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Actualizada: 10 de Noviembre de 2.006.  

 
 
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Recuperar la Memoria Histórica.

Por Eduardo Palomar Baró.


Ahora que está tan de moda por todo el arco de las fuerzas políticas izquierdosas, socialistas, comunistas, nacionalistas, separatistas, republicanas, anarquistas y demás flora y fauna del rojerío rampante, de querer lo que ellos llaman, “recuperar la memoria histórica”, después de 67 años de haber sido derrotados por el Ejército Nacional comandado por el Generalísimo Franco, insisten en mantener abierta la herida, que ya estaba cicatrizada, con un afán, no se sabe si consciente o inconsciente, de ajustar cuentas, buscando la revancha y el desquite. Y para ello se dedican a falsificar la historia, para intentar engañar a los que no vivieron la Guerra Civil, a los profanos e incautos, y como último objetivo dar la vuelta al desenlace de la contienda, para obtener, por lo menos moral, que borre la derrota que sufrieron por las armas. Y es que la izquierda no ha digerido todavía que si perdió aquella guerra fue principalmente por los muchos errores que se cometieron en su bando. Y trata por todos los medios de invertir los resultados. 

Como también parece que sufren una peligrosa amnesia, es cuestión de que empecemos a hacerles que recobren la memoria, de la que saldrán muy mal parados si quieren establecer comparaciones con los “facciosos y fascistas”. Las iglesias y los conventos los quemaron los que hoy benévolamente se les llama “republicanos”. Los asesinatos de sacerdotes, curas y monjas, en elevadísimo número, están en su haber. Las checas las “inventaron” y pusieron en marcha estos “angelitos” milicianos. Los que expoliaron y abrieron las cajas de los Bancos, los que vergonzosamente robaron el oro de todos los españoles para dárselos a Stalin -el cual se mofó de tan generosos y dadivosos amigos-, los crímenes de la Cárcel Modelo, los asesinatos masivos de Paracuellos de Jarama, los “paseos”, las incautaciones de fábricas, coches, joyas y bienes en general de los ciudadanos. Las profanaciones de tumbas de religiosas y exposición de los cadáveres de las Salesas de Barcelona, el simulacro de fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús, colocado en el Cerro de los Ángeles, siendo destruido y denominado el lugar como cerro Rojo. La mayor persecución religiosa de la historia la protagonizaron los antecesores de esos que ahora exigen que la Iglesia les pida perdón... Escritores e historiadores no sospechosos precisamente de franquistas, han escrito sobre esta gran persecución a la Iglesia y a la religión. Veamos:  

 

“Posiblemente, en ninguna época de la historia de Europa, y posiblemente del mundo, se ha manifestado un odio tan apasionado contra la religión y cuanto con ella se encuentra relacionado.” (Hugh Thomas).

 

“La persecución de la Iglesia católica fue la mayor jamás vista en Europa occidental, incluso en los momentos más duros de la Revolución francesa.” (Stanley G. Payne).

 

“Los revolucionarios llevaban meses ensañándose con la Iglesia y sus sacerdotes. Nadie que tenga a la vez buena fe y buena información puede negar los horrores de esta persecución.” (Salvador de Madariaga).

 

“Los primeros tres meses de la guerra fueron el período de máximo terror en la zona republicana. Las pasiones republicanas estaban en su cenit. Los sacerdotes fueron las principales víctimas del gangsterismo puro.” (Gabriel Jackson).  

 

Habrá que refrescarles la mente a esa pléyade de mindundis, vengativos y badulaques, con la mención de las checas, esos hoteles de 5 estrellas que pusieron al servicio de los que iban a misa, de los empresarios, de los conservadores, de los estudiantes, de los “fascistas” y de las personas consideradas de orden.

 

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La checa era una institución soviética al servicio del terror y de la represión política. Verdaderos centros de tortura, asesinato y violación de los derechos humanos, que durante la guerra disponían los milicianos de partidos y sindicatos de izquierda, sobre todo en las grandes capitales, en el que se encerraba y torturaba sistemáticamente a personas de derechas, católicas o simplemente sospechosas. Normalmente eran conocidas por el lugar que se encontraba o su titular. El vocablo checa, cheka o tcheca, es la abreviatura de las palabras rusas Chreswychainaya Konissiya, que significan: Comisión extraordinaria. En la URSS se crearon las checas para combatir la contrarrevolución y se integraron orgánicamente en la Gosudarstuennoe Politicheshoe Upraveliene más conocida, por las iniciales G.P.U., la famosa Gepeú soviética, que traducido es “administración Política del Estado”. 

 

La G.P.U. fue encargada de asesorar al Gobierno de la República para establecer en España el SIM (Servicio de Investigación Militar) y su red de checas, una vez que se aprobó el plan de Indalecio Prieto, ministro de Defensa, para establecer un aparato represivo cuyo objetivo era sanear la retaguardia de colaboradores del Ejército de Franco.

 

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La más importante y terrorífica. Estaba en los sótanos del Círculo de Bellas Artes, de la calle de Alcalá,  40 hasta el 25 de octubre de 1936 y después en un palacio de la calle de Fomento, 9.  Actuaba como Comité Provincial de Investigación Pública, creado por iniciativa de Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad el 4 de agosto de 1936 y diputado de Izquierda Republicana y masón del grado 33. Así pues, era una checa que se creó a partir de las instituciones del estado y la mantenía a el gobierno frentepopulista.  Estaban treinta personas del Frente Popular que formaban seis tribunales que tomaban decisiones de vida o muerte inapelables, sin procesos ni garantías. Contra su decisión no había recursos y eso que a veces dictaban numerosas sentencias en media hora.  Si el detenido era considerado culpable se escribía en su sentencia la palabra "libertad" seguida de un punto y se le invitaba a irse a casa, pero a la salida le esperaba un grupo de milicianos que en un automóvil lo llevaban de "paseo" y lo asesinaban. Esta checa participó en los asesinatos selectivos de la Cárcel Modelo de Madrid del día 22 de agosto de 1936 e incluso el citado DGS Manuel Muñoz se negó a intervenir pese a que fue requerido para parar la matanza.  El tesorero de dicha checa Virgilio Escámez Mancebo -de Izquierda Republicana de Azaña- acudía casi a diario al director general de Seguridad para entregarle parte de lo saqueos ya que los tribunales obtenían su retribución de los resultados de las incautaciones, hasta el punto de que algunas detenciones se hacían por intereses puramente económicos.

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Tenía su sede en la misma Dirección General de Seguridad y era tan pública que el ABC los calificó como "héroes de la retaguardia" y afirmaba que entre sus servicios destacaban "500 detenciones en un par de semanas" (ABC 9/8/36).  Sus principales miembros eran el guardia de asalto Valero Serrano Tagüeña, Eloy de la Figuera, León Barrenechea, Francisco Roig y Carmelo Olmeda (alias Tarzán). Los grupos mandados por funcionarios cometían normalmente los asesinatos en la zona de la Ciudad Universitaria de Madrid.  Incluso actuaron como asesores en la depuración en Albacete.

 

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Sita en el palacio de los condes de Casa Valencia, antigua sede de Renovación Española. Actuaba oficialmente como Primera Compañía de Enlace del Ministerio de Gobernación, dependiente de Ángel Galarza y era dirigida por Alberto Vázquez Sánchez.  Tenía dos delegaciones, en las calles Fernández de la Hoz, 7 y Caracas, 17.  Vinculada de la Inspección General de Milicias Populares y dirigida por el comandante Barceló, bajo el directo control de su subordinado Justiniano García. Los miembros venían de las milicias del Círculo Socialistas del Sur de Madrid y solían hacer las ejecuciones, previa tortura, en los altos del Hipódromo y en la pradera de San Isidro. Las joyas que robaban las fundía un miliciano que las repartía entre la checa y el Director de Seguridad Manuel Muñoz.  Cuando el Gobierno huyó a Valencia, Ángel Galarza organizó la checa de Santa Úrsula, junto a las torres de Quart de la capital levantina.

 

 

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  Checa de Narváez.

 

Situada en los números 18 y 20 de la calle de Narváez, donde estaba el colegio del Sagrado Corazón.  Era el Ateneo Libertario de Retiro de la CNT, y dirigida por Mariano García Cascales.  En octubre se trasladó a un local más amplio, el restaurante Cóndor de la calle Jorge Juan, 68.

 

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Actuaba en la Iglesia ubicada en los números 72 y 74 de la calle de San Bernardo.  Desde el 22 de julio actuaba como Radio 8 del PCE y dirigida por Agapito Escanilla de Simón.  Tenía delegaciones en el número 7 de esa calle y en el número 27 de la calle Princesa, y la llamada Fundición Pasionaria, sita en la ronda de Atocha, en la cual además se fundían los materiales robados en los registros domiciliarios, y que fue muy frecuentada por La Pasionaria.

 

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Sita en la calle Ferraz, 16. Vinculada el Ateneo de Vallehermoso, actuaba como un Comité de Abastos de la CNT. Posteriormente se trasladó a la calle de Serrano, 14 por la proximidad del frente de batalla a la calle Ferraz.  La dirigía Carmelo Iglesias Muñoz, pero era controlada por el jefe de la de Fomento, Manuel Ramos.

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Comandancia de la Guardia Nacional Republicana y sede de una comisión “depuradora” de la Guardia Civil. Se hallaba en la calle de Santa Engracia, 18 y estaba dirigida por el teniente García Gumilla.  El 19 de noviembre de 1936 asesinaron juntos a 53 guardias civiles en las tapias del cementerio del Este, hoy de La Almudena.

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Estaba en el arroyo del Abroñigal, junto al puente de Ventas, y a su frente estaba el temido y tristemente famoso, Antonio Hurtado Fajardo, conocido como El Chato de Ventas

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Funcionaba en el Salón Regio de la estación de Atocha, pero en octubre del 36 se trasladó a la calle del Príncipe de Vergara, 9.  La dirigían las Milicias Ferroviarias de la CNT, estando al frente Eulogio Villalba Corrales.

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Era el Ateneo Libertario de Tetuán, que ocupaba el cine Europa de la calle de Bravo Murillo,150. Actuaba en esta checa Felipe Emilio Sandoval Cabrerizo, conocido como Doctor Muñiz, que también fue miembro de la Checa de Fomento.

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Dirigida por Cándido Bartolomé del PCE, e instalada en el edificio del Convento de Clausura de las Religiosas de la Concepción Jerónima.

 

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El socialista Agapito García Atadell, con el beneplácito de las autoridades republicanas, instaló su checa en un palacio del Paseo de la Castellana, que al igual que otras checas, empleó los archivos del Ministerio de la Gobernación para perseguir a gente de derechas y católicos e incluso funcionaba con policías nombrados entre milicianos dispuestos a realizar los crímenes. En la prensa de Madrid eran frecuentes los elogios a la Brigada de Atadell e incluso la publicación de fotografías de visitas de personalidades políticas y parlamentarias del Frente Popular, que incluso le hacían visitas oficiales. Su segundo jefe era Ángel Pedrero García y sus jefes de grupo eran Luis Ortuño y Antonio Albiach.  Esta checa liquidó algunos enemigos políticos de Ángel Galarza y Largo Caballero.  Realizó numerosos saqueos en viviendas y oficinas y se beneficiaba de una red de delatores entre porteros de fincas urbanas.  En octubre de 1936, García Atadell con dos cómplices, Luis Ortuño y Pedro Penabad, huyó de España con el botín que había acumulado, pero fue arrestado en Santa Cruz de La Palma (Canarias).  Marchaba a Hispanoamérica tras vender el botín en Marsella, pero no supuso que el barco hacía escala en la española isla de La Palma y ahí podía ser detenido al ser territorio español, siendo finalmente ejecutado en Sevilla.  Fue vituperado al final por los propios partidarios de la zona republicana por su extremada crueldad, aunque nunca habían actuado contra él ni frenaron la actuación de las otras checas.

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Sita en un chalet llamado "El Castillo" de la calle Alonso Heredia, 9. En ella era habitual aplicar hierros al rojo vivo y arrancar las uñas de los dedos de las manos y de los pies. También intervinieron en ella delincuentes comunes liberados por el Frente Popular, como Jacinto Vallejo y Román de la Hoz Vesgas (alias El vasco).  También se dedicaron al saqueo de viviendas y palacios.

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Instalada en un piso incautado de la calle del Marqués de Cubas, 19.  La dirigía Elviro Ferret Obrador, del Partido Sindicalista. Se practicaban numerosas torturas e incautaciones. Entre otros muchos fueron asesinados Emilio Llopis Roig, Manuel Lagunillo Bonilla, Juan Vázquez Armero, Carlos Pajares Bectas y José Sureda Hernández. Incluso “eliminaron” a Manuel Espasandín Bouza, militante del Frente Popular que acudió a interesarse por otro detenido y que por ello también fue asesinado. Elviro Ferret participó en el asesinato masivo de presos en la Cárcel Modelo del 22 de agosto de 1936.

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Situada en la calle Fuencarral, 103 de Madrid, en el Palacio propiedad del conde de Eleta que fue incautado por el PSOE. La dirigía el policía jefe de la escolta del embajador de la URSS en España, Anselmo Burgos Gil junto con David Vázquez. Causó numerosos asesinatos de monjas y ciudadanos católicos. Julio de Mora dio órdenes en agosto de 1936 de que se abrieran fosas en el pueblo de Boadilla del Monte para enterramientos masivos de asesinados.

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Dependía del director general de Seguridad Manuel Muñoz. En septiembre de 1936 se integró, con las mismas acciones de secuestro, tortura y asesinato, en el cuartel general del teniente coronel Mangada en la Casa de Campo y luego en Palacio.    

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Loreto Apellániz García fue el “más eficiente” jefe del SIM (Servicio de Investigación Militar) de Valencia.  Los nacionales lo consideraron como «el más cruel de los agentes republicanos». Hombre con cara de pocos amigos, pero de gran intuición e inteligencia aguda, realizó una carrera meteórica en el Ejército Rojo y en los servicios de contraespionaje. Consiguió crear una tupida red de agentes y delatores de gran eficacia que actuaban dentro de las checas .

Al terminar la guerra su nombre figuraba el primero en las listas franquistas de las personas buscadas, ya que se le consideraba como el más brutal y despiadado de los cabecillas del SIM, al que se atribuía la responsabilidad de todas las checas de este organismo durante el último período de la lucha civil. Fue detenido por militares republicanos tras el golpe del coronel Casado en marzo de 1939 y encerrado en la cárcel Modelo de Valencia, cuyo director, Tomás Ronda, se negó a liberarlo y lo entregó a los nacionales en un intento de reconciliarse con ellos y conseguir su perdón. Al ser ocupada la ciudad por las tropas franquistas fue capturado en la propia prisión, juzgado sumariamente y condenado a muerte. Fue ajusticiado a principios de abril de 1939 junto al resto de sus colaboradores.

Ante el irrefrenable avance de las tropas nacionales y la, al parecer inminente, caída de Madrid en poder de dichas fuerzas, el Gobierno republicano -el presidente de la República ya lo había hecho días antes- decidió, el 6 de noviembre de 1936, abandonar la capital del Estado y trasladarse a Valencia. Para el común de las gentes, la noticia solo tenía una connotación: miedo. Así pues, varios agentes rojos que habían actuado en las checas madrileñas se trasladaron a la capital del Turia, donde prosiguieron su trabajo. Entre los que habían alcanzado fama en Madrid, se encontraba el ya citado Agapito García Atadell.

 

 

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Una de las checas de más triste memoria para muchos valencianos se instaló en el interior del convento de Santa Úrsula, justo a la espalda de las torres de Quart, en la plaza del mismo nombre. Estuvo dirigida durante un tiempo por el comisario Juan Cobo; el comandante republicano Justiniano García, jefe de la escolta del ministro Galarza; el capitán de milicias Alberto Vázquez y sus dos hermanos, y otros que habían ejercido mando en la checa madrileña de la calle del Marqués de Riscal, de donde procedían. Como técnico con amplia autoridad figuraba, entre otros extranjeros, un individuo de nacionalidad rusa que usaba el nombre de Peter Sonin, así como su mujer, Berta, cuya actuación alcanzó notoriedad en Valencia. Tal vez el personaje más emblemático que pasara por esta checa fue el abogado Jesús-María Domingo Abargues, destacado miembro de la Comunión Tradicionalista en Gandía, que fue sometido durante tres meses a toda clase de torturas y vejaciones. Al abandonar la checa aparentaba ser un anciano y el pelo lo tenía todo blanco, a pesar de que sólo contaba 31 años de edad.

 

Por dicho convento pasaron muchas personas para ser interrogadas, como fue el caso del periodista, abogado, escritor y político Luis Lucia Lucia, fundador de la Derecha Regional Valenciana (DRV), partido demócrata cristiano. Tras el golpe militar del 18 de julio, se adhirió a la causa republicana, lo que no impidió que fuese detenido y enviado a esta checa, donde fue interrogado, aunque en ningún momento sufrió maltrato físico debido a su condición de antiguo ministro de la República, en la cartera de Comunicaciones y Obras Públicas, en los gobiernos del 6 de mayo de 1935, 25 de septiembre de 1935 y 29 de octubre de 1935, hasta diciembre del mismo año, en el que ocupó el ministerio de Obras Públicas, Cirilo del Río Rodríguez. Igualmente pasó por esta checa el periodista José Ombuena Antiñolo, que fue incomunicado en una reducida, oscura y sombría celda cuyo suelo estaba ocupado por afiladas puntas de ladrillos y cubierto por una fina capa de agua. Acurrucado, sin posibilidad de moverse o cambiar de posturas y con una escasa alimentación, estuvo allí varios días hasta que fue puesto en libertad. Su experiencia fue tan traumática y dolorosa que nunca quiso hablar de ella, ni siquiera a sus familiares y amigos más allegados. Por pertenecer a la quinta columna fue detenido y enviado a esta checa el maestro Justo de Ávila Sampascual, que era miembro de  Falange Española de la JONS.

 

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La checa de la calle de Sorní, 7 se creó poco después del pronunciamiento militar y más tarde formó parte de la red de centros del SIM del Ejército de la República. Consiguió fama allí el ya citado Loreto Apellániz. Por allí pasó el aristócrata y terrateniente Federico Espinosa de los Monteros, que fue maltratado durante tres meses. Bajo la responsabilidad de Apellániz fue atado al respaldo de una silla, donde le fueron retorcidos los órganos genitales, tortura que le provocó una grave orquitis. Igualmente fue interrogado y torturado el doctor José Luis Maíquez Noguera, destacado dirigente de la derecha local. También recibió palizas el estudiante Jesús Sancho-Tello Mercada. Fue detenido y encerrado en la checa, donde fue torturado por ser miembro de las Juventudes Católicas.

 

 

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Tomó este nombre por estar situada en la calle del Grabador Esteve, junto al viejo cauce del río, donde sufrió tortura la religiosa seglar Carmen Viel Ferrando, quien en enero de 2001 fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en el Vaticano. La detuvieron los milicianos el 2 de noviembre de 1936 y fue enviada a esta checa, donde sufrió torturas a causa de su actividad pastoral, y fusilada en la carretera del Saler la noche del 4 al 5 de noviembre, cuando tenía 42 años.

 

 

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También de triste recuerdo fue la checa instalada en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús de la calle Navellos, junto a la plaza de la Virgen, por la que pasaron numerosas personalidades de la vida cultural, económica y artística valenciana, consideradas de derechas.

 

 

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Situada en el colegio de los Escolapios, fue denominada preventorio número 1, dependiente del SIM. Pasó por esta checa el estudiante de Medicina y miembro de la Falange valenciana Francisco Aparici Mocholí, que el 18 de julio se adhirió al pronunciamiento militar. Asimismo fue enviado a esta checa el sacerdote escolapio José Antonio Puche, quien, tras ser detenido por los agentes del SIM, fue enviado al barco-prisión Rita Sister, atracado en el puerto de Valencia. De allí pasó, el 1 de junio de 1938, al preventorio número 1, donde permaneció hasta el 21 de enero de 1939 en que fue trasladado a la cárcel de Alicante. Durante el tiempo que permaneció en la checa celebró numerosas misas e incluso impartió ejercicios espirituales a los detenidos. Igualmente se encontraba el religioso franciscano Buenaventura Yagüe; el comerciante italiano Querubino Valsangiacomo; el empresario Fernando García Berlanga, hermano del que más tarde sería cineasta Luis García Berlanga; el periodista monárquico Andrés Revez, redactor del periódico ABC de Madrid.

 

 

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Tal vez una de las checas más activas fue la que se estableció en el colegio de los Escolapios de Gandia, situada en el edificio de la antigua Universidad de esta ciudad, creada por los jesuitas en el siglo XVI. Allí fue instalada en las primeras semanas de la guerra civil una checa donde eran internados «los que por su ideal político, posición económica o ideas religiosas, eran considerados enemigos de la causa roja». Al frente de ella se encontraba Roberto Espinosa Verdú, que como delegado del gobernador civil de la provincia de Valencia, actuaba como jefe. Conjuntamente con éste ejercían también la máxima autoridad los hermanos Ramón y Andrés Perelló Peiró, José María Castellá Lloret, Enrique Ballesteros Valero, Antonio Azcón Cornell, José Pedraza Lillo, Rafael Pérez Martí, Benjamín Bravo Morales, Benjamín Benedito y José Fayos. Entre los que fueron bárbaramente maltratados estaban el padre rector de los jesuitas, Tomás Sitchas; el padre Constantino Carbonell; los hermanos jesuitas Grimaltos y Gelabert; el doctor José Melís y el obrero Pascual Moreno y otros muchos que luego fueron asesinados.

 

 

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De todos los procedimientos con que se ejerció la represión política en Madrid, Valencia y Barcelona, el de las checas fue el más cruel e inhumano debido al refinamiento con que en ellas se logró la tortura física y psíquica de las víctimas. Y ello tenía que ser forzosamente así porque estos centros fueron estudiados intencionadamente y en ellos se aplicaron unas técnicas más que refinadas para facilitar el éxito del arte de la tortura.  

 


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