21 de junio - Concentración

 

 

INICIO

LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

Actualizada: 22 de Junio de 2.006.  

 
 
Generalísimo.

 

Biografías.


Cronología.


Habla el Caudillo.


Retratos.


Fotos 1.


Fotos 2.


Especial 20N-03.


Especial 20N-04.


Especial 20N-05.


 

Franquismo.

 

Mitos.


Mentiras.


Actos 20N-03.


Actos 20N-04.


Actos 20N-05.


 


Actualidad.

 

Noticias.


Temas varios.


Artículos.


Calendario.


Opinión.


23-F.


Difusión.

 

Música.


Descargas.



Personalidades.

 

Carmen Polo de Franco


L. Carrero Blanco


José Calvo Sotelo


F. Vizcaíno Casas



  Opinión

Vida.

Jesús Iberia.

Con toda sinceridad, considero que después de los máximos Ideales de Dios y de Patria, en el orden de prelación y de importancia de los Principios fundamentales y eternos que defendemos, y que con toda satisfacción vengo exponiendo y explicando a nuestros lectores, el que sigue en tercer término no podía ser otro que el Principio y el Ideal de la VIDA.

Dios es el Autor de la Vida en todos sus órdenes: la Vida de la Creación, del Hombre y de la Historia.

La Patria está incardinada dentro de la Creación (realidad viviente) y de la Historia (vida en movimiento). Y como consecuencia de ellas, es también el escenario de la Vida del Hombre. 

El Hombre, que toma su existencia vital de las manos de su Creador, decide desarrollar su proyecto vital y común en un punto geográfico e histórico determinado, en el cual honra a sus ancestros y lucha por su descendencia.

Así pues, podemos determinar que sin Dios no puede haber Vida, y sin Vida no puede haber Patria.

El inicio de la Vida es fruto de la acción creadora de Dios, del cual venimos, por el cual existimos y al cual nos dirigimos.

La Vida, que representa el principio y el fin de toda existencia, de toda razón de “ser”, supone un don voluntarioso y una gracia consciente de Dios para con el Hombre, el cual está obligado a recibirla con agradecimiento y a conservarla para glorificarle a Él y para alcanzar la salvación eterna de su alma. Porque cada cual, aún siendo responsable de su vida delante de Dios, no es dueño. Sólo somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado.

Así lo determina claramente la Sagrada Escritura:

El Señor Dios formó al hombre (…) le insufló en su nariz un hálito de vida, y así el hombre llegó a ser un ser viviente” (Génesis 2, 7)

“Cuanto ha sido hecho en Él es Vida, y la vida es la luz de los hombres” (S. Juan 1, 4)

“Yo soy la resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre” (S. Juan 11, 25-26)   

Teniendo en cuenta todo esto, es claro y tajante que el derecho inalienable de todo ser humano inocente a la Vida y a la integridad física, como condición indispensable en el desarrollo de su personalidad y relación con los demás hombres, constituye el elemento esencial e insustituible de la sociedad civil organizada, y por lo tanto de la legislación que ha de informar a esta, circunstancia a la que están obligadas amparar las autoridades públicas.

En este plano social, el derecho a la propia Vida, y el porqué nacemos y existimos se convierte en la piedra angular en las relaciones del Hombre para con Dios y para con su Patria: un estado de elección y consciencia libre y a la vez responsable. En primer término, para Amarle, Servirle y Obedecerle. En segundo término, para defenderla, servirla y engrandecerla.

Como muy bien afirmara José Antonio Primo de Rivera, un 1º de marzo de 1934:

La vida no vale la pena si no es para quemarla al servicio de una empresa grande

La Vida va natural e inseparablemente unida a la fecundidad, y la fecundidad es, como ya hemos dicho, un don.

Un don concedido al hombre y a la mujer, los cuales, llamados a dar la Vida, participan del poder creador y de la paternidad de Dios.

Aclaradas todas las características que van irremisiblemente unidas al concepto y valor de la Vida, no obstante, este Principio universal se ve hoy en día atacado, desvirtuado o despreciado por una serie de graves actuaciones por parte del hombre que, en un mal uso, equivocado e injusto, de su libertad, no hacen sino herir el Plan Vital de la Creación.

Pasemos a analizar todas las amenazas que en los tiempos presentes se ciernen sobre ella, y pongamos los puntos sobre las íes donde sea necesario para encontrar aquellas soluciones urgentes de poner en marcha, y que convierten en consecuencia a la Vida en un Principio intrínsecamente bueno y justo que defender y por el que luchar:

- La Fecundación “in Vitro” y la Inseminación artificial:

Estas técnicas provocan una separación de la paternidad debido a la intervención de una persona ajena a los cónyuges, en el primer caso, o a la mujer, en el segundo.

Son gravemente deshonestas y antinaturales, porque, en primer lugar, lesionan el derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos por él y ligados entre sí por el matrimonio, y en segundo lugar, porque disocian el acto sexual del acto procreador, por lo cual lo que se obtiene como consecuencia es que el acto fundador de la vida y la existencia de un hijo ya no es un acto de amor y de donación de una persona respecto a la otra, sino que instaura un dominio de la técnica sobre el origen y el destino de la persona humana, contraria a toda dignidad. La procreación queda así privada de su perfección, desde un punto de vista moral, cuando no es querida como fruto del amor conyugal.

> Tenemos así la grave responsabilidad de resaltar que la sexualidad debe abarcar todos los aspectos de la persona humana, en una unidad total de cuerpo y alma, pues concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y procrear.

El hombre y la mujer han de darse totalmente el uno al otro para ejercitar la fecundidad como don de Dios, como una inseparable conexión que el Señor ha querido y establecido, y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, porque llamados a dar la Vida, así los padres participan en el poder creador de Dios.

- La Clonación:

Ya sea en una u otra vertiente: la terapéutica o la “reproductiva

En la primera, es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como “material biológico disponible”. Suena bien para los vivos, pero no para los embriones que merecen vivir y que son destrozados para obtener células madre.

Los que miran a la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo u otras cualidades prefijadas, cometen una manipulación que es contraria a la divinidad del ser humano, a su integridad e identidad.

En la segunda, se pretende sustituir a Dios por el Hombre como creador capacitado, obteniendo unos seres monstruosos que, al no estar creados directamente por la voluntad del Señor como imagen y semejanza suya, no poseen en consecuencia un alma inmortal capaz de salvarse o de condenarse, pudiendo ser como animales autómatas con apariencia humana sometidos a las voluntades más retorcidas, capaces de ejecutar las órdenes más perversas. Algo verdaderamente maléfico y demoníaco.

> Todo aquello que sustituya a Dios por la acción humana es, simplemente, un pecado. Y en este punto considero que no hay mejor solución que negarse taxativamente a promover o alentar una iniciativa de este tipo.

- El Aborto

Toda interrupción consciente y violentamente provocada de la gestación de un ser humano (ya sea quirúrgica, química o por administración de “medicamentos”), sea cual fuere su estado más o menos iniciado o avanzado, supone, en cualquier caso y circunstancia, una malicia moral, un crimen abominable y un daño irreparable  para la criatura, los padres y la sociedad.

La cooperación formal a un aborto constituye, independientemente del nivel de responsabilidad en él, un pecado grave que, como establece el Código de Derecho Canónico en su canon nº 1398, viene aparejado la excomunión inmediata.

La vida humana debe ser protegida y respetada de manera absoluta desde el mismo momento de su concepción; una vez que se unen el Óvulo y el Espermatozoide ya es cuando existe un ser humano independiente. Desde el primer instante de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos su derecho inviolable a la existencia.

Como bien nos señala el Catecismo, el diagnóstico prenatal es moralmente lícito si respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano, y si se orienta hacia su protección o curación. Pero se opondrá gravemente a la Ley Moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una muerte segura.

> Para evitar este verdadero Genocidio en España y en el Mundo, las Autoridades deberían elaborar tanto un Plan Nacional de Madres Solteras, para estimularlas a tener sus respectivos hijos y ayudarlas si tuvieran algún tipo de precariedad a la hora de afrontar la educación de su criatura, como una Red de Adopción que pudiera entregar a los hijos no deseados a familias que por motivos de infertilidad no pudieran procrear hijos naturalmente.

- El Suicidio:

Tan desgraciadamente de moda en nuestra Sociedad actual, sobre todo en muchísimos jóvenes de nuestro tiempo ante las oscuras perspectivas de futuro de muchos de ellos o ante el miedo a la soledad y al fracaso de muchas personas mayores, no obstante contradice la natural inclinación del ser humano a conservar y perpetuar su vida propia, y por tanto es gravemente contrario al amor a sí mismo. Ofende también amor al prójimo porque rompe injustamente los lazos de caridad y relación con las sociedades familiar, nacional y humana.

Según la Iglesia, bien es verdad que trastornos psíquicos graves, la angustia o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.

Pero no se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte, pues Dios puede haberles facilitado por caminos que él sólo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador.

> Hay que rezar por todas aquellas personas que desdichadamente han atentado contra su propia vida, y es nuestra obligación dedicar todo el tiempo y los medios posibles a nuestro alcance para procurar cuantas iniciativas promuevan, en todos los órdenes, una asistencia moral, psicológica, legal, social y económica a todos los que se encuentren en dificultades, para devolverles la ilusión por vivir y estimularles con un optimismo en proyectos de vida ambiciosos y a la vez realizables.   

- La Eutanasia:

Una acción u omisión que suponga provocar la muerte directa para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y de respeto del Dios vivo, su Creador.

> Hay que resaltar que la interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos o desproporcionados a los resultados sí puede ser legítima. Con ello no se pretende provocar la muerte, se acepta no poder impedirla.

El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable.

- El Homicidio:

Dar muerte a otro ser humano, especialmente si se comete bajo la guía del Odio, el Rencor o la Venganza, es un crimen especialmente grave “que clama al cielo” (Génesis 4, 10)

Por tanto, nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse la potestad de matar de modo directo a un ser humano inocente.

> En consecuencia, “la legítima defensa no es solamente un derecho, sino un deber grave”, como nos señala el punto 2265 del Catecismo de la Iglesia Católica, que viene así a corroborar en la actualidad el Magisterio Tradicional que ya estableciera Santo Tomás de Aquino, en la Summa Teológica:

Es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la del otro”.

Y por otra parte, el recurso extremo a la Pena Capital por parte de las autoridades legítimas que rigen los destinos de una Sociedad, precisamente para salvaguardar la vida de sus ciudadanos, viene avalado por San Agustín en sus Confesiones:

De la misma forma que el médico está facultado a amputar el miembro gangrenado para que no dañe al resto del cuerpo enfermo, así la autoridad legítima está autorizada a amputar al extraño que cause grave perjuicio  por la propia salud de la Sociedad”.

Como por el punto 2266 del Catecismo:

> “La preservación del bien común de la sociedad exige colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo, la enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamente del derecho y el deber de la legítima autoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la Pena de Muerte”.

Como por el actual Papa Benedicto XVI, en declaraciones antes de ser llamado a la Silla de Pedro, siendo todavía Cardenal:

Cuando la pena de muerte es legal, lo que se hace es castigar a un sujeto que ha cometido un delito comprobado y de extrema gravedad, y que, además, pueda ser un peligro para la paz social; es decir, se castiga a un culpable”.

Sea de este modo claro a todos, para terminar, que la vida de los hombres y la tarea de transmitirla no se limita sólo a éste Mundo y no se puede medir ni comprender sólo por él, sino que mira y ha de mirar siempre al Destino último y eterno de esos mismos hombres.


INICIO


 
La poesía de Fa
"La Zapatera"

OPINIÓN


Jesús Iberia:

Vida




Miguel Ángel:
España en peligro.

José Gabriel:
Corona republicana.



Pepe Vinagre:
Han bastado30 años

Rafael:
Juan Carlos I.




© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com