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Actualizada: 16 de Julio de 2.006.  

 
 
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  18 de Julio, 70 aniversario del Alzamiento.

Cruzada espiritual de Occidente.

Pelayo.

El próximo 18 de julio se celebraran 70 año de la Cruzada nacional, aquel magno episodio de nuestra historia reciente que hoy algunos quieren convertir en un simple levantamiento faccioso contra un gobierno legalmente constituido. En estas líneas no pretendo analizar los factores políticos e ideológicos que intervinieron en la gestación del 18 de julio, eso lo dejo para los historiadores y analistas, mi pretensión es hablar del aspecto espiritual de aquel levantamiento protagonizado por hombres de fe y de honor.

Uno de los elementos que destacaría es el carácter religioso de aquélla lucha: los españoles que se unieron al Alzamiento nacional eran en su mayoría católicos practicantes, muchos de ellos campesinos de la noble Castilla, carlistas de la heroica Navarra, y falangistas, porque Falange tuvo siempre un importante componente catolico que la diferenciaba del Nazismo y del Fascismo, aunque con matices modernos como avanzado era el pensamiento de José Antonio. ¿Por qué se alzaron esos católicos? La razón es sencilla: estaban defendiendo su libertad religiosa, el derecho que tiene todo hombre libre de practicar su religión y educar a sus hijos en la fe recibida, que la Republica liberal y marxista les estaba negando al amparo de una Constitución masónica y antiespañola. Esta situación equipara al levantamiento del 18 de julio con las olvidas guerras vendeanas, sostenidas por los católicos franceses de la región de la Veende contra el Régimen del Terror implantado por Robespierre que, como la Republica española, negaba a los católicos franceses su derecho a rendir culto al verdadero Dios y a ser leales al Papa, intentando sustituir la Religión cristiana por un amago de Panteísmo de corte masónico, que no anda lejos de lo que hoy se quiere imponer a los católicos.

El carácter de Cruzada espiritual al Alzamiento de 1936 no sólo lo da el apoyo y manifestación explicita del mismo como Cruzada por el Papa Pío XI, sino el apoyo que recibió la causa nacional de hombres de distintos países que, unidos bajo una misma fe, vinieron a luchar contra el bolchevismo; incluso encontramos casos de no católicos en las filas nacionales, ahí tenemos a los rumanos, e incluso se sabe que en ciertas sinagogas de París se rezaba a favor del triunfo de los nacionales contra los asesinos de sacerdotes y monjas. He ahí el carácter espiritual que alcanzó nuestra Cruzada, en la cual no se lucho por la implantación de tal o cual Régimen o ideología, sino por preservar un derecho fundamental de todo hombre, que es el de poder rendir culto libremente a Dios, derecho que no puede ser restringido por ningún Estado, como hoy día parece ser que quieren ciertos señores.

A la pregunta de dónde estaba Dios en aquellas horas, que ahora hacen a la Iglesia española algunos intelectuales de izquierdas, yo les respondería con otra pregunta: dónde estaba el hombre cuanto eras asesinados hombres, mujeres, niños, ancianos, militares, sacerdotes, religiosos, monjas, hombres y mujeres de Acción Católica, estudiantes, obreros, etc., por el mero hecho de ser católicos, de ir a misa, de haberse consagrado a Dios; dónde estaba la libertad que pregonaban desde las calles, las trincheras, los panfletos, discursos, etc., cuando los maridos eras sacados de sus casas para ser fusilados en inhóspitas carreteras por ser monárquicos o católicos. En verdad el sueño de la razón produce monstruos, pero que monstruos. A esos señores intelectuales les voy a decir donde estaba Dios: Él estaba en los sacerdotes que perdonaban a sus asesinos, en los padres de familia que eran separados de sus seres queridos para ser llevados a un destino incierto, en las religiosas que eran insultadas, en los niños que eran asesinados, en aquellos jóvenes que morían en el frente después de recibir a Cristo eucaristía, en los que afrontaban el paredón con entereza y firmeza, etc. Ahí tenemos el ejemplo de José Antonio, que en los momentos anteriores a su muerte se preparaba como buen cristiano para recibirla, reconociendo sus faltas y sometiéndose a la misericordia de Dios.

Y los católicos que apoyaban a la Republica. Tal vez sean el mejor exponente de cobardía y respetos humanos que nos proporciona la historia. Como podían permanecer impasibles ante las matanzas de clérigos y religiosas; como podían escandalizarse de la represión en la zona nacional, mientras callaban ante la practicada por los rojos delante de sus propios ojos. Lo triste es que hoy día también vemos ejemplos de esta hipocresía: muchos se llaman católicos, pero apoyan o permanecen indiferentes ante los ataques que la Iglesia sufre, a cambio reciben prebendas tales como ministerios o Estatutos de Autonomía, mientras que el común de los fieles sufrimos y callamos ante las humillaciones e insultos que recibimos en nuestras personas o en las de los prelados y el Papa.

¿Qué hubiera sido de Occidente sin el 18 de julio? Ahora que en Bruselas se condena la memoria y obra del Caudillo, es tiempo de recordar que con su victoria quedo salvaguardada la civilización occidental, porque la España católica supo dar una lección a Occidente entero de que el comunismo no era invencible, sino que un pueblo pobre pero unido bajo una misma fe había sido capaz de derrotar a las hordas asiáticas de Stalin, como en otro tiempo había logrado derrotar a Napoleón, quien nos definía como “un pueblo de beatas”. Como la historia ha demostrado, Occidente no sólo no pudo derrotar al comunismo en los largos y tensos años de la Guerra Fría, sino que prefirió aliarse con él contra España, y de esa unión surgió en engendro de Unión Europea que ahora se atreve a dar lecciones de democracia, cuando el Grupo Popular Europeo debería callarse ya que en los años de la Segunda Guerra Mundial esa misma derecha no dudo en coquetear con Hitler primero y con el Comunismo después, a fin de tener tranquilas las fabricas; y la Izquierda Europea mejor seria que no estuviese en ningún órgano democrático, porque en los 60 aplaudía con beneplácito a los tanques rusos que se paseaban por Praga, al genocida de Mao y al guerrillero de salón Ernesto “Che” Guevara.

Hoy, cuando el laicismo se alza como una nueva ideología totalitaria, es más necesario que nunca ahondar en las raíces espirituales del 18 de julio, que no ha de quedarse en una mera fecha conmemorativa, al contrario, todos los días de nuestra existencia deben ser 18 de julio, porque debemos alzarnos contra todo aquello que va contra el alma de España, pero también de Occidente. Si queremos reconquistar España hemos de empezar por su alma, infundiéndole nuevo brío, volviendo a sacar la fe a las calles y plazas de nuestra Patria, solo así lograremos la verdadera unidad de España, como ya indicaba Menéndez Pelayo, en la unidad católica de España esta la clave de su unidad territorial, de ahí, que perdida la primera la segunda se haya producido y que podemos ver en un corto plazo de tiempo un Estado Federal y laico,  y del mismo modo, la unidad de Europa sólo puede nacer de la unidad de fe.

Sean estas líneas un pequeño homenaje a todos aquellos que hicieron posible, con la ayuda de Dios, que desde 1939 los españoles pudiéramos manifestar libremente nuestra fe en Cristo, y que ojala que el mismo Dios que dio la victoria a Franco, el Dios de los Ejércitos y de los Mártires, no permita que esa libertad conquistada con la sangre de nuestros Caídos sea hoy vulnerada, y que su memoria junto a la del Caudillo sea pisoteada. Que en su misericordia Dios haga ver la luz a quienes quieren privar de la suya a las almas, y como el Buen Ladrón, se conviertan y entre todos hagamos una España mejor como quería José Antonio.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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