de estribor, eran fusiladas por grupos y luego lanzadas al mar con unos pesos en los pies. Cumplidos sus propósitos, después de baldear la cubierta, decidimos volver al puerto, a lo que ellos no se opusieron, marchando el barco entre aplausos, vivas y mueras significativos, de la dotación del “Jaime I”, al arsenal donde se reprodujeron las ovaciones y gritos cuando pasaba frente a los talleres de la Sociedad Española de Construcción Naval y hallándose los muelles y arsenal completamente ocupados por otros varios y marineros.»

El día 15 del corriente mes, tercer aniversario de la matanza, se celebrarán en Cartagena diversos actos en honor a los mártires. A las ocho de la mañana saldrá del puerto un buque de guerra que se colocará sobre el lugar en que se supone fueron asesinados los heroicos jefes y oficiales de la Marina y del Ejército.

Sobre cubierta se dirá una misa por sus almas, y seguidamente se arrojarán coronas de flores al mar. Todos los buques de la escuadra que se encuentren en Cartagena desfilarán después por el mismo sitio, y numerosos aviones volarán, arrojando flores al agua en memoria de los Caídos.

El pensamiento de España estará en ese día en las aguas de Cartagena, que quedaron enrojecidas hace tres años, con la sangre generosa de los caballeros del ideal.”

(*) [N. del A.] Buque mercante, construido en Alemania en 1906, de 2.188 t de desplazamiento. Al estallar la guerra civil se hallaba en Cartagena, siendo utilizado como barco-prisión por las autoridades republicanas y que el 15 de agosto de 1936 fueron fusilados 386 oficiales de la Armada, prestando después otros servicios en el Mediterráneo a la flota roja. Fue hundido en Barcelona, por la aviación nacional, en junio de 1937.- » -

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El martes 15 de agosto de 1939, justo a los tres años del brutal fusilamiento por las hordas marxistas de jefes y oficiales de la Armada y del Ejército, se celebró en Cartagena una emocionante ceremonia en memoria de estos gloriosos mártires.

La ciudad entera apareció cubierta de banderas nacionales y del Movimiento, con crespones negros. En los edificios oficiales ondeaba la bandera nacional, a medio asta.

Hacía precisamente tres años que las hordas marxistas embarcaron en el “España nº. 3” a todos los jefes y oficiales nacionales que se hallaban detenidos en las distintas checas de Cartagena, y tras colocarles una parrilla a los pies, los asesinaron, arrojándolos después al mar, lejos del puerto.

Una inusitada animación se observaba desde las primeras horas de la mañana en torno al puerto. Estaban anclados los minadores “Marte” y “Júpiter”, a los que había acudido una gran multitud para tributar su testimonio de elevada admiración y gratitud a cuantos murieron heroicamente en aguas de Cartagena por Dios y por España.

Mujeres enlutadas, todas ellas esposas, madres e hijas de los mártires, llegaron en gran número, portado ramos de flores. Acompañadas de sus familiares, subieron a bordo del minador “Júpiter”.

Acudieron a rendir honores las principales autoridades, tales como el secretario general del Aire, don Luis Lombardo; el almirante comandante general del Departamento Marítimo de Cartagena, Agapino; comandantes de los destructores “Churruca”, “Alcalá Galiano”, “Sánchez Barcáiztegui, “Alcedo” y “Lazaga”; jefe provincial del Movimiento de Murcia; alcalde de la ciudad; jefe local de Falange; jefe local de la Sección Femenina del Movimiento; jefe del Aeródromo de los Alcázares; coronel jefe de Milicias de la tercera Región; gobernador militar de la provincia, coronel Martínez La Pina; cónsul de Alemania y de Portugal; representantes de las Armas y Cuerpos de la guarnición, y otras personalidades, todas las cuales subieron al “Júpiter”.

El número de coronas y flores que fueron subidas a bordo de los minadores fue incalculable.

A las nueve desatracaron los minadores que se internaron cinco millas en el mar, hasta el lugar donde se supone que fueron asesinados los heroicos marinos y militares españoles. Una vez en el sitio en cuyas aguas fueron arrojados los mártires, el “Júpiter” y el “Marte” se detuvieron diciéndose a bordo de ellos una misa en la parte de popa, ante altares colocados allí y enmarcados con las banderas nacionales, sirviéndoles de fondo imágenes de la Virgen del Carmen. En babor y estribor formaron la marinería e infantería de marina, respectivamente. En la misa celebrada en el “Júpiter”, en la elevación se interpretó el Himno Nacional.

A las diez de la mañana las banderas de los minadores se izaron a media asta y dispararon veintiún cañonazos, mientras, simultáneamente lo hacía también las baterías de costa en memoria de los caídos.

El segundo comandante del “Marte” dictó seguidamente con voz vibrante: “Caídos por Dios y por la Patria”, contestando todos los asistentes con el “Presente” de ritual. A continuación el general Lombardo dijo, profundamente emocionado, las siguientes palabras:

“Quiero hablar y voy a intentarlo. En estos momentos solemnes, sobre el mar, arca que guarda tesoros inmensos de heroísmo -los cuales pertenecen en gran parte a nuestros marinos-, en estos momentos mi pensamiento se eleva al Creador y le envía lo que puede mandarle un cristiano: la expresión de gratitud y de súplica. Gracias Señor, es la que nos disteis a los que lloramos a los héroes. ¡Bendito seáis, Señor, que os los llevasteis siendo fieles a su Dios y a su Patria. Muchas gracias, Señor, porque pensasteis que sus sufrimientos ayudarían al nacimiento de la España Una, Grande y Libre. Y ahora la súplica. Por la sangre y los sufrimientos de ellos, por nuestros dolores y nuestras lágrimas, sólo te pedimos, Señor, que conservéis la vida de nuestro Caudillo, que le ayudéis para que logre sus deseos, que son la vida de España y a todos los demás también nos ayudéis, a nosotros, peones, peones sin excepción de esa obra política, de esa obra que al Caudillo se ha encomendado, para poderle tener siempre, libre y limpio, en su caminar victorioso. 

Y ya sólo tengo que pronunciar una frase: ¡Mártires del “España nº. 3” asesinados el 15 de agosto de 1936! ¡Presentes!

Seguidamente sonaron las sirenas de los dos minadores y aparecieron dos hidros de la base naval de los Alcázares, que evolucionaron en torno a los barcos, a escasa altura, en magnífica proeza. Los aviadores de los hidros saludaron, brazo en alto, cuando pasaron frente al “Júpiter” y al “Marte”.

Seguidamente se prepararon las coronas para ser lanzadas al mar. La primera fue arrojada por el general Lombardo, y luego hicieron lo propio todas las autoridades, cubriéndose las aguas de flores, en una gran extensión. También de los hidros lanzaron numerosas coronas sobre el sitio que fue tumba de los mártires. Lágrimas y flores derramaron sobre las aguas del mar latino todos cuantos asistieron a la ceremonia de impresionante solemnidad, no oyéndose en aquellos instantes más que sollozos y oraciones por los héroes de aquella triste jornada.

Después los minadores regresaron al puerto y los hidros a su base, acogiéndolos un público numeroso con ovaciones y vítores a España, a Franco y a los Caídos, que se prolongaron durante largo rato.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.007. - España -

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