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Actualizada: 17 de Abril de 2.006.  

 
 
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  Opinión

Menéndez Pelayo. 

Godofredo.

¿Qué habrá hecho el emérito intelectual español para ser objeto de la ira iconoclasta de la actual directora de la Biblioteca Nacional? Tal vez el problema sea que Don Marcelino Menéndez Pelayo era, no sólo un buen español, sino un ferviente católico, además de un gran intelectual que dejaría en ridículo a muchos de los que hoy pontifican en nuestras cátedras universitarias, que ocupan década tras década formando, o por decir la verdad, deformando a la juventud española, y que no verían con disgusto el que se retirase esa estatua de aquel “fanático ultramontano”, que les recuerda que son enanos a lomos de gigantes.

Para los que nos dedicamos a la Historia, evidentemente desde una perspectiva católica, y por ello semiclandestina, la figura de Don Marcelino es un modelo al que espiramos imitar, no sólo por su marcada fe, sino también por su formación y por los logros que alcanzó a una edad en la que muchos de nosotros estamos todavía esperando lograr un trabajo digno dentro del ámbito universitario, saturado de sátrapas que todavía creen en que Marx vendrá y nos redimirá de la lacra de la religión, y nos descubrirá las maravillas del Materialismo histórico. Esta es la triste realidad de la Universidad publica española, donde en muchos casos el alumno recibe una buena dosis de adoctrinamiento marxista o similar, dándose el caso de que muchos entran creyentes y salen ateos convencidos.

Pero volviendo al caso de la estatua, quisiera saber que mal hace en el lugar en que esta emplazada, pues en Don Marcelino se da la doble circunstancia de haber sido un gran intelectual y director de la misma. Será que la señora directora querrá colocar allí un monumento que recuerde a su persona, o alquilara el espacio para alguna escultura más funcional, cuyo significado el espectador tenga que descubrir tras largas y arduas meditaciones simbolistas. Sea lo que sea, lo curioso es que en España estamos viviendo una epidemia curiosa, que sólo afecta a los monumentos, y entre ellos a las estatuas de ciertos personajes que no parecen cuadrar en el nuevo orden nacional. ¿Se verán afectadas por esta epidemia las estatuas que adornar la escalinata de la Biblioteca Nacional? ¿La estatua de Isabel La Católica ubicada en Concha Espina? ¿La levantada en honor de Su Santidad Juan Pablo II?, y lo que seria más curioso, ¿desaparecerá el monumento a Alfonso XII del Retiro y será sustituido por otro en honor al nuevo Pacificador?

En fin, esperemos que no se lleve a cabo este acto en contra de una de las mayores figuras de la intelectualidad española, y en caso de que se llevase a cabo no estaría mal erigir otro monumento a Don Marcelino allí donde la larga mano de la directora de la Biblioteca Nacional no puede tocarlo, pero en esta España que nos ha tocado vivir ninguna estatua esta ya a salvo, bueno casi ninguna, pues depende del personaje y de los planes de remodelación de plazas y monumentos del Ministerio de Fomento.


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