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Actualizada: 22 de Julio de 2.007.  

 
 
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 18 de Julio, 71 aniversario del Alzamiento.

El error de Franco.

 

Por Rafael Sanz. 


Cuando un sobrino le pidió a Isabel II autorización para contraer matrimonio con una prima suya, ésta le contestó: “¿Es que no hay ya suficientes imbéciles en la familia ?”

La endogamia ha sido una constante de las familias reales y su amplio elenco de mediocridades, que tantos tronos han hecho caer. La mediocridad e ineptitud de los últimos soberanos de Alemania , Rusia y Francia contribuyó en gran medida a la caída de la monarquía en dichos países. En todos los casos el país sobrevivió al fin de la monarquía, pero tuvo que sufrir grandes tragedias nacionales que se prolongaron durante décadas.

Es posible que Franco sopesase durante décadas lo que iba a ser de su obra, un país que funcionaba y al que había librado de los horrores de la Guerra mundial, la desintegración territorial  y el comunismo. Franco pensó, influido por Carrero Blanco, eminencia gris del régimen desde 1942, que la monarquía garantizaba la estabilidad del estado y la continuidad de su obra. Quizás dudase en más de una ocasión sobre la idoneidad del candidato elegido.

Con los países ocurre como con las familias, en las que un heredero puede dilapidar los ahorros de generaciones. Nuestro país sigue viviendo de las rentas acumuladas por cuatro décadas de sacrificios y austeridad , pero el paso de la monarquía electiva, que Franco representaba, a la monarquía hereditaria encarnada por Juan Carlos, no ha traído al país la estabilidad y permanencia que se le presumía al sistema dinástico. Es posible que algún día haya que frenar antes de caer al precipicio y se tenga que tomar de nuevo el camino de la monarquía electiva que tan buen resultado dió con Franco.

Porque el balance de Franco, a las 3 décadas de su muerte, es positivo y negativo a la vez. Positivo en cuanto a lo realizado bajo su mandato,  negativo por haber confiado el destino de millones de personas a un heredero que el tiempo ha demostrado incapaz de librarnos de los viejos fantasmas de la desintegración territorial y de los nuevos del colapso demográfico y social.

Tras las mediocridades de Luis XVI, Luis XVIII, Carlos X y el conde de Chambord, (el último Borbón de la rama directa, que murió sin hijos en 1883 tras haber rechazado en 1873 el trono que el parlamento francés le ofrecía), Francia había preferido la mediocridad de la tercera república a la ineptitud de los Borbones. Cuando en 1940 el joven conde de París visita al mariscal Pétain, el viejo patriota republicano, entonces Jefe de Estado, le dice: “Bien, jovencito, ¿Quiere Vd. mi puesto? “. Nunca Franco se dirigió a su sucesor de forma tan directa y realista, y quizás ese fue su error. Los franceses han tenido siempre más sentido de la historia que nuestros compatriotas, que a pesar de la demostrada ineptitud de una familia que dió lugar a monarcas tan ineptos como Felipe V, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II y Alfonso XIII, han vuelto a confiar las riendas del estado al vástago de un linaje que no se distinguió por su buen hacer. Ni en nuestro país ni en el país vecino, han demostrado ser los Borbones un linaje de estadistas, y aunque los países más avanzados, de Suecia a Canadá, de Australia a Japón, conservan la antigua forma monárquica, no es menos cierto que las grandes catastrofes del siglo XX van ligadas al recuerdo de soberanos ineptos que en Europa Central y Oriental dieron paso al caos y la decadencia. El tiempo pone a todo el mundo en su lugar, y a medida que cada día se confirma la mediocridad y futilidad de ciertos linajes de alta cuna, se hace más grande la figura del militar que manejó con prudencia y habilidad la nave del estado, un estado que está a punto de naufragar por la inercia del heredero.

 


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