EL VALLE DE LOS CAÍDOS 

 

Por Pío Moa.

«Tengo la sospecha de que estos peculiares memoriosos utilizarán todos los medios a su disposición para impedir el general conocimiento de los datos».

Unos jóvenes me entrevistaron recientemente para un programa de televisión sobre el Valle de los Caídos, centrándose en los presos izquierdistas que allí trabajaron. Me mostraron un proyecto de placa que, al parecer, piensa colocar allí el gobierno actual, en recuerdo de los "presos republicanos" a quienes atribuye la construcción del monumento "en régimen de esclavitud". La placa hablaba de "reconciliación" y de recuperar la "memoria histórica". Comenté que no conocía en detalle la historia del Valle de los Caídos, pero mi experiencia al estudiar la república y la guerra civil me hacía dudar de tales afirmaciones, a la vista del gran número de mitos difundidos durante estos años bajo el marbete de historiografía "profesional" y hasta "definitiva".

Por otra parte, de entrada percibía algunas falsedades, inconciliables con la pretensión de recobrar la memoria del pasado. Así, hablar de presos republicanos ya significa desvirtuar los hechos, y no resulta creíble una reconciliación que tan mal empieza. La gran mayoría de los supuestos republicanos estaba constituida por comunistas, socialistas y anarquistas, todos ellos antidemócratas por ideología y práctica, autores de reiterados ataques a la república y de la preparación de la guerra civil. En cuanto al "régimen de esclavitud", tenía mis dudas. Los presos, según creía, trabajaban redimiendo penas por el trabajo, sistema consistente en suprimir dos o tres días de condena por cada uno trabajado. Como es sabido, al terminar la guerra los tribunales dictaron alrededor de 50.000 penas de muerte, cumpliéndose aproximadamente la mitad. Las demás fueron conmutadas a cadena perpetua, la cual, en la mayoría de los casos, se tradujo en la libertad a los seis anos y aun antes. Uno de los recursos para conseguirlo consistió en la redención de penas por el trabajo. Ahora, husmeando en internet encuentro una información de la Fundación Francisco Franco donde se tacha de falsedades algunas historias divulgadas insistentemente por los medios, especialmente por la muy manipulada televisión oficial. He aquí los hechos, según dicha fundación: no habrían trabajado en el Valle de los Caídos 20.000 presos políticos, como han hecho circular periodistas e historiadores poco escrupulosos, sino 2.000 obreros a lo largo de quince años de obras, y no todos al mismo tiempo, de los cuales sólo una minoría fueron presos. Éstos percibirían siete pesetas diarias, sueldo no desdeñable para la época, más la comida. Además, habrían sido beneficiados no con tres días de redención por día trabajado, sino con seis, aparte de otros indultos, con lo que ninguno permaneció como preso más de cinco años, siguiendo después la mayoría como trabajadores libres. En 1950 no quedaba ninguno de esos penados.

De ahí se desprende la mendacidad del aserto común de que "cientos, si no miles, de presos murieron en la construcción del monumento". Según el médico izquierdista Ángel Lausín, que también redimió allí condena ejerciendo su profesión y siguió luego hasta el fin de la obra, el número total de muertos, entre obreros libres y presos, ascendió a catorce, cifra baja para tantos trabajadores y tanto tiempo. Las condiciones también habrían sido aceptables: "Paco Rabal, miembro del PCE, reconoció que la vida allí era mucho más suave que en las prisiones... Muchos iban solos a El Escorial o a Guadarrama y no se fugaban, sino que volvían. Además, podían tener allí a sus mujeres". La escuela para los hijos de los presos era mixta, cosa excepcional entonces, y aceptada por la autoridad como concesión al maestro izquierdista, hombre de esas ideas.

Estas y otras informaciones deben ser verificadas, desde luego, por una investigación imparcial, pero desde luego tienen el mayor interés y merecen ser ampliamente conocidas para contrastarlas con las ofrecidas por los pretendidos recuperadores de la memoria. Tengo la pesimista sospecha, sin embargo, de que estos peculiares memoriosos utilizarán todos los medios -poderosos medios- a su disposición para impedir el general conocimiento y contraste de los datos por los ciudadanos. Para ello aplicarán, como de costumbre, el simple método de la censura inquisitorial, de la que puedo hablar con conocimiento de causa, por haberla sufrido.

Contrastar los informes es sólo un primer paso para acercarse a la verdad de los hechos. Después conviene aclarar al menos dos cuestiones: a) ¿cuántos presos políticos trabajaron efectivamente en la obra?, b) ¿a qué penas estaban condenados y por qué delitos reales o supuestos? Saber esto arrojaría mucha luz sobre el carácter de la represión en la época, en torno a la cual circulan demasiadas leyendas. Esa investigación debiera estar al alcance de cualquier historiador con afición y tiempo, y ánimo desde aquí a hacerla, sobre todo a jóvenes estudiosos e independientes. En relación con el tema me gustaría señalar un punto que siempre me ha intrigado y que muy rara vez ha sido tratada en la multitud de libros escritos sobre la represión: ¿por qué cayeron en manos de Franco tantos izquierdistas y separatistas implicados en el terror contra las derechas? Asombrosamente, los principales dirigentes sólo parecen haberse ocupado de su propia fuga, dejando a sus seguidores atrapados como en una ratonera, a merced de quienes pensaban ajustarles estrechas cuentas por las muertes, torturas y saqueos realizados bajo el poder del Frente Popular. Pero de esto me ocuparé en otro artículo.

® La Razón. 27 de Abril de 2.005.-

 

 

 


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