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Actualizada: 31 de Octubre de 2.006.  

 
 
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En una España cambiante: un libro que hay que leer.


Por Ricardo Pardo Zancada.

Acaba de aparecer un libro que contiene las memorias de un ministro del primer gobierno de Franco, aquel cuya composición se daba a conocer el 30 de enero de 1938 y que quedó reflejado en una fotografía muy conocida en la que asombra la modestia del entorno reflejada en un tapete floreado, casi de cuarto de estar. Se trata de don Pedro González-Bueno y Bocos que se integraba en el gabinete como ministro de Organización y Acción Sindical. Tal era entonces la denominación de la cartera que después se conocería como Ministerio del Trabajo.

Esas memorias, escritas cuando su autor contaba ya avanzada edad, nos reflejan la clara imagen  de un buen español, excelente padre de familia y competente profesional, cuya inquietud por el bien de su patria va a presidir toda su intensa actividad y que es testigo de excepción de una época y de unos personajes con gran influencia en la vida nacional.

Pedro González-Bueno a la izquierda de Francisco Franco, 1938

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El período en que se desarrolla la vida del autor (1896-1985) ya le presta a la obra un especial interés. Es el tránsito desde una España que acaba de dejar atrás la más prolongada etapa de decadencia de su historia y el pesimismo del 98, para convertirse en la segunda mitad de ese lapso en una nación moderna y próspera y que mira su futuro con ilusión y esperanza. Ello después de una dura guerra de tres años, que a su carácter de lucha fratricida entre las dos Españas, simultaneó la confrontación entre dos concepciones opuestas del mundo, de la sociedad y del hombre.

Pero no sólo hay que mirar al pasado para valorar el interés de esas vivencias y recuerdos de un ministro de Franco, como reza el subtítulo de la obra. Hay que añadir a ello el ambiente en que se publican. Unos momentos los de hoy en que parece ser factor común del conjunto de la clase política del país una actitud de rencor e inquina contra lo que fue nuestro pasado reciente manifestada, venga o no a cuento, en el insulto y descalificación del hombre que durante cuarenta años rigió los destinos de nuestra patria y de cuyo mandato tiene su origen no poco de lo que hoy regula y rige la vida nacional. No hace mucho, una conocida periodista que desempeña un cargo próximo al secretario general del PP, Sr. Acebes, calificaba a Franco como villano dictador o expresión similar. Valga la anécdota como botón de muestra de lo que aquí se afirma.

En otro sector de esa clase política el rencor, en otro paso más, da lugar al insensato intento de lo que se ha bautizado como “recuperación” de la memoria histórica que supondrá una vuelta atrás con el regreso a situaciones que parecían felizmente superadas. En ese ambiente las memorias del ministro González-Bueno ayudarán a quienes las lean a poner en tela de juicio no pocos de los mitos que hoy se manejan con tanta maldad en unos como torpeza en otros.

Pero volvamos al libro objeto de este comentario. El relato abarca tres partes bien diferenciadas. La primera esta dedicada a describir los años de juventud de nuestro personaje, desde los de formación en la Institución Libre de Enseñanza – a la que dedica jugosos comentarios – hasta su titulación como ingeniero de Caminos y sus primeros trabajos profesionales. Todo el recorrido con un especial interés porque en esa etapa se está fraguando la situación que va a dar lugar al enfrentamiento entre españoles. En ella el protagonista tiene ocasión de conocer a José Antonio Primo de Rivera y de tratar asiduamente al diputado por el Bloque Nacional, José Calvo Sotelo, cuyo vil asesinato a manos de guardias de asalto y pistoleros socialistas iba a desembocar en el comienzo de la guerra civil. Puede contemplarse así, como en una radiografía, esa dramática situación nacional a la que algunos parecen querer que regresemos.

La segunda parte está dedicada al relato de las vivencias del que fue ministro de Franco durante apenas año y medio. En esa parte de las memorias queda claramente de manifiesto la actividad febril que desarrolla el ministro. Una actividad a la que con toda justicia se refiere el último ministro de Trabajo con Franco, don Fernando Suárez González, en el excelente y brillante prólogo que pone a este libro. Además de aportar en él un interesante análisis de esa etapa, cita un conjunto de logros y realizaciones del ministerio de Organización y Acción Sindical que no figuraban entre las que el autor recoge en sus memorias, circunstancia que aunque pueda sorprender tiene una explicación muy sencilla. A quien en este libro relata sus vivencias y recuerdos no le dio tiempo a coleccionar los documentos que dieran fe de sus realizaciones. Siempre fue más un creador que un notario de su tarea.

Una idea aproximada de lo intenso de su actividad puede darla la mera enumeración de sus realizaciones más importantes. En ese año y medio, el ministerio que dirigía González-Bueno logra crear y poner en marcha el Servicio Nacional del Trigo que venía a resolver un importante y ya antiguo problema de los agricultores. En labor muy personal y por encargo directo del Jefe del Estado redacta el Fuero del Trabajo, primera de las Leyes Fundamentales. Bajo su dirección se lleva a cabo asimismo la reforma del Instituto Nacional de Previsión, que va a suponer otro importante jalón en la política social del régimen de Franco. A todo ello hay que añadir la importante intervención de don Pedro a favor de la unificación de las fuerzas políticas que habían protagonizado el Alzamiento, en unos momentos en que la unidad era condición indispensable para lograr la victoria.

Finalmente, en la tercera parte se recoge la actividad de don Pedro en su faceta empresarial, que no excluyó que siguiera ligado a la política desde su condición de procurador en Cortes por designación del jefe del Estado y también como miembro que fue del Consejo de Estado. Pero en este punto hay algo más que interesa subrayar. En esta faceta de su quehacer, lo mismo que en la anterior, hay que decir que como gran patriota todas cuyas empresas acometió –y no fueron pocas – las abordó pensando siempre en el bien que podían suponer para el progreso de España. Baste citar la electrificación de los Ferrocarriles españoles, en la que como se verá hubo de enfrentarse con la incredulidad de sus compañeros en la viabilidad del proyecto, o la creación de la sociedad Citröen Hispania, tareas ambas que iban a dar un enorme impulso a la industria nacional.

En el desarrollo de toda esa ingente actividad, el protagonista de estas memorias tuvo ocasión de conocer y tratar un sin fin de personalidades políticas y de otros ámbitos con gran influencia en los acontecimientos – Serrano Súñer, Fernández-Cuesta, Ridruejo, Laín, generales Mola, Dávila, Moscardó – y un largo etc. cuyas semblanzas añaden interés a la obra como podrá comprobar quien se adentre en sus páginas.

No quedaría completo este comentario crítico si no se recogiese otra constante más en estas memorias. El ministro González-Bueno a todo lo largo de su relato muestra hacia Franco una lealtad clara y firme, pero sin un punto de adulación. Su cese es el propio ministro quien lo provoca al no querer renunciar a la defensa de la Ley de Bases de la Organización Sindical en que a la sazón se ocupaba. Son varios y jugosos los contactos y entrevistas que mantiene con el jefe del Estado y en todos ellos queda de manifiesto tanto esa lealtad como el hecho de que la personalidad de Franco dista mucho de la del cruel dictador con la que hoy se nos quiere presentar. Puede contribuir pues este libro, deshaciendo falsedades, a restablecer la imagen de un hombre que debiera pasar a la Historia como uno de los mejores gobernantes que ha tenido España.

Para terminar no resisto la tentación de hacer aquí un comentario de carácter personal. Por encargo del hijo del autor, don Pedro González-Bueno Benítez, con quien desde hace muchos años, exactamente un cuarto de siglo, me une estrecha y firme amistad, colaboré en la estructuración y redacción final de estas memorias. Era un trabajo de carácter profesional que abordé con agrado, especialmente por venir el encargo de quien venía. No había tenido la fortuna de conocer personalmente al ministro, pero puedo decir que a medida que fue avanzando mi trabajo se fue incrementando mi admiración por el personaje. Como también que constituye una satisfacción que se me brindara la oportunidad de contribuir a que este libro viera la luz y un motivo de orgullo el poder colaborar al conocimiento de las dos figuras centrales de la obra: Franco y su ministro González-Bueno[1]. Quede aquí pues constancia, de mi gratitud.

[1]  La referencia de la obra es la siguiente:

En una España cambiante.Vivencias y recuerdos de un ministro de Franco

Autor: Pedro González-Bueno y Bocos

Editorial: Áltera

Madrid, 2006


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