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Actualizada: 20 de Octubre de 2.008.  

 
 
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Protagonismo del Juez Garzón.


Por Dr. Manuel Clemente Cera.


Desde que el conocido “juez estrella” Baltasar Garzón realizó incursiones políticas en el PSOE colaborando activamente con gran entusiasmo en la campaña electoral, fijando carteles propagandistas del partido con verdadero entusiasmo, las vísperas de los comicios, en cuyo triunfo electoral no consiguió alcanzar un ministerio, como aspiraba, surgió la decepción y el resentimiento.

A partir de tan rotundo fracaso en sus pretensiones, que el jefe del Ejecutivo Felipe González no tuvo en consideración, cambia de faceta, emprendiendo otras directrices. Se trataba de que su protagonismo mediático se mantuviera en permanente actualidad, antes de quedar en el anonimato como es habitual en el ámbito de la judicatura.

El juez, como el médico, aplica sus conocimientos científicos adquiridos académicamente sin afán de notoriedad extra profesional, cumpliendo deontológicamente sus funciones en bien del prójimo.

Distanciándose de la política activa, en su desmesurado afán de destacar, se dedica a incoar procesos judiciales extranacionales, obviando la plétora de casos pendientes de resolución acumulados en los juzgados españoles.

Una de las más llamativas y primeras excentricidades divulgadas rápidamente por los medios de comunicación nacionales e internacionales, fue el procesamiento del general Augusto Pinochet, personaje que estaba en el punto de mira del progresismo mundial, aprovechando una breve estancia en Londres por motivos de salud, con la intención de extraditarlo a España para juzgarlo con el máximo rigor.

Corrieron abundantes ríos de tinta, acusaciones múltiples y amenazas reiteradas que no consiguieron plasmar en realidad sus absurdas intenciones.

El venerable general regresó a su patria en el momento oportuno, cuando estaba parcialmente recuperado de su larga enfermedad. Todos los intentos que el progresismo masónico internacional utilizó contra su persona –como era previsible– fracasaron.

El general falleció longevo en el Hospital Militar de Santiago de Chile, atendido con arreglo a su rango en los últimos momentos. El cadáver fue expuesto en la capilla ardiente al público, que desfiló ante el mismo expresando su gratitud, dolor, emoción y respeto.

Un funeral de Estado con masiva asistencia popular, rindiéndole los honores de ordenanza como si hubiera muerto en pleno mandato presidencial. Un verdadero y notorio ridículo para el juez mediático que ha quedado silenciado.

Varios intentos procesales internacionales posteriores aireados por los medios de comunicación de masas, como es obvio en los espacios más destacados, quedando en agua de borrajas.

No habiendo terminado su misión con el terrorismo patrio, que continúa acosándonos sin desmayo, emprende nuevos rumbos por trayectos sinuosos muy resbaladizos, susceptibles de despertar viejos rencores, generando nuevas discordias fratricidas, solucionadas por consenso nacional hace tres décadas.

Un nuevo motivo absurdo para mantenerse en el firmamento estelar, exhibiendo su figura televisiva en los telediarios. Como políticamente está mandado, hay que sumarse a las reivindicaciones de la Memoria Histórica, sin posibilidad legal alguna de prosperar, en su osado intento justiciero.

No ha meditado suficientemente las consecuencias a que se expone, al exhumar los presuntos crímenes cometidos por el bando nacional durante la Guerra Civil y en la primera época del denominado franquismo, en cumplimiento de sentencias impuestas por los tribunales competentes de la época, previo juicios, no sumarísimos.

Examine detenidamente los verdaderos crímenes cometidos por la Segunda República que accede al poder fraudulentamente –no fue nunca democrática–, desde el 14 de Abril de 1931, pasando por el 6 de Octubre de 1934 hasta la víspera de la Victoria Nacional el 1º de Abril de 1939.

A título de ejemplo, recordemos los miles de asesinatos en Paracuellos del Jarama –de cuya masacre podría informarle el “demócrata Carrillo”–, en Guadalajara, Santander –despeñados desde el Cabo Menor al mar Cantábrico–, las masivas ejecuciones en la provincia de Huesca, siendo Barbastro la diócesis más martirizada de España, cayendo víctimas de la persecución religiosa más feroz de la Historia: el Obispo, ciento catorce sacerdotes del clero secular, cinco seminaristas, cincuenta y un misioneros del Sagrado Corazón de María, nueve padres Escolapios y dieciocho monjes Benedictinos, muchos de ellos tras salvajes flagelaciones y mutilaciones, otros arrojados vivos a los ríos desde los puentes, como al párroco de Artasona de 71 años de edad. Sin olvidar las largas columnas de milicianos libertarios procedentes de Barcelona con destino al frente de Aragón, que a su paso desde Monzón asolaron los pueblos de la provincia sembrando el terror y el pánico entre sus habitantes. Los asesinatos fueron multitudinarios.

Lo mismo podríamos afirmar de la diócesis de Tortosa –Castellón y Tarragona– de la que existen líneas interminables de ejecuciones publicadas en “Historia de Tortosa” de Enrique Bayerri y el Dr. Joaquín Montserrat Cavaller.

Sumemos al vandalismo las terribles Brigadas del Amanecer que desencadenaron el odio y la muerte en la España republicana.

Al juez Garzón le resultaría más fácil y provechoso, procesar al “demócrata” Santiago Carrillo, a Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, a Manuel Azaña y al Dr. Juan Negrín, responsable de la desaparición del oro del Banco de España, de cuyo paradero final jamás se supo.

Puestos a encausar hechos retroactivos luctuosos acaecidos en la Historia de España, comencemos por la bárbara represión napoleónica tras la invasión de 1808. Los fusilamientos masivos por el funesto Fernando VII. Las desapariciones durante las guerras carlistas de ambos bandos, y un largo etcétera.

Por último, un tema recomendable para una tesis doctoral –aunque políticamente incorrecto– sería la investigación de la durísima represión aliada al término de la II Guerra Mundial, en Alemania, Italia, Francia, Austria, Japón, etc. contra los vencidos y sus colaboradores.

El Dr. Vicente Pozuelo Escudero, escribió: “La Historia debe servirse de testimonios de primera mano para que versiones interesadas no la manipulen en sentidos que falsean su contenido”. “El clima actual de apasionamiento contra el Generalísimo Franco, su persona y su obra, alcanzan a todos los frentes”.


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