INICIO

LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

Actualizada: 01 de Abril de 2.006.  

 
 
Generalísimo.

 

Biografías.


Cronología.


Habla el Caudillo.


Retratos.


Fotos 1.


Fotos 2.


Especial 20N-03.


Especial 20N-04.


Especial 20N-05.


 

Franquismo.

 

Mitos.


Mentiras.


Actos 20N-03.


Actos 20N-04.


Actos 20N-05.


 


Actualidad.

 

Noticias.


Temas varios.


Artículos.


Calendario.


Opinión.


23-F.


Difusión.

 

Música.


Descargas.



Personalidades.

 

Carmen Polo de Franco


L. Carrero Blanco


José Calvo Sotelo


F. Vizcaíno Casas



  1º de Abril de 1939. Día de la Victoria.

Constitución del Consejo Nacional de Defensa ante la inminente derrota Republicana.

Eduardo Palomar Baró.



En la mañana del día 4 de marzo de 1939 se reunieron en el domicilio particular del coronel Segismundo Casado, las siguientes personas: Salgado, Eduardo del Val, Antonio Verardini y Cipriano Mera. El motivo principal era estudiar la situación creada a la luz de los nombramientos establecidos por el Dr. Negrín. Se tenía que obrar rápidamente, a ser posible antes de las cuarenta y ocho horas, pues se recibían noticias de que Negrín y el Partido Comunista intentarían un golpe de fuerza el día 6 o en la madrugada del 7.

El 5 de marzo de 1939 se constituyó el Consejo Nacional de Defensa, organismo pseudogubernamental, ante la ya inevitable derrota republicana, con el propósito de desbancar del poder al Gobierno, en gran parte disperso, e iniciar una serie de conversaciones con el Gobierno del Generalísimo Franco, conducentes al cese de las hostilidades.

Este consejo quedó constituido de la siguiente forma: Presidencia: general José Miaja; Defensa: coronel Segismundo Casado; Estado: Julián Besteiro; Hacienda: González Marín (CNT); Gobernación: Wenceslao Carrillo (PSOE. Padre de Santiago Carrillo); Justicia: Miguel San Andrés (Izquierda Republicana); Instrucción Pública: José del Río (Unión Republicana); Comunicaciones: Eduardo del Val (CNT); Trabajo: Antonio Pérez (UGT).

A continuación se leyó el proyecto del Manifiesto que se radiaría a las veinticuatro horas, hora en que estaban a la escucha los radioyentes para oír el parte de guerra y más aún en aquellos días, pues no era un secreto para ningún ciudadano que los nacionales preparaban una ofensiva sobre Madrid. Hacía ya bastante tiempo que hombres y mujeres de izquierdas, en las fábricas, en los talleres y sobre todo en las trágicas colas en busca de algún alimento, comentaban sin recato alguno, que todo estaba perdido y que debía acabar la guerra como fuera.

El Dr. Negrín y su Gobierno eran repudiados, como consecuencia de la consigna de resistir. Las lentejas -de pésima calidad y escasa cantidad- era el único alimento que tenía la población civil de Madrid, que las bautizó con el nombre de píldoras de resistencia del doctor Negrín.

Arriba   



Miguel San Andrés, de Izquierda Republicana, actuando como portavoz del Consejo Nacional de Defensa, hace un negro resumen de la situación, que se advierte ya totalmente irreversible:

«Trabajadores españoles. ¡Pueblo antifascista! Ha llegado el momento en que es necesario proclamar a los cuatro vientos la verdad escueta de la situación en que nos encontramos. Como revolucionarios, como españoles y como antifascistas, no podemos continuar por más tiempo aceptando la imprevisión, la carencia de orientaciones, la falta de organización y la absurda inactividad de que da muestras el Gobierno del Dr. Negrín.

La misma trascendencia del momento que atravesamos, el carácter definitivo de los que se aproximan, hace que no pueda continuar ni un momento más el silencio y la incertidumbre, origen del más tremendo desconcierto que se deriva de la conducta suicida de un puñado de hombres que todavía continúa aplicándose a sí mismo la denominación de gobierno, pero en los que nadie cree, ni en los que nadie confía.

»Han pasado semanas desde que se liquidó con una deserción general la guerra de Cataluña. Todas las promesas que se hicieron al pueblo en los más solemnes momentos, fueron olvidadas; todos los deberes, desconocidos; todos los compromisos, delictuosamente pisoteados. En tanto que el pueblo en armas sacrificaba en el área sangrienta de las batallas millares de sus mejores hijos, los hombres que se habían constituido en cabeza visible de la resistencia, abandonaban sus puestos y buscaban, en la fuga vergonzosa y vergonzante, el camino para salvar su vida aunque fuera a costa de su dignidad. Esto es lo que no puede permitirse en el resto de la España antifascista.

»No puede tolerarse, que en tanto se exige al pueblo una resistencia organizada, se hagan los preparativos para una cómoda y lucrativa fuga. No puede permitirse que en tanto el pueblo lucha, combate y muere, unos cuantos privilegiados preparen su vida en el extranjero. Para impedir esto, para borrar tanta vergüenza, para evitar que se produzca la deserción en los momentos intensamente críticos, es para lo que se constituye el Consejo Nacional de Defensa. Y hoy, con plena responsabilidad de la trascendencia de la misión que nos imponemos; con la absoluta seguridad de la lealtad de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro, en nombre del Consejo Nacional de Defensa que recoge sus poderes del arroyo donde los arrojara el gobierno del Dr. Negrín, nos dirigimos a todos los trabajadores, todos los antifascistas, a todos los españoles, para, poniéndose al frente de los deberes que a todos incumbe, darles la garantía plena de que nadie, absolutamente nadie, podrá rehuir el cumplimiento de sus deberes y esquivar en la última pirueta arlequinesca la responsabilidad que le incumbe por sus palabras y por sus promesas.

»Constitucionalmente, el Gobierno del Dr. Negrín carece de toda base jurídica en la cual apoyar su mandato. Realmente carece también de la tranquilidad y el aplomo, de la decisión de sacrificio que es exigible a todos los que, de una o de otra manera, pretenden ponerse al frente de los destinos de un pueblo tan heroico, tan abnegado como el pueblo español. En estas condiciones, al desconocer y negar la autoridad del doctor Negrín y sus Ministros para mantenerse en el poder, afirmamos nuestra propia autoridad de auténticos y genuinos defensores del pueblo español, de hombres que están dispuestos dando como garantía su propia vida, a que el destino de uno sea el destino de todos y a nadie escape el cumplimiento de los sagrados deberes que a todos incumbe por igual.

»No venimos a hacer frases. No venimos a jugar al heroísmo. Venimos a señalar el camino que puede evitar el desastre y a marchar junto con el resto de los españoles por ese camino con todas sus consecuencias. Aseguramos que no desertaremos ni toleraremos la deserción. Aseguraremos que no saldrán de España ninguno de los hombres que en España deben estar, hasta tanto que por libre determinación salgan de ella todos los que de ella quieran salir. Propugnamos la resistencia para no hundir nuestra causa en el ludibrio ni en la vergüenza. Para ello pedimos el concurso de todos los españoles. Y para esto, también damos a todos la seguridad de que nadie, absolutamente nadie, escapará al cumplimiento de los deberes que le corresponden. O nos salvamos todos, o todos nos hundimos, dijo el Dr. Negrín. Y el Consejo Nacional de Defensa se impone, como primera y última, como única tarea, convertir en realidad estas palabras. Para ello recabamos vuestro auxilio. Para ello exigimos vuestra colaboración. Y nos mostraremos inexorables con los que hurtan el pecho al cumplimiento del deber.» 

Arriba   



Terminada la lectura del Manifiesto y en representación del Consejo Nacional de Defensa, se dirigió al país Julián Besteiro, que empezó su discurso con voz trémula, para exponer la gravedad y la verdadera  realidad del momento:

«Ciudadanos españoles: Después de un largo y penoso silencio, hoy me veo obligado a dirigiros la palabra por imperativo de la conciencia, desde un micrófono de Madrid.

»Ha llegado el momento en que irrumpir con la verdad y rasgar la red de falsedades en que estamos envueltos, es una necesidad ineludible, un deber de humanidad y una exigencia de la suprema salvación de la masa inocente e irresponsable.

»¿Cuál es la realidad de la vida actual de la República? En parte lo sabéis; en parte al menos, lo ignoráis. Hoy, esa verdad, por amarga que sea, no basta reconocerla sino que es preciso proclamarla en alta voz para evitar males mayores, y dar a la actuación pública urgente toda la abnegación, todo el valor que exigen las circunstancias.

»La verdad es, conciudadanos, que después de la batalla del Ebro, los Ejércitos Nacionalistas han ocupado totalmente Cataluña, y el Gobierno republicano ha andado errante durante largo tiempo en territorios franceses.

»La verdad es que, cuando los ministros de la República se han decidido a retornar a territorio español, carecen de toda base legal y de todo prestigio moral necesario para resolver el grave problema que se presenta ante nosotros.

»Por la ausencia, y más aún, por la renuncia del Presidente de la República, ésta se encuentra decapitada. Constitucionalmente, el Presidente del Consejo no puede sustituir al Presidente dimisionario más que con la obligación estricta de convocar elecciones presidenciales en el plazo improrrogable de ocho días. Como el cumplimiento de este precepto constitucional es imposible en las actuales circunstancias, el Gobierno Negrín, falto de la asistencia presidencial y de la asistencia de la Cámara, a la cual sería vano dar una apariencia de vida, carece de toda legitimidad y no puede ostentar título alguno al respeto y al reconocimiento de los republicanos.

»¿Quiere decir esto que en el territorio de la República exista un estado de desorden? El Gobierno Negrín, cuando aún podía considerarse investido de legalidad, declaró el estado de guerra, y hoy, al desmoronarse las altas jerarquías republicanas, el Ejército de la República existe con autoridad indiscutible y la necesidad del encadenamiento de los hechos ha puesto en sus manos la solución de un problema gravísimo, de naturaleza esencialmente militar.

»¿Quiere decir esto que el Ejército de la República se encuentra desasistido de la opinión civil? Aquí, en torno mío, se halla una representación de Izquierda Republicana, otra del Partido Socialista, otra de la UGT y otra del Movimiento libertario.

»Todos estos representantes, juntamente conmigo, estamos dispuestos a prestar al Poder legítimo del Ejército Republicano la asistencia necesaria en estas horas solemnes.

»El Gobierno Negrín, con sus veladuras de la verdad, con sus verdades a medias y con sus propuestas capciosas, no puede aspirar a otra cosa que a ganar tiempo, tiempo que es perdido para el interés de la masa ciudadana, combatiente y no combatiente. Y esta política de aplazamiento no puede tener otra finalidad que alimentar la morbosa creencia de que la complicación de la vida internacional permita desencadenar una catástrofe de proporciones universales, en la cual, juntamente con nosotros, perecerían las masas proletarias de muchas naciones del mundo.

»De esta política de fanatismo catastrófico, de esta sumisión a órdenes extrañas, con una indiferencia completa ante el valor de la nación, está sobresaturada ya la opinión republicana toda. Yo os hablo desde este Madrid que ha sabido sufrir con emocionante dignidad su martirio; yo os hablo desde este “rompeolas de todas las Españas” que dijo el poeta inmortal que hemos perdido, tal vez abandonado en tierras extrañas; yo os hablo para deciros que cuando se pierde, es cuando hay que demostrar, individuos y nacionalidades, el valor moral que se posee. Se puede perder, pero con honradez y dignamente, sin negar su fe, anonadados por la desgracia. Yo os digo que una victoria moral de ese género vale mil veces más que una victoria material lograda a fuerza de claudicaciones y de vilipendio.

»Yo os pido, poniendo en esta petición todo el énfasis de la propia responsabilidad, que en este momento grave asistáis, como nosotros los asistimos, al Poder Legítimo de la República que, transitoriamente, no es otro que el Poder Militar.»

Arriba   



Acto seguido habló el curtido luchador sindicalista Cipriano Mera que desde el campo de batalla, acudió al acto para dar testimonio de adhesión al coronel Segismundo Casado:

«Trabajadores antifascistas: Españoles con dignidad. Un hijo del pueblo, carne de su carne y sangre de su sangre, militar porque desde julio de 1936 siente y cumple el deber ineludible de empuñar las armas para la defensa y la libertad de su patria, se dirige a vosotros con el corazón y la conciencia en los labios, para explicaros con toda sencillez la trascendencia de la actitud que con toda la responsabilidad asume en este momento histórico.

»La derrota sufrida por las armas antifascistas en Cataluña me ha resultado, además de dolorosa, inexplicable, mientras no he tenido el convencimiento de que fue precedida por la traición de unos hombres dispuestos a vender a precio de oro y de orgía la sangre generosa del pueblo español. La traición aludida que nos hizo perder pedazos de nuestra Patria, que ha estado a punto de dar al traste con el movimiento obrero español y que ha puesto en peligro la dignidad del antifascismo que es nuestro interés moral de mayor valía, ha culminado en la actitud alevosa y criminal de Juan Negrín, gobernante indigno de los combatientes y de los trabajadores, cuya política personalista le ha hecho incompatible con los Ministros de su Gabinete y no tiene más finalidad que la de hacer un alijo con los tesoros nacionales y huir, mientras el pueblo queda maniatado frente al enemigo

»Durante las últimas veinticuatro horas ha sucedido todo lo que puede suceder donde hay gobernantes traidores a sus promesas, a su pueblo y a todos los principios ideológicos y morales. Esto nos ha creado una situación delicada, ante la cual, este militar que os habla con la emoción que le produce el recuerdo de su vida austera y dura de trabajador manual, piensa que sólo se puede servir disciplinadamente a quien sirve a su Patria y que es indispensable enfrentarse con quien la roba, la vende o la traiciona. Las tres cosas ha hecho, como gobernante perjuro y desaprensivo, el doctor Negrín, y Cipriano Mera, albañil ayer y hoy uno de los Jefes del Ejército del Centro, pero siempre leal hijo del pueblo, al pueblo debe y quiere defender. Por eso se une a estos hombres de buena voluntad y de historia inmaculada, representantes del pueblo antifascista que constituyen el Consejo Nacional de Defensa y por eso también con toda su gente sobre las armas, y el pensamiento en la dignidad antifascista y de la Patria, os grita desde Madrid, desde este noble corazón del mundo: A partir de este momento, conciudadanos, España tiene un Gobierno y una misión: la paz. Pero la paz honrosa, basada en postulados de justicia y de hermandad. Estas palabras no son para vosotros sino para toda España. Sin humillaciones, ni debilidades, pero con la conciencia de nuestros actos, queremos la paz para España, pero, si por desgracia para todos, nuestra paz se pierde en el vacío de la incomprensión, también os digo serenamente que somos soldados y como tales estamos en nuestro puesto hasta sucumbir defendiendo la independencia de España.

»¡Trabajadores y combatientes! ¡Antifascistas dispuestos a morir por el honor de nuestra causa! De cara a todos los traidores y todos los enemigos. ¡Viva España invicta, independiente y libre! Todos en pie de guerra por la vida y el honor del pueblo que nos dio la misión de defenderle. ¡Viva su Consejo Nacional de Defensa!»

Arriba   



Cierra la sesión radiofónica el coronel Segismundo Casado, que aunque vencido, aún se siente con energías para hablar de paz o de  guerra a muerte, aunque sus palabras de poco servirán, tendiendo una mano a los que, hasta ayer, eran sus enemigos:

«Españoles de allende las trincheras: una vez más me dirijo a vosotros desde Madrid, quicio de la guerra, capital de la Patria y espejo en las ideas, los extravíos y las ambiciones que nos separan, pero mucho en el dolor que por igual sufrimos, y en el amor que no quiero suponer extinguido en vosotros, a este solar nativo que desde hace treinta y un meses estamos cubriendo de ruinas y de sangre.

»Soy lo que siempre fui y estoy donde siempre estuve. Militar que jamás intentó mandar a su pueblo, sino servirle en toda ocasión, porque entiende que la Milicia no es cerebro de la vida pública, sino brazo nacional. Quien os habla juró lealtad y leal a ella sigue; tenía la obligación de luchar por la libertad y la independencia de su pueblo y en defenderlas cifra su mayor orgullo. Desde el infausto día en que estalló la guerra, yo, como todos los militares no sublevados contra el régimen que se dio a España, pacífica y legalmente, no he tenido que hacer abjuración alguna ni he tenido que renovar promesas de lealtad. Me he limitado a cumplir mi obligación.

»Y sin más títulos que este del deber cumplido, me dirijo a vosotros, compatriotas, con el dolor de España en el corazón y su nombre en los labios, para advertiros que el pueblo ha tenido conciencia y gallardía suficientes para buscar, en medio de los horrores de la guerra, el camino de la paz mediante la conciliación en la independencia y en la libertad.

»Estos dos motivos de la guerra defensiva que sostiene la República, son los crisoles en que se funden todos los anhelos populares del lado de acá de las trincheras y así lo hemos proclamado tantas veces cuantas fueron menester y de modo rotundo y decisivo en ocasión reciente.

»No luchamos por nada ajeno a nuestra voluntad y a nuestro interés de españoles. Queremos una Patria exenta de toda tutela extraña, libre de toda supeditación a las ambiciones imperialistas que van a devastar, otra vez, a Europa y capaz de regirse internamente con plena libertad. No hay margen para otra política que la identificación absoluta con este intento supremo de defender la España no invadida, mientras llega el momento de la independencia en la libertad y en la seguridad. Altas palabras, compatriotas, que también a vosotros van dirigidas y que se quiera o no se quiera os han de obligar, tanto en conciencia como a los españoles del lado de acá de los frentes. Asimismo, no nos afectan únicamente a nosotros, sino a vosotros también os atañen en la misma medida, estas frases con que hemos expresado el dilema que tenemos delante y la decisión con que lo mira el pueblo. O todos nos salvamos, o todos nos hundimos en la exterminación y el oprobio. Nuestra suerte está echada y sólo depende de nosotros mismos el salir del trance difícil, por nuestra voluntad y nuestra resolución común. Escoged, españoles de la zona invadida, entre los extranjeros y los compatriotas. Entre la libertad fecunda y la ruinosa esclavitud; entre la paz y el provecho de España o la guerra al servicio de la locura imperialista. En nuestra zona no hay extranjeros. Para que el carácter de nuestra lucha no quede en dudas mal intencionadas, hemos prescindido de la ayuda que quisieron prestarnos algunos hombres de diversos países sin intervención de ningún Estado. Sólo españoles hay en nuestro Ejército... Volved los ojos al interés patriótico. La mirada en España. Es esto lo que nos importa como base de cualquier aspiración que lícitamente podamos tener.

»Nuestra guerra no terminará mientras no aseguréis la independencia de España. El pueblo español no abandonará las armas mientras no tenga la garantía de una paz sin crímenes. ¡Establecedla! No soy yo quien así os habla. Os dice esto un millón de hombres movilizados para la guerra y una retaguardia sin fronteras de retirada, dispuesta a batirse y luchar a muerte por la consecución de estos fines que son la paz.

»Asegurar la paz de España y evitar que nuestro país se sumerja en un mar de sangre, de odio y de persecución que hagan imposible por muchas generaciones una patria española unida por algo más que la dominación extranjera, la violencia o el terror.

»En vuestras manos, que no en las nuestras, están hoy la paz -necesaria para que España se recobre a sí misma- y la guerra -sangría que la debilita y la desbrava para ponerla al servicio del invasor-. Escoged, que si nos ofrecierais la paz, encontraríais generoso nuestro corazón de españoles, y si continuaseis la guerra, hallaríais implacable, segura, templada como el acero de las bayonetas, nuestra heroica moral de combatientes. O la paz por España o la lucha a muerte. Para una y para otra decisión estamos dispuestos los españoles independientes y libres que no tomamos sobre nuestra conciencia la responsabilidad de destruir nuestra Patria.

»¡Españoles! ¡Viva la República! ¡Viva España!»

Arriba   



El Consejo Nacional de Defensa, opuesto a la idea de Negrín de resistir a ultranza, la noche del 5 al 6 de marzo de 1939, se sublevó contra el Gobierno legítimo de la República. El alzamiento comunista no se hizo esperar y así en la mencionada noche, se sublevaron la 8ª División y la 42 Brigada de la 7ª División, ambas pertenecientes al II Cuerpo de Ejército. El coronel Luis Barceló Jover, que había hecho promesa de lealtad al Consejo de Defensa, se proclamó Jefe del Ejército del Centro del Gobierno de Negrín, empleando algunas unidades que sacó del frente. La 8ª División ocupó las plazas de Colón y la Cibeles y la 42 Brigada llegó a los Nuevos Ministerios. En la mañana del día 6, el Partido Comunista lanzó y repartió manifiestos, que crearon en la población civil y en el Ejército un estado de confusión y de duda, que puso en gran riesgo al Consejo Nacional de Defensa. Las fuerzas del Consejo eran muy escasas, por lo que los comunistas avanzaban con mucha facilidad. Los guerrilleros comunistas cortaron las comunicaciones telefónicas.

En la mañana del 7 el general Manuel Matallana Gómez asumió el mando de las fuerzas del Consejo y el general Miaja se hizo cargo de la Presidencia del mismo. La situación era gravísima, siendo tomada la posición Jaca (Alameda de Osuna) por la columna comunista de la 300 División de guerrilleros, asesinando  a los tres Jefes de la Sección del Estado Mayor de Segismundo Casado, Arnoldo Fernández Urbano, José Pérez Gazzolo y Otero. Ocuparon el Parque del Retiro y las plazas de Manuel Becerra y de la Independencia.

La encarnizada lucha duró seis días, finalizando el 12 de marzo de 1939. El coronel Antonio Ortega Gutiérrez, incondicional comunista, adoptó una actitud un tanto ambigua cuando el coronel Casado se sublevó contra el Gobierno presidido por Negrín, al hacer el papel de mediador entre ambos bandos republicanos. El Consejo le autorizó para que hiciera esa gestión. Los comunistas estaban dispuestos a entregarse al Consejo, si éste les garantizaba:

1º. La vida de los rehenes.

2º. Un puesto en el Consejo Nacional de Defensa.

Como réplica a las pretensiones, el Consejo dio a los comunistas la siguiente nota:

«El Consejo dará por terminada la lucha con las siguientes condiciones:

1º. Deposición de las armas, reintegrándose inmediatamente a sus fuerzas en el sitio que ocupaban el día que se constituyó el Consejo Nacional de Defensa.

2º. Entregar al Consejo todos los militares y civiles que se encuentren detenidos por el bando sublevado.

3º. Promesa por el Consejo Nacional de Defensa que procurará sancionar los hechos, sin apasionamiento.

4º. Sustitución y retiro de todos los mandos y Comisarios en la forma y por el procedimiento que estime mejor el Consejo Nacional de Defensa.

5º. El Consejo Nacional de Defensa pondrá en libertad a todos los detenidos comunistas, que no hayan cometido ningún hecho delictivo.

6º. El Consejo Nacional de Defensa, una vez liquidado por completo este pleito, no tendrá inconveniente en escuchar a los representantes del Partido Comunista.

Cuartel General, 12 de marzo de 1939.

Por el Consejo Nacional de Defensa

El Consejero de Defensa

Firmado: Segismundo Casado.»

El Partido Comunista contestó con el siguiente escrito:

«Hemos vivido seis días de lucha en Madrid y el Partido Comunista considera que su prolongación sería un horrible daño para la Patria. Por eso ha decidido interponer su influencia para que cese el fuego en atención al deber supremo de unir los esfuerzos posibles contra los invasores, ante la inminencia de una ofensiva enemiga por cualquiera de nuestros frentes, y teniendo en cuenta que el doctor Negrín ha creído conveniente abandonar España.

El Partido Comunista, que en ningún momento ha realizado actos ni ha albergado intenciones que le aparten de una línea política suficientemente conocida y consecuentemente practicada, declara hoy que, sin la unidad de nuestro pueblo, toda resistencia es imposible, llama a todos los españoles a una concordia positiva y fecunda en interés de nuestra independencia y de nuestra libertad.

Hemos conocido los acuerdos del Consejo Nacional de Defensa sobre las condiciones de una pacificación interior y que descarta toda idea de represalias. En estas condiciones, no sólo abandonamos nuestra resistencia al Poder Constituido sino que los comunistas en el frente y en la retaguardia, en los puntos de trabajo y de lucha, seguirán dando a la Patria, como hasta ahora, con su sangre y su vida, el ejemplo de su abnegado sacrificio de su heroísmo y disciplina.

12 de marzo de 1939.»

El Consejo encargó al coronel Antonio Ortega Gutiérrez que aconsejara a los dirigentes, mandos y comisarios principalmente complicados que salieran de España. Se mantuvo el criterio de reducir las sanciones de pena capital a las indispensables, aprobándose solamente la pena de muerte al coronel Barceló y al comisario Conesa, los dos grandes responsables de la rebelión, y que bajo su mandato se habían cometido muchos asesinatos y toda clase de atropellos. Ejecutadas las dos sentencias, se aplicó el indulto a los demás casos.

Derrotados los comunistas, Casado entró en relación con las autoridades de Burgos, pero éstas no le prestaron gran atención y desde el primer momento le negaron todas y cada una de sus pretensiones, exigiendo, sin otra posible opción

Arriba   



La ofensiva de las tropas nacionales era inminente. Ante su empuje arrollador, nada podían hacer ya los rojos. Los jefes y oficiales abandonaron los frentes y dejaron a las tropas marcharse en busca de sus hogares. En la tarde del 27 de marzo de 1939, el Jefe del Ejército del Centro, el coronel Adolfo Prada informó a Casado que unidades enteras se pasaban al enemigo en la Casa de Campo y en la Ciudad Universitaria. El Jefe del II Cuerpo del Ejército, el teniente coronel Zuleta comunicaba que algunos de los batallones estaban en terreno de nadie, confraternizando con los Nacionales, con guitarras, botas de vino, bailes y canciones.

A las veintiuna horas del día 27 el Jefe del Ejército del Centro informaba a Segismundo Casado que todas las fuerzas de los Cuerpos del Ejército I, II y III habían abandonado el frente, quedando solamente los Estados Mayores. Madrid quedaba a merced de los tropas del Generalísimo Franco.

Los miembros del Consejo de Defensa continuaban en Madrid, con excepción del general José Miaja Menant, que se trasladó a Valencia en avión. Se exilió primero a Orán y a Francia y, por último, a México, donde se le rodeó de todos los honores y permaneció hasta su fallecimiento en 1958.

En la mañana del 28, todos se trasladaron a Valencia, con la excepción de Ariño y de Julián Besteiro, que se quedaron en Madrid.

Segismundo Casado López se dirigió al aeródromo de Algete, y en un avión Douglas de 30 plazas, regalo personal que habían hecho al Jefe del Ejército del Centro los norteamericanos simpatizantes de la causa republicana, se dirigió a Valencia y de allí a Gandía, en cuyo puerto embarcó con destino a Marsella. Algún tiempo después se instaló en Gran Bretaña, donde permaneció hasta su definitiva vuelta a España, siendo juzgado a su regreso por un consejo de guerra y absuelto de los cargos que se le imputaron, aunque no se le reconoció el derecho, como al parecer él pretendía, de reingresar en el ejército. Murió en Madrid en 1968.

Arriba   



El martes 28 de marzo de 1939 y bajo el título El epílogo de la guerra, con grandes caracteres publicaba: Ha comenzado la ofensiva final y definitiva. El domingo se rompió el frente de Córdoba y ayer, lunes, el del Tajo. Nuestras tropas avanzan en profundidad de muchos kilómetros. Se ocupan numerosos pueblos. Caen en poder de la España Nacional millares y millares de prisioneros.

El miércoles 29 de marzo de 1939, también con grandes titulares se podía leer:

¡18 de julio!  -  ¡¡28 de marzo  -  ¡¡¡La guerra ha terminado!!!

Madrid se ha incorporado a España

Ayer, a media mañana, las tropas invictas del Caudillo Franco entraron victoriosamente en la capital, que las recibió con delirante júbilo

Las fuerzas rojas, derrotadas y fugitivas, no pueden hacer frente a la potencialidad arrolladora de la gran ofensiva iniciada hace dos días por el glorioso Ejército español.

Parte oficial de guerra

Las tropas españolas han liberado la capital de España de la barbarie roja

Más de 50.000 prisioneros en una sola jornada

El Escorial, Tarancón, Aranjuez, Buitrago, Tembleque, Navahermosa y otros pueblos importantes, en poder de la España Nacional

Arriba   



«En el día de hoy, las tropas españolas han liberado la capital de España de la barbarie roja, recogiendo los frutos de las grandes victorias anteriores y de las roturas que, a partir del día 25, se van produciendo en todos los sectores de los frentes.

El número de prisioneros en el sector Centro pasa de 40.000, habiéndose ocupado por nuestras fuerzas el embalse del Lozoya, y los pueblos de Buitrago, Morazarzal, Collado Villalba, Los Molinos, El Escorial, Aranjuez, Tarancón, Santa Cruz de la Zarza, Millo, Tembleque, Turleque, Marjaliza, Las Ventas con Peña Aguilera y Navahermosa.

Entre el numerosísimo armamento recogido, figuran en el día de hoy, cuatro baterías completas; y a la artillería cogida ayer, que se hizo constar en el parte, hay que agregar ocho piezas más del 15’5.

Nuestras tropas, en el Sur, también han continuado su avance, habiendo ocupado, durante la noche pasada, el pueblo de Adamuz; y hoy, los de Chillón, Almadenejos, Guadálmez, San Benito, Conquista, Venta de Azué, Marmolejo, Andújar, Los Caserones y Capilla.

Se ha efectuado, además, la limpieza de toda la zona minera de Almadén y la del terreno comprendido entre el pantano de Guadalmellato y Montoro.

En las minas de Almadén se ha encontrado gran cantidad de mercurio, y en toda esta zona de operaciones se ha cogido mucho armamento, material y municiones.

No se conoce exactamente, a la hora de dar el parte, el número de prisioneros y de presentados, pero se sabe que unos y otros suman varios millares.

En Levante se han ocupado Alcudia de Veo, Castillo de Castro, Vértice Nevera y los pueblos de Cifuentes, Yelas, Barriopedros, Valderrobledo, Masegoso,Gajanejos, Torre del Burgo, Torre-Veleña y varias posiciones.

El número de prisioneros y presentados es de 7.500, entre los que se cuentan tres

Batallones completos.

Actividad de la aviación. Nuestra aviación ha cooperado activamente en las operaciones de hoy.

Salamanca, 28 de marzo de 1939. III Año Triunfal.

De orden de S.E., el General Jefe de Estado Mayor, Francisco Martín Moreno.»

Arriba   



FRANCO, CAUDILLO VICTORIOSO

Cuartel General del Generalísimo

ESTADO MAYOR

PARTE OFICIAL DE GUERRA correspondiente al día 1º. De abril de 1939 – III Año Triunfal – En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares.

La guerra ha terminado

Burgos, 1º. De abril de 1939.

AÑO DE LA VICTORIA

Generalísimo Franco

Arriba   


INICIO



© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.012. - España -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com