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Actualizada: 18 de Enero de 2.006.  

 
 
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Jaime López-Dóriga.

Que se dejen de ruido de sables. El único ruido que se oye en España desde hace tiempo  es el ruido estridente que hacen los anacrónicos nacionalistas, auténticos y reconocidos enemigos de la España que componen, a los que esa propia España está dando todo tipo de facilidades para su final y total independencia.

Tratemos esto como si de una familia se tratara. La familia sería España, el padre sería la Constitución, las Cortes, el Rey, y los hijos, cada una de las Regiones de España. A cada hijo le ha sido dado, con tremenda generosidad, un Estatuto de Autonomía, y cada hijo lo ha utilizado según le ha parecido. Algunos hijos, como Cataluña, lejos de utilizar la confianza del padre y agradecerla procurando el bien de la familia y, por lo tanto, de sus demás hermanos, plantea serios problemas, pese a ser uno de los hijos mejor avenidos económicamente. Desde el principio creó partidos políticos que afirmaban que ese hijo era mejor y más importante que sus hermanos, y se le permitió. Se le permitió también utilizar conjuntamente una lengua menor con la común y mundial lengua Española y el padre, lejos de meterle en cintura, se lo permitió. Cerró el padre también los ojos a la imposición del catalán sobre el Español en prácticamente todos los ámbitos de la vida catalana (el castrense, afortunadamente, siempre ha sido una excepción, y hay que vanagloriarse de ello).

Tantas otras afrentas ha hecho Cataluña a su familia España, y a sus señores el Rey y la Constitución en estos años, que viendo la permisividad con que se han tratado éstas, no deja a Cataluña otra opción que seguir con esa farsa a la que llaman identidad propia. Ahora presentan, desde el mayoritariamente nacionalista parlamento regional, un texto de reforma de Estatuto absolutamente fuera de tono teniendo en cuenta el marco legal que se supone existe –aunque no se cumpla- en España. Piden a Papá más dinero, que la guerra al idioma Español sea declarada legalmente y por escrito, la imposición de otro idioma para los araneses, que por lo visto son algo así como el primer nieto, que siente la necesidad de diferenciarse de todo lo preexistente y un largo etcétera. ¡Lo que piden!

¿Y qué hace Papá? Parece que cederá una vez más. Cederá pero, por vergüenza torera –Españolísima por cierto- cambiará de sitio alguna nimiedad como la de crear ahora de repente, nada más y nada menos que la nación catalana. He de confesar que me hierve la sangre cuando escribo esas cosas. Así que, por el bien de mi salud, la cual tengo intención de preservar con más ahínco que España su Sagrada Unidad, propondré a la clase política actual que nos gobierna, que aunque estamos cada vez más descontentos con ella, no repita la bajada de pantalones que incluye el Artículo 2 de la Constitución, que reconoce nacionalidades dentro de la Nación Española. En ese reconocimiento se apoyan los que quieren un nuevo Estatuto para Cataluña como nación. No repitan ese fallo reconociendo una nación nueva aunque sea en el preámbulo del nuevo Estatuto, no vaya a ser que algún diputado de ese parlamento nacionalista, al salir de la piscina de Pedro J. Ramírez le baje los pantalones otra vez a España y declare a Cataluña independiente.


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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