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Actualizada: 03 de Enero de 2.011.  

 
 
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 Contra los mentecatos y contra el Rey: mis argumentos


   Por Pablo Gasco de la Rocha.


Es de pura disposición natural y no admite incertidumbre alguna para el caso de la verdad, que los regímenes políticos deben de estar en función de los pueblos, y no los pueblos a expensa de ellos. Cuestión vital si, como es nuestro caso, la máxima jefatura de la nación la ostenta un señor que no ha sido elegido por sufragio universal, entronizado subterfugiamente, esto es, como escusa para sortear su dificultad dentro del mismo paquete de medidas que definen la organización jurídica y política de la nación. Que es el debate nacional pospuesto durante treinta y cinco años. Un debate que no nos hemos atrevido a plantear por ese espíritu pusilánime del que hemos hecho gala durante buena parte de nuestra historia. Por eso, en uso de mi libertad de expresión y por el bien de España, si de mí dependiese se iba mañana mismo, y con lo puesto, que es como los pueblos soberanos deben echar a los reyes ineficaces para lograr del efecto que se desea cumplan, la buena gobernabilidad de la nación.

Juan Carlos I ha sido el promotor e impulsor de esta España festiva y frívola, deconstructivista, y finalmente autodestructiva, al amparo de una clase dirigente satisfecha de sí misma, que ha propiciado la banca rota de la economía y a los que no les ha importado la quiebra de nuestro sistema educativo y la perseverancia de los valores y principios morales más elementales, a la par de promocionar la falsa cultura, convertida en espectáculo mediática al servicio del poder, conscientes del peligro que la excelencia suponía para su negocio.

Y aunque por desgracia algunas generaciones no podrán recuperar los años perdidos, hace falta una rectificación profunda y de amplia asepsia quirúrgica que opere sobre esta España en evidente estado de descomposición, que pervive más de lo conveniente cuando su tiempo histórico debe darse por concluido. Y entre esas rectificaciones, la primera, la rectificación de la forma de Estado, la Monarquía, pese a su vertiente ocurrente de ingenios. Porque hace falta recuperar el principio e ideal aristocrático que otorgue preferencia a los mejores por su capacidad y talento, que es precisamente lo democrático. Y ello, frente a la minoría monárquica y contra los juancarlistas oportunistas. 

 


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Pablo Gasco:
Contra los mentecatos ...

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Cobardes y suicidas.

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