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Actualizada: 16 de Junio de 2.008.  

 
 
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 El Pueblo y los soldados abandonados a su suerte en el final de la campaña de Cataluña.


Huida de los dirigentes y responsables de la República.

Por Eduardo Palomar Baró. 

 




Ya antes de finalizar la guerra civil española el 1º de Abril de 1939, con la victoria del Ejército Nacional mandado por el Generalísimo Francisco Franco, los principales responsables de la República, empezando por Manuel Azaña Díaz, huyeron despavoridos. El presidente de la República, tres días antes de la Liberación de Barcelona –hecho ocurrido el 26 de enero de 1939– salió de Llavaneras, camino del castillo de Perelada, por consejo de José Giral Pereira. En dicho castillo, requisado al industrial Miguel Mateu Plà, convivió Azaña con el Museo del Prado, ya que en la planta baja se almacenaron muchos de los cuadros. Estuvieron durante 14 meses los tesoros más valiosos del patrimonio artístico español, después de una escala en Valencia. Para acoger Las Lanzas y Las Meninas fue preciso arrancar el dintel de un ventanal. En el fumador se exhibía el Cristo de Velázquez. Los Caprichos y El 3 de mayo en Madrid de Goya, permanecieron en la iglesia de Perelada hasta después de concluida la guerra.  Los fusilamientos en la Montaña del Príncipe Pío sufrió un grave percance a su paso por Mataró, en la caja descubierta de un camión. Los hierros retorcidos de una casa bombardeada desgarraron la tela, por detrás del fanal que ilumina la matanza. En el castillo de Perelada lo restauraron, cosiéndole por la parte de atrás una camisa de dormir de la abuela del mayordomo. También se encontraba la monumental custodia de Úbeda, alta como un hombre, que había sido sacada de la caja para volver a engarzar las piedras preciosas que se habían desprendido en el largo camino. El resto del museo se ocultó en la mina de talco de los Cantà, en el pueblecito de La Vajol –municipio catalán de la comarca del Alto Ampurdán– al pie de la frontera con Francia, junto con joyas y otras prendas por valor de más de 200 millones de pesetas. Todas esas joyas de la pintura de valor incalculable, habían sido ordenadas sacar de Madrid por Negrín, con el propósito de enviarlas al extranjero. Se establecieron negociaciones con los representantes de los Museos de Francia y de Ginebra, que fueron lentas y en ocasiones dramáticas. Finalmente los camiones republicanos que llevaban los cuadros retirados del Museo del Prado, fueron cruzando de noche a Francia, con destino a Ginebra.

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Las relaciones entre el presidente de la República y el jefe del Gobierno eran cada vez más tirantes. Negrín ni siquiera se dignó comunicar a Azaña la caída de Barcelona en poder de los nacionales. Se enteró cuando escuchó por la radio que el Ejército de Franco había entrado en la Ciudad Condal y que Miguel Mateu Plà, el dueño del castillo de  Perelada, se había posesionado de la alcaldía de Barcelona.

El 24 de enero de 1939, el presidente del Gobierno Juan Negrín instaló su cuartel general (Secretaría General y Subsecretaría de Defensa) en el castillo de San Fernando y Vicente Rojo Lluch se estableció en Agullana. El 29 de enero, Azaña se reunió con Negrín y Rojo informándoles que sólo había una capacidad para resistir de 50 días y que en consecuencia, había que pedir la mediación francobritánica para obtener “una paz humanitaria”. El 31 de enero de 1939, Martínez Barrio aconsejó a Azaña abandonar Perelada, ante el incontenible avance de las tropas de Franco, y refugiarse en Massanet de Cabrenys, a trece kilómetros de Can Descals, en Darnius, donde se cobijó el propio Martínez Barrio. Azaña mandó un ayudante de la Presidencia a Massanet y éste regresó con un informe muy negativo, ya que la carretera moría en la calle Mayor y el pueblo era una trampa sin salida. Además había un destacamento de carabineros, a las órdenes de un incondicional negrinista. Azaña vivía aquellos días despavorido por la idea de ser secuestrado por Negrín, a quien creía presto a raptarle y conducirle a la Zona Central a través de Francia. Azaña reclamaba, cada vez con mayor insistencia, protección suficiente, cuando sorprendentemente se entera que el Batallón de Escolta, cuya misión era protegerlo, le era sustituido por Carabineros, ya que Negrín intentaba utilizar a aquel Batallón, con sus 700 hombres y excelente armamento, para otros fines más perentorios en el quehacer bélico. El choque entre Azaña y Negrín fue de gran violencia. El primero invocaba su condición de Presidente de la República para lograr la necesaria protección ante la gravísima situación planteada. Azaña discute duramente con el jefe del Gobierno, ya que exige que se dé alojamiento al batallón de su guardia. Por fin lo consigue, y además que se pongan guardias como retenes a la entrada de los caminos que partían de las carreteras, para que la masa fugitiva no se desviase hacia el lugar de su residencia. Al final vuelve a tener la protección de su fiel Batallón de Escolta, según él «las últimas fuerzas disciplinadas que con buena moral quedaban en Cataluña; es decir, con disciplina de Estado, no de partido».

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En La Vajol, pasa Azaña su última jornada de España. Era el sábado 4 de febrero de 1939. Ese mismo día visitó a los soldados de su escolta. Al llegar al centro de la fila, gritó: “Soldados, ¡Viva la República!” El domingo 5 de febrero de 1939, a las seis de la madrugada, Negrín se presenta en can Barris, para acompañar al presidente de la República hasta el primer pueblo francés, Les Illes. La comitiva está compuesta por el jefe del Gobierno, el Ministro sin Cartera José Giral Pereira, Riaño, Martínez Barrio, cuatro guardias, el cocinero, la esposa de Azaña y algún familiar. Según Rivas Cherif, cuñado de Azaña, el coche del presidente de las Cortes, Martínez Barrio, se quedó cruzado en el camino a consecuencia del hielo, por lo que tuvieron que proseguir a pie. Azaña y su esposa, acompañados por su séquito, pasaron los límites fronterizos. Los carabineros que estaban advertidos, le presentaron armas. El descenso fue muy lento, debido al hielo. Giral se cayó y a doña Dolores, la esposa de Azaña, le daba el brazo el doctor Negrín. Los coches de Presidencia, que habían dado la vuelta por El Portús, les esperaban allí en Les Illes, para llevar a Azaña y a los suyos a Perpiñán, camino de la Alta Saboya, donde estaba parte de la familia de su esposa. Negrín se despidió de doña Dolores con un beso en la mano y de Azaña con un «Hasta pronto, en Madrid». El presidente de la República, que consideró aquella despedida como una impertinencia, guardó silencio. Negrín reemprendió el camino hacia Agullana

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Desde Barcelona, el presidente de la Generalidad Luis Companys huyó con Andreu Abelló a Sant Hilari y a Montsolís, donde se reunieron con el conseller de Cultura Carles Pi-Sunyer, con el de Finanzas, Josep Tarradellas y el de Gobernación y Asistencia Social, Antonio Mª Sbert i Massanet. Abordaron la persistencia institucional de la Generalidad en el exilio, así como también la de las relaciones con el Gobierno de la República. Pi-Sunyer expresó la necesidad de que los tesoros artísticos catalanes, que se encontraban esparcidos por masías y algunas iglesias de Gerona, permaneciesen en Cataluña para no exponerlos a nuevos riesgos. Quedaron en que Olot sería la sede del Gobierno de la Generalidad. Ello motivó que muchos funcionarios fuesen a la capital de la Garrotxa, durmiendo en el suelo del salón de sesiones del ayuntamiento. En Gerona se encontraban los diputados del Parlamento catalán, pues habían dicho que allí se establecería la sede del poder legislativo. Desconcertados y sin que nadie les orientase, la pregunta de todos era la misma: “¿Dónde están los consellers?” Alguien, alarmado, afirma que se están agotando las reservas de gasolina y que pueden quedar allí atrapados.

Prosigue el éxodo del presidente de la Generalidad. El día 28 de enero parte hacia Darnius, junto a La Junquera, y se refugia en Can Descals, propiedad de la familia Senillosa (*) que han estado todo este tiempo en Burgos y Zaragoza, y que, con el pequeño Antonio, estaban camino de Barcelona. A Antonio, que se quedó solo en la Ciudad Condal en julio de 1936, lo canjearon tiempo después por la hija de un dirigente republicano. 

(*) Antonio de Senillosa Cros nació en Barcelona en 1928. Abogado. Perteneciente a la aristocracia catalana, fue escritor y político. Personaje contradictorio, era monárquico, liberal y ácrata. Participó en el Congreso de Munich. Secretario político del Conde de Barcelona y asesor de Tarradellas. Diputado de Coalición Democrática (1979-1982). Luego pasó a UCD, con la que perdió el escaño. Aceptó colaborar con el Gobierno socialista ocupando la dirección de Relaciones Culturales en el Ministerio de Asuntos Exteriores, desde septiembre de 1985 hasta abril de 1987 en que dimitió. Murió en accidente de coche en Sant Mori (Gerona) el 27 de febrero de 1994.

*   *   *   *   *   *

Posteriormente Companys se instala en el Mas Perxés, donde también recalan, con una escolta de gudaris, José Antonio de Aguirre, Manuel de Irujo y Julio Jáuregui, los consejeros del Gobierno vasco en el destierro. Se inician los preparativos para la marcha. De hecho ya han iniciado la huida algunos importantes dirigentes, tales como Federica Montseny Mañé, ministra de Sanidad y Asistencia Social en el gobierno presidido por Francisco Largo Caballero del 5 de noviembre de 1936, que pasó la frontera el día 28 y al día siguiente lo hizo el propio Largo Caballero. El Gobierno español exige al de la Generalidad para que le libre sus fondos, que conjuntamente saldrían de España. La Generalidad, reacia a la entrega, al principio, se vio obligada por una orden. Tarradellas se entrevista con Negrín para que el Gobierno de la República asegure financieramente la supervivencia de la Generalidad en el exilio. En Mas Perxés surge la idea del colectivo de los Cinco Presidentes, para dirimir en el exilio cuestiones como la de las finanzas: serían el de la República, el de las Cortes, el del Gobierno español y los de Cataluña y Euskadi. La idea cae bien a todos, excepto a Negrín, que sigue considerando que la guerra no está perdida. Cuando centenares de millares de seres indefensos huyen en desbandada por los Pirineos, Negrín persiste en no dar el alto al fuego que ponga término a esa tragedia. Tanto él como Álvarez del Vayo, y los corifeos del Partido Comunista, insisten en la seguridad de una conflagración mundial que venga a solucionar tan dramática situación.

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Por orden de Negrín, el general Rojo da, el día 2 de febrero de 1939, una proclama que, como presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa, suscribe aquél y que termina exigiendo: «Que todo el mundo, desde su puesto, se disponga a cumplir con su deber hasta el triunfo o hasta la muerte». He aquí el texto íntegro de esa proclama:

«Ciudadanos: Las libertades del pueblo español están amenazadas. En Cataluña se defiende hoy la continuidad de la Historia de España. Hemos sido arrollados, pero no vencidos. No importa que algunos, bastantes dirigentes del pueblo, hayan fallado en su deber huyendo al extranjero; pero el Gobierno legal está en su puesto. Quedamos menos, pero mejores; porque no envenenan nuestro ambiente con su derrotismo, ni con su corrupción. Las puertas de la frontera están abiertas para quienes quieran huir, porque no necesitamos cobardes a nuestro lado. Es necesario trabajar y combatir; tenemos medios y entereza para sostener la lucha hasta el fin, y lo haremos porque no queremos vivir como esclavos. Ya están en Barcelona llenos de españoles los campos de concentración, donde la Gestapo y la Ovra realizan su odiosa tarea. Queremos ser libres, queremos una España republicana e independiente. Queremos ser dueños de nuestra Patria sin vergonzosas tutelas y, aunque nos acosen todos los pueblos totalitarios y nos abandonen vergonzosamente los que se llaman países democráticos, tenemos valor y dignidad bastante para defender nuestro suelo y nuestro ideal. Vayan en buena hora al enemigo y al extranjero quienes no lleven a España en el corazón y digan a nuestros adversarios y al mundo entero que España no se rinde. Quienes aquí quedan sepan que el mando se halla en una sola mano; que se ejercerá con entereza y con vigor, imponiendo a todos estrictamente el cumplimiento del deber; un deber que ha de hacer de cada uno de nosotros un gigante ante la adversidad y un héroe ante el peligro.

¡Españoles!: La libertad de España está en peligro, pero la causa del pueblo español no está perdida. Que todo el mundo, desde su puesto, se disponga a cumplir con su deber hasta el triunfo o hasta la muerte. ¡Ciudadanos!¡Viva España!

2 de febrero de 1939. – El presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa Nacional, Negrín».

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Las disputas de Companys con Negrín no cesan nunca. Éste último junto con el ministro del Interior, Paulino Gómez, regatean los visados y los pasaportes a los catalanes, muy especialmente a los comprendidos en edad militar. Negrín confiesa a Martínez Barrio haber resuelto no asegurarle a Companys una salida y abandonarlo a su suerte. Martínez Barrio se horroriza y pone al corriente a Companys. Por la tarde del 4 de febrero de 1939. Companys visita a Negrín en Can Bech, el cual le anuncia su partida a Francia para el día siguiente, citándole en La Vajol, a las siete de la mañana, una hora después de la prevista para la huida de Azaña, aunque Negrín le miente y le dice que cruzarán juntos la frontera.

 

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Hacia las seis de la mañana del 5 de febrero de 1939, una comitiva de coches abandona Can Perxés. En el primero viajan Companys y Aguirre junto a Tarradellas, Pi Sunyer y Sbert. En otros automóviles se acomodan Bosch Gimpera, Irujo, el coronel Pérez Sala, Jáuregui, el comandante Escofet, los Mossos d’Escuadra y los gudaris de la escolta de Aguirre. En Can Barris, de La Vajol, debían encontrarse con Azaña y Martínez Barrio, pero allí les informaron que éstos habían salido ya hacia Francia, ya que Azaña insistió en pasar la frontera antes que Companys, a título de presidente del Estado español.

En el descenso hacia Les Illes, se cruzan con Negrín, que vuelve a Agullana después de haberse despedido de Azaña, Giral y Martínez Barrio. La bajada de la expedición comandada por Companys es lenta debido a que el camino está helado. En Les Illes, el comandante de la plaza se ha sorprendido por la presencia del presidente catalán y vasco, ya que nadie le había anunciado su llegada. Los trámites son sencillos, pues todos llevaban pasaporte, excepto la tropa. Así pues, de momento, los mossos d’escuadra y los gudaris son llevados al campo de Argelès, a donde habrá que irlos a rescatar, pues al ser domingo, es imposible realizar cualquier gestión. Companys quiere llegar a Perpiñán con los consellers y en Les Illes se despide del presidente Aguirre.

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Con la boca llena de risas, los ojos relucientes de ironía, Negrín hizo a Zugazagoitia el relato de su viaje: 

«Debería haberle obligado a acompañarme. ¡El pobre Azaña es bien digno de lástima! Tiene una encarnadura medrosa, propia de su naturaleza. El miedo le descompone como si fuese un cadáver y toma un color amarillo verdoso. Da lástima. Lo que no podía esperarme es que a mi ingreso fuese a tropezar con Aguirre y Companys. Los más sorprendidos han sido, naturalmente, ellos, que han debido sospechar que yo abandonaba el territorio nacional sin notificarles mi decisión. El juego de palabras ha sido precioso. Se han ofrecido a regresar conmigo, pero me he negado. Ausentes de Cataluña, tengo una preocupación menos». 

En un clima de euforia, al verse Negrín libre de Azaña y de Companys, tiene el propósito de dirigirse a la Zona Centro-Sur sin pasar por Francia, en un avión militar, pero Hidalgo de Cisneros le comunica que no hay ningún aeródromo practicable.

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Las calles de Figueras y las poblaciones cercanas, están repletas de refugiados civiles y militares con sus familias que vivían en el castillo. La ciudad es un hervidero de gente, con miles de refugiados de condición humilde, ministros, subsecretarios y directores generales. Suenan insistentemente la bocina del coche de un ministro, porque los carros de los refugiados no le dejan pasar. Por el suelo se desparraman las carpetas de documentos de un ministerio, cuando se está descargando un camión. Julián Zugazagoitia observa la situación: «El Estado, en su forma más miserable, estaba derrumbado por calles y plazas. Archivos, mesas, sillas, y en el mismo estado de abandono, ministros, subsecretarios, jefes de administración y la masa anónima, en grupos, de los burócratas, a los que lo precipitado del viaje, la velada y el frío de la noche habían derrotado toda compostura. Problemas obsesivos de todos: comer, lavarse, dormir…» El general Juan Hernández Sarabia tuvo que publicar un Bando en que pedía “serenidad, firmeza y confianza”.

No es menos el caos que puede ver el conseller de Cultura, Pi-Sunyer, cuando después de asegurarse que han sido evacuados los 31 intelectuales y sus 77 familiares, se puso en camino hacia Gerona, Bescanó y Olot. Coches oficiales, camiones, carros, autobuses, convoyes militares, algún blindado, gente a pie, con pesados bultos a sus espaldas. Fardos, baúles, muebles, colchones, maletas «y cestos de donde salían las cabezas enrojecidas y el claro plumaje de pollos y gallinas».

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El 7 de febrero cae Olot y los Cuerpos de Ejército X y XI quedan aislados de espaldas a Francia entre la frontera y la Seo de Urgel. El frente se rompe por todas partes. Rojo y Negrín intentan reorganizar las tropas, para que el Ejército emprenda su repliegue a Francia, indicando que se extremará la disciplina para respetar los itinerarios dispuestos. Todas las disposiciones serán superadas por los acontecimientos y se convierte en una apresurada y problemática huida. El 8 de febrero de 1939, Negrín preside en Agullana una reunión de jefes y oficiales de los escalones superiores, entre ellos Rojo, como jefe del Estado Mayor Central; Jurado, que había sustituido a Sarabia, en los Ejércitos de la Región Oriental; Perea y Modesto, en representación de los Ejércitos del Este y del Ebro, respectivamente; Hidalgo de Cisneros, Fuentes, y Patricio Azcárate, por Aviación. Artillería e Ingenieros; Delage y Borderas, en nombre de los comisarios políticos. Rojo les expone el desastre absoluto e inevitable. Un poco antes de finalizar la reunión, comunican a Rojo la entrada de las Tropas Nacionales en Figueras.

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Rápidamente Negrín comunica a los ministros que ha llegado la hora de huir a Francia. Él piensa volar, al día siguiente, a la Zona Centro-Sur desde Toulouse. De vuelta a Agullana, una enorme explosión retumba en el valle. Se trata de la voladura de buena parte del castillo de Figueras, realizada por las últimas fuerzas de Líster. Una vez Zugazagoitia regresa a Agullana con Méndez Aspe, que estaba en la mina Cantà, Negrín interrumpe el almuerzo y dispone inmediatamente la partida. Camino de la frontera, su coche alcanza el de Vicente Rojo, seguido por todo el Estado Mayor Central. Negrín cruza La Junquera. Pasan los últimos voluntarios internacionales, a los que los gendarmes obligan a entregar cuchillos, cortaplumas, relojes, prismáticos y brújulas, junto con las armas y municiones. Divididos en dos grupos son dirigidos a los campos de concentración de Argelès y de Saint Cyprien.

Se calcula que el viernes 3 de febrero unas 150.000 personas fugitivas han pasado por Figueras, de cuya estación salen los últimos trenes. La gente se arracima en los estribos, sin ningún respeto para los viejos y los niños. Por todas las carreteras y caminos que conducen a Francia, una masa silenciosa y cabizbaja avanza con lentitud. Se huye desesperadamente, casi siempre a pie –excepto, claro está, los dirigentes,  jerifaltes, ministros, consellers, intelectuales, reconocidos políticos de los gobiernos español, de Cataluña y de Euskadi, ‘distinguidos’ frentepopulistas, etc., etc.–, a veces con un carro, que transporta todo tipo de enseres. Muchos de los que huyen son catalanes, pero no faltan refugiados del norte de España, de Madrid y de Málaga

En una de las últimas casas españolas de Le Perthus, Rojo instala su Puesto de Mando. En otra se acomodan Negrín y los ministros. A las once de la mañana del día 9 de febrero, Negrín y Rojo se despiden. Aquél va a Toulouse, para volar a España, y Rojo traslada el Estado Mayor a Le Bauloi, a requerimiento de las autoridades francesas. Casi al mediodía, las tropas del general José Solchaga Zala, llegan a la Aduana Internacional, con lo que se da como finalizada la guerra civil en Cataluña.

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Los tres jefes del Ebro, Modesto, Líster y Tagüeña, pasaron a primeras horas de la mañana del 9 de febrero, la frontera francesa. Provistos de pasaportes, evitaron que les condujeran al campo de concentración de Banyuls, y en coche llegaron hasta el consulado español en Perpiñán.

Asimismo los dirigentes del Frente Popular se pusieron a salvo sin atender a los miles de izquierdistas, muchos de ellos complicados en crímenes brutales, que quedaban a merced de sus enemigos. Esos valientes y ejemplares jerifaltes se fugaron con inmensos tesoros robados al patrimonio artístico e histórico nacional y a los particulares, incluyendo a la gente sin recursos que empeñaba sus escasos bienes en los Montes de Piedad. Tanto los dirigentes políticos como los intelectuales se libraron de la terrible experiencia de los campos de concentración franceses, tales como Barcarès, Saint Cyprien, Argelès, Colliure, Agde y Bram. La clase política disfrutó de facilidades  para desplazarse ya que disponían de pasaportes para huir de España.

Su principal destino fue París, en donde pudieron obtener visados para otros países, principalmente hispanoamericanos. Muchos de los intelectuales llegaron a Toulouse, donde fueron atendidos por el Comité Universitario de Ayuda. De allí un grupo de ellos, en los que figuraban Joan Oliver, Mercè Rodoreda, Francesc Trabal, Xavier Benguerel, se aposentaron en el castillo de Roissy-en-Brie, a unos 30 kilómetros de París.

Desde Cataluña se exiliaron al Reino Unido, los siguientes personajes catalanes: 

Salvador Albert; Gaspar Alcoverro; José M. Batista Roca; Jaume Elies; Pere Fábregas; Pere Gabarró; J. Manyé (Jorge Marín); Ramón Parera; Carles Pi-Sunyer; Josep Trueta y Fermí Vergés. La gran mayoría pasó a Francia: Joan Alavedra; José Álvarez de Lara; Claudi Ametlla; Josep Andreu Abelló; Heribert Barrera; Martí Barrera; Jesús M. Bellido; Just Cabot; Lluís Capdevila; Joan Casanovas; Lluís Companys; Jaume Cornudella; Marcel.lí Domingo; Feliu Elias; Pompeu Fabra; Joan Garcxía-Castellet; Amadeu Hurtado; Josep Irla; Pere Mies; Federica Montseny; Ramón Noguera Cornet; Armand Obiols; Josep Pallach; Josep Pous Pagés; Josep Puig Cadafalch; Francesc Pujols; Eduard Ragasol; Carles Riba; Mercè Rodoreda; Pau Romera; Antoni Rovira Virgili; Santiago Rubió Tudurí; Joan Sauret; Maurici Serrahima; Ferran Soldevila; Josep Tarradellas; Rafael Tasis; Eugeni Xamar; Antoni Xirau. A Bélgica fueron: Josep Carner; Federico Escofet y Josep Sans Arrufat. Se exiliaron a Suiza: Ventura Gassol; Carles Martí Meced y Martí Rouret.

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En la noche del viernes 10 de febrero de 1939, el parte de guerra dado por el Cuartel General del Generalísimo es muy escueto: «Nuestras fuerzas han alcanzado victoriosamente en el día de hoy, todos los pasos de la frontera francesa, desde Puigcerdá hasta Portbou. La guerra en Cataluña ha terminado». A las 15 horas, la bandera bicolor ha sido izada en el coll de la Serra, entre Portbou y la población francesa de Cerbère, y media hora antes las tropas de Franco han llegado al puente internacional de Bourg-Madame, después de ocupar Puigcerdá, ciudad que se ha tenido que abandonar, porque parte de la misma ha sido minada por los rojos.

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