| 
 
              
                
                  | 
			Señor Alcalde: 
			Al menos en dos ocasiones, que yo recuerde, me he 
			dirigido a usted para poner en su conocimiento –aunque era 
			plenamente consciente que usted lo sabía- determinados 
			incumplimientos de normativas municipales. A saber: la exhibición 
			impúdica de todo tipo de publicaciones pornográficas en los kioscos 
			de prensa y el empleo de esos soportes publicitarios que se colocan 
			preferentemente en las esquinas de las calles anunciando casi 
			siempre ropa interior; unos soportes que fueron prohibidos, como 
			seguro que usted bien sabe, pues de resultas de despistarse un 
			conductor, mirando a la chica en bragas, murió atropellada una niña 
			en Barcelona. 
			Caso omiso, señor Alcalde. Lo que no quiere decir, 
			antes al contrario, que su corrección de progre a destiempo 
			le impidiese contestarme por medio de alguna secretaria al uso, 
			aunque si le soy sincero no entendí sus argumentos de descargo.
			 
			Con harta frecuencia emplea usted, en lo que no son 
			más que iniciativas personales, la coletilla “en nombre de todos los 
			madrileños”, usurpando el legítimo derecho que tenemos los 
			ciudadanos de Madrid a que no se nos confunda con usted. Pues sepa, 
			señor Alcalde, que a muchos nos parece usted un cantamañanas. A mí, 
			por ejemplo, sin ir más lejos. Máxime cuando todos sabemos que tales 
			actos los realiza para su sola satisfacción personal. Para seguir 
			conservando su aura de pijo progre de filias y fobias. 
			Piénselo detenidamente, señor Alcalde, y ya verá 
			como no me equivoco en eso del respeto que merecemos los ciudadanos. 
			Aunque de momento no lo vea. 
			Señor Alcalde, ciertamente que la vida es paradójica 
			y contradictoria, pero lo de ustedes en el Ayuntamiento de Madrid se 
			pasa de castaño a oscuro, pues ya es grave que en lo único 
			que se pongan de acuerdo y no se insulten sea precisamente en 
			quitarle, por lo menos es lo que piensan ustedes, los honores que 
			todos los madrileños le dieron en su día al Caudillo. Como sin duda 
			también algún día se los quitaremos a usted, quemando hasta la 
			pintura que le hagan, si es que no se la han hecho ya. Tiempo al 
			tiempo, señor Alcalde, que la vida da muchas sorpresas.  
			Resulta, pues, que lo que les ha unido 
			fraternalmente a ustedes, a los hijos de quienes no pararon de 
			lamerle las suelas de los zapatos a Franco y a los hijos de “la 
			canalla que se sublevó contra la República” (en palabras textuales 
			de Azaña), causó la guerra de 1936-39, huyó con el rabo entre las 
			piernas o se subió al monte para seguir matando, quiso implantar 
			la Dictadura del Proletariado en la España de 1976 (octava potencia 
			industrial y social del mundo) y disculpaba los crímenes de ETA, es 
			en ir contra Franco. Contra Franco treinta años muerto, 
			naturalmente.   
			Son ustedes, y usted en concreto, unos indeseables 
			pendencieros que no se dan cuenta del daño que están causando a este 
			país. Pues la división irreconciliable que están creando en la 
			sociedad pronto pasará factura. Y es que sólo ustedes, los políticos 
			en España, sois capaces de tirar piedras sobre vuestro propio 
			tejado. Una cuestión de principios, de estilo y de formación. Aunque 
			también de testosterona. Célula macho que no sólo sirve para 
			procrear.     
			¿Sabe, acaso, señor Alcalde, que la figura y la Obra 
			de Franco están más valoradas de lo que ustedes, los políticos, 
			admiten o quieren admitir? ¿Acaso, señor Alcalde, conoce las últimas 
			encuestas realizada en colegios e institutos de Enseñanza Media 
			sobre lo que se piensa de Franco, y no digamos en la Universidad?
			 
			Pues bien, si no estuviera tan obsesionado oyendo 
			los CDs y puede que también los DVDs de Ana Belén, se enteraría de 
			lo que le digo. Una apreciación de la que incluso usted se puede dar 
			cuenta, aunque no haya trabado nunca. Lo que le sitúa en la misma 
			línea que al señor Rodolfo Martín Villa y al señor José Luís 
			Rodríguez Zapatero. Entre otros significativos.    |  |  
			No crea, pues, que el Caudillo Franco se queda sin 
			los reconocimientos y títulos honoríficos que España le concedió, 
			porque todo en la vida es momentáneo. Siquiera en el país, España, 
			que ocupa los primeros puestos del mundo en corrupción y en falta de 
			eficacia institucional, según el último informe internacional.
			 
			Y por lo que le compete a usted, señor Alcalde, más 
			nos valiera a todos los madrileños, le votemos o no, que erradicase 
			la prostitución de la principal vía de Madrid, la Gran Vía, un 
			espectáculo criticado por cuantos nos visitan, extranjeros o no. O 
			que mantuviera limpias sus calles aledañas, por las que es imposible 
			pasar sin taparse la nariz por su hedor a meados y mierda humana.
			 
			Usted, señor Alcalde, es monárquico, aunque sea de 
			pacotilla, yo no. Pero en algo le tengo que dar la razón a don 
			Alberto de Mónaco, considerar que Madrid es peligroso para celebrar 
			unos Juegos Olímpicos. Y eso, fíjese, que la serenísima majestad
			monegasca lo dijo antes de los atentados del 11-M, de que ETA 
			hubiese roto una de sus treguas y de que ya tuviéramos -según el 
			Ministerio del Interior- la nada despreciable cifra de 564 grupos de 
			delincuencia organizada, que tienen a España –según opinión de las 
			policías de varios países- como el “país de las oportunidades”. Por 
			lo que entiendo que no debería hacerse el valiente, usted nunca lo 
			ha sido, lo sabemos todos, quitándole los honores a un muerto. Y un 
			muerto insigne.  
			Y ya por último, permítame que le haga llegar una 
			preocupación a tenor de que el caso del crimen del “Balcón de 
			Rosales” pronto será juzgado. ¿Señor Alcalde, responderá usted en 
			grado de omisión por la muerte del joven Álvaro Ussía. O por el 
			contrario se ira de rositas a su casa sin que le quepa ninguna 
			responsabilidad?  
			Sin otro particular,  
			Pablo Gasco de la Rocha 
			Madrid, 30 de junio de 2009 
 INICIO |